Kurt Vile, obrero de la media felicidad
El melancólico roquero norteamericano actúa por primera vez en Madrid
El indie norteamericano se renueva con una facilidad extraordinaria. No entraremos a valorar su originalidad o su capacidad para despegarse de las tendencias en boga en cada momento, pero es de agradecer la periódica aparición de individualidades que buscan renovar su lenguaje, personajes excéntricos y genuinos como el reservado roquero Kurt Vile, que actúa mañana acompañado de su banda The Violators en Penélope.
A Vile (Filadelfia, 1980) se le podría describir como un fértil y precoz músico de clase obrera. A sus 34 años ya ha editado cinco álbumes y otros tantos epés en solitario, a lo que habría que sumar las numerosas casetes grabadas artesanalmente en su dormitorio desde la adolescencia, influido por iconos del indie de los 90 como Pavement. Mientras, se ganaba la vida en trabajos sin mucho futuro, como operar una carretilla elevadora en Boston a principios de siglo: "Se trabajaba a un ritmo muy alto descargando camiones", contó al diario británico The Guardian en 2013: "Me deprimí en muchas ocasiones por mi vida de obrero manual, y estaba acomplejado por no haber ido a la universidad. Hacía siempre trabajos del escalón más bajo, lo más opuesto a lo que quería ser. Pero es lo que me tocaba, y además era bastante tímido. Fue una época dura".
Hago discos sucios, pero no los grabo en un cuatro pistas
Kurt Vile, uno entre diez hermanos, recibió de su padre, amante del bluegrass, un banjo a los 14 años, aunque él, según ha contado, "prefería una guitarra". Tras su etapa en Boston, regresó a Filadelfia y conoció a Adam Granduciel, con quien formaría en 2003 The War on Drugs. Granduciel también ha tocado con los Violators de Vile, pero actualmente, con ambos proyectos consolidados, cada uno va por su lado.
Aunque siguen caminos paralelos: si el último disco de Granduciel con War on Drugs, Lost in the dream, ha sorprendido por su elegante reivindicación del rock comercial de los 80 (Dire Straits, Bruce Springsteen), Vile tampoco esconde su admiración por superestrellas como Springsteen, de quien versionó en 2011 Downbound train (de su disco más vendedor y menos cool, Born in the USA), y a quien cita en la canción Snowflakes are dancing, de su más reciente álbum Wakin on a pretty daze ("los auriculares suenan alto, relajado en una nube mullida / el confort de la codeína, Springsteen prístino").
Vile ha descrito su música como mid-fi, a medio camino entre la baja fidelidad que se asocia al indie-rock —guitarras distorsionadas, líneas vocales atípicas— y las grandes producciones: "Hago discos sucios, pero no los grabo en un cuatro pistas o con un [software musical] GarageBand mierdoso. No son lo-fi y no son hi-fi, pero son más altos que bajos", dijo en 2011 para una web de su ciudad.
El tema 'KV Crimes', del álbum 'Wakin on a pretty daze'.
Obsesivo y perfeccionista con su arte ("hay tantas formas de tocar una progresión de acordes que las repeticiones nunca son exactamente iguales"), la oscura melancolía que invade la música de Kurt Vile puede distraer de sus versos más inconformistas, como los del tema Society is my friend (la sociedad es mi amiga), en los que también existe una ironía ya presente en los títulos de sus primeros álbumes: su debut de 2008 se tituló Constant hitmaker (Constante fabricante de éxitos), y al tercero lo bautizó como Childish prodigy, algo así como Prodigio pueril.
En su primera visita a Madrid, Kurt Vile tocará poco más de una decena de canciones, que parece poco si no se tiene en cuenta que en su último trabajo algunas composiciones llegan a los ocho, nueve o diez minutos. Su telonero será el veterano Mick Turner, que habitualmente toca la guitarra en los australianos The Dirty Three, grupo instrumental en la órbita de Nick Cave.
Kurt Vile & The Violators actúan este domingo a las 21.00, en Penélope (Hilarión Eslava, 34).
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