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La Gran Guerra en Barcelona
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un cargamento de bolcheviques

El gobierno de Romanones fletó un barco para deportar a extranjeros “indeseables”

El buque Manuel Calvo fue fletado por el gobierno español para deportar a rusos y armenios a Turquía bajo sospecha de ser revolucionarios
El buque Manuel Calvo fue fletado por el gobierno español para deportar a rusos y armenios a Turquía bajo sospecha de ser revolucionarios

Supe de esta historia por casualidad, gracias al catedrático Mikel Aizpuru de la Universidad del País Vasco con quien mantuve un intercambio epistolar hace un lustro. Él me pidió que no escribiese sobre ello hasta que no diese a luz su estudio Retornos forzados, la expulsión de extranjeros indeseables en la España contemporánea. Una vez publicado, podemos rescatar este episodio tan extraño como revelador de lo que fue la corrupta España de la Restauración. En esa época gobernaba un gabinete presidido por el conde de Romanones. Las oligarquías habían asistido impotentes a la revolución rusa, al asesinato de la familia del zar y al estallido de la revuelta espartaquista alemana. En casa tuvieron que hacer frente a la huelga general de 1917 y al durísimo conflicto de La Canadiense, que obligaría a legalizar la jornada laboral de ocho horas. Parecía que la causa proletaria iba a tener éxito, con el consiguiente pánico entre la gente de orden. Para evitarlo, el gobierno decidió deportar a un puñado de extranjeros sospechosos de ser bolcheviques.

A finales de 1918, Barcelona estaba literalmente copada de refugiados. Entre ellos se contaban muchos rusos, unos 800, según su cónsul, el príncipe Alexei Gagarin. Esta notable comunidad estaba formada por judíos, desertores del ejército, fugitivos de la revolución y agitadores pacifistas. Junto a ellos había unos 400 ciudadanos de diversas naciones balcánicas —como búlgaros o turcos—, que también eran vistos con recelo por las autoridades. En consecuencia, una semana después de finalizada la Gran Guerra, el ejecutivo de Madrid comunicó a los aliados su intención de fletar un barco para deshacerse de aquellos indeseables.

Como apunta el profesor Aizpuru, solo por haber nacido en Rusia o en Polonia se era sospechoso de revolucionario o de espía a los ojos del gobierno español. Así pues, en enero de 1919 la prensa informó que el buque elegido para deportar a ese contingente humano sería el vapor Manuel Calvo de la Compañía Trasatlántica. Se trataba de un navío conocido por el gran público, pues aparte de ser uno de los que cubrían la línea hacia América se decía que tenía mal fario. En 1907 había traído de México el cadáver del torero Antonio Montes. En un oficio tan supersticioso como el suyo, este diestro tenía un nombre de trece letras, le mató la treceava cornada que sufrió en su vida, un 13 de enero y en la corrida número trece de aquella temporada. Su cuerpo se quemó accidentalmente durante el velatorio, y al subir su féretro al Manuel Calvo éste se cayó desperdigando sus restos por el muelle. Desde entonces, muchos decían que aquel trasatlántico se había gafado.

Solo por haber nacido en Rusia o en Polonia se era sospechoso de revolucionario o de espía

Los futuros pasajeros del navío fueron llevados a la cárcel Modelo, a la espera de su partida. Pero pasadas unas semanas se comprobó que muchos de los nombres incluidos en la lista habían sobornado a la policía barcelonesa y habían huido. A fin de evitar más escapadas, los que quedaban fueron trasladados a bordo del vapor, donde permanecieron encerrados en pésimas condiciones. El único rotativo que protestó por aquella medida fue Solidaridad Obrera, desde cuyas páginas Ángel Samblancat expresó sus dudas sobre el objetivo de las deportaciones. A finales de marzo, los rusos protagonizaron un motín sofocado por la guarnición militar que les custodiaba. Tres días más tarde, el Manuel Calvo zarpaba de Barcelona con destino a Constantinopla, el puerto búlgaro de Cavalla y el ucraniano de Odessa. Llevaba 202 pasajeros, entre los cuales había 63 bosnios, 57 turcos (la mayoría armenios), 56 rusos, 21 búlgaros y un polaco. Solo dos estaban fichados por la policía, uno de ellos acusado vagamente de bolchevique.

Según parece, el rumbo fue marcado por la marina francesa. Una semana después chocaban contra una mina submarina frente a las costas turcas. Aunque en muy malas condiciones, el Manuel Calvo no se hundió. En nuestro país, la censura impidió la publicación de la noticia. Fue la aseguradora londinense Lloyd's la que comunicó el incidente, aunque el presidente del gobierno aclaró que no había víctimas. La verdad solo se supo a mediados de mayo, cuando los supervivientes regresaron a Barcelona. Entonces se descubrió que el rescate se había retrasado porque el barco estaba en un litoral muy minado y que habían muerto 105 personas, de las cuales 71 eran deportados. El resto de los expulsados fue abandonado en Constantinopla y nunca se ha sabido que fue de ellos (los armenios no serían muy bien recibidos por las autoridades turcas). El Manuel Calvo fue la última víctima española de la Gran Guerra. Paradójicamente Romanones cesó en esas mismas fechas, no por su impericia como gobernante sino por haber firmado el decreto de la jornada de ocho horas

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