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FOLCOR Kepa Junkera, La Musgaña, Glen Vélez, Loire
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La hermandad de la tierra

El acordeonista vasco y sus multiculturales amigos reeditan el espíritu colaboracionista de los años de mayor popularidad para la música tradicional

Bien por la gente valiente que es capaz de llenar la Galileo Galilei (balconada incluida) entrado ya el mes de agosto. Existía curiosidad el pasado viernes por ver en la distancia corta a un virtuoso como Kepa Junkera, que siempre es un espectáculo, pero sobre todo por comprobar en qué consistía ese híbrido cartel con el dúo castellano La Musgaña, los panderos de Glen Vélez y el peculiar registro vocal de Lori Cotler (o Loire). No fueron tres o cuatro miniconciertos sucesivos, sino un recital conjunto guiado por las leyes de la combinatoria: cinco elementos tomados en todas las proporciones posibles. El espíritu lo resumió maravillosamente bien Junkera cuando, tras ejecutar la Xota da Guía con la colaboración puntual de Fernando Mosquera, exclamó: “Aquí nos tenéis, un gaitero toledano, un percusionista de Texas y un tío de Bilbao tocando una jota tradicional gallega…”.

Hubo mucho de eso, la reedición de esa hermandad de la tierra que tantas veces prende cuando se juntan músicos de raíz, por muy lejanos que sean sus territorios originales. Y cierta nostalgia, cómo negarlo, al comparar eL relativo minimalismo de la extensa velada (dos horas y media fugaces) con los años de esplendor folkie: aquel tránsito entre milenioS, cuando Kepa arrasaba con un disco doble (Bilbao 00:00), La Musgaña grababa un decisivo álbum en el Centro Cultural de la Villa con una docena de invitados o la gaitera Susana Seivane podía protagonizar La portada de El País de las Tentaciones. Créanlo: está en las hemerotecas.

Los musgañeros, que ahora son solo los sabios e irreductibles Jaime Muñoz y Carlos Beceiro, repasaron aquellas piezas ancestrales y remozadas que supieron popularizar entonces: el Picao charro, las Danzas de Burgos (“el número uno de nuestro hit parade, se carcajeaba Jaime), las vivísimas Entradillas segovianas. Lo de Junkera, a sus 49 joviales años, es un escándalo: nadie desafía la lógica espaciotemporal pulsando tantas notas como él. Y, más difícil aún, nadie en el folclor ha sabido introducir con tanta naturalidad las pautas de la improvisación.

En ese contexto de añoranza, Vélez nos trajo a la memoria sus tiempos junto al Paul Winter Consort, banda entrañable pese a algún exceso lírico. Su actual alianza con la cantante neoyorquina Cotler supuso un repaso por ese endiablado canto onomatopéyico de la India, un desafío rítmico probablemente inalcanzable para cualquier alumno de Conservatorio. El final, con los cinco jugueteando en torno al Bok-Espok de Kepa, fue una gozosa fiesta. Una catarsis más allá de las melancolías.

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