El sol sale para todos
Nadia Ghulam, joven afgana residente en Cataluña, protagoniza un lúcido documental escénico sobre la supervivencia en un país devastado por la guerra
¿Cuánto vale una casa? En Kabul, durante la guerra, nada. Nadia y su familia se mudaron muchas veces, todas ellas a viviendas abandonadas con sus muebles y enseres, listas para ser habitadas por quienes no tenían lugar mejor al que huir. "En una habitación acomodábamos a las gallinas; en otra, a la oveja, y cuando sus propietarios regresaban (al desplazarse el frente y cambiar de zona la rutina de los bombardeos), nos daban las gracias porque, ocupándola, habíamos librado su casa del saqueo". En 1989, los soviéticos abandonaron Afganistán, hostigados por los mujaidines, financiados por los Estados Unidos. Con 8 años (en 1992), Nadia resulta malherida en una explosión que le abrasó buena parte del cuero cabelludo. Su hermano corrió peor suerte.
Con los talibanes en el poder, a falta de varón que trajera ingresos a casa, Nadia decidió hacerse hombre. A tan corta edad, construyó su personaje con la meticulosidad de un actor stanislawskiano. Se puso ropa masculina dos tallas mayor que la suya y turbante que le tapara las quemaduras, salió a la calle a rostro cuasi descubierto entre mujeres fagocitadas por el burka, consiguió emplearse de labrador, con su magro sueldo compró aves de corral, con lo que obtuvo por ellas adquirió un cordero y así sucesivamente. Nos lo cuenta en el espectáculo que lleva su nombre, sola en escena, sin técnica actoral palpable, desde el alma, con una gracia natural enjuta, con precisión demoledora, con la lucidez de quien dribló a la muerte y sostuvo la mirada al destino.
Nadia
Autores: Nadia Ghulam, Carles Fernández Giua y Eugenio Szwarcer. Intérprete: N. Ghulam. Sonido: Damien Bazin. Luz: Luis Martí. Espacio escénico y video: E. Szwarcer. Dirección: C. Fernández Giua. Festival Fringe.
A veces, unas filmaciones oportunas (de Eugenio Szwarcer), nos muestran Kabul desde la falda de una montaña, rodeado de cordilleras; el mercado y las tierras de labor, en una gran pantalla convexa que abraza a la menuda Nadia Ghulam como la circunstancia al hombre orteguiano.
No sigo contando. Nadia es un documental escénico conmovedor, pues nos mueve y nos concierta íntimamente con una joven que, determinada a empoderarse y a sacarse de encima el papel de víctima que los señores de la geopolítica asignaron a su pueblo, sostiene a pulmón un relato revelador, apasionado y abracadabrante cual cuento de Sherezade, a través del que, impregnándonos de lo particular, tomamos conciencia de la partida devastadora que se está jugando por el control de las zonas fronterizas de la antigua Unión Soviética. Dirigido por Carles Fernández Giua, Nadia ha pasado por el Fringe sin tiempo a que lo vea casi nadie, antes de su estreno oficial, el 24 de julio, en el Grec de Barcelona, pero volverá. No se lo pierdan.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.