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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Procesos asimétricos

PSC y PSOE han celebrado primarias de forma simultánea pero tanto la forma como el resultado han sido muy diferentes

Con las primarias del pasado domingo destinadas a elegir secretario general del PSOE y primer secretario del PSC acabamos de asistir a dos procesos simultáneos, pero solo aparentemente paralelos.

Para investir al máximo líder orgánico del PSOE, los afiliados pudieron escoger entre tres candidatos con perfiles bastante bien diferenciados: un representante acreditado de la histórica corriente Izquierda Socialista (José Antonio Pérez Tapias); un exponente notorio del socialismo vasco moderadamente girondino (Eduardo Madina Muñoz), y un joven paladín de quienes conciben el PSOE como un partido nacional-español y, si hay que ser algo más, regionalista “de los pobres”, o sea andaluz y extremeño (Pedro Sánchez Pérez-Castejón). La victoria de este último con el 49% de los votos emitidos certifica cuál es el espíritu dominante hoy entre la militancia socialista hispana.

Para poder hablar de paralelismo —y de clarificación—, las primarias del PSC (oficialmente, “consulta per a l'elecció del primer secretari”) deberían haber enfrentado también a por lo menos tres aspirantes. Verbigracia, a un/a partidario/a resuelto/a de la autoderminación e incluso de la independencia; a alguien identificado sin ambages con la línea marcada por Ferraz, y a quien abogase por seguir gestionando ambigüedades y funambulismos cuando tales expedientes ya resultan caducos. Pero solo concurría Miquel Iceta, con todas las ventajas y todos los inconvenientes de representar el más estricto continuismo. Quizá por eso el porcentaje de participación en el PSC quedó casi 20 puntos por debajo del del PSOE (47% frente a 66%).

Y el caso es que, pese a la dificultad para expresarla sin equívocos, la heterogeneidad interna del PSC también afloró este 13 de julio. Los socialistas favorables a la consulta —e incluso al doble en ella— alimentaron la abultada abstención (que alcanzó los casi 11.000 militantes censados, a saber cuántos de ellos ya en fuga), o bien votaron en blanco (1.435, casi el 15% de los sufragios depositados), y seguro que algunos pragmáticos lo hicieron por Iceta.

Como no podía ser de otro modo dadas sus destrezas, Miquel Iceta consiguió amarrar apoyos soberanistas, españolistas y mediopensionistas

En la urna de al lado, quienes se acercaron a los centros de votación se repartieron entre Pérez Tapias (2.165, el 22%), que defendía un referéndum consultivo, y el vasco Madina (3.946 votos, el 40,4%), que también lo había aceptado antes de verse forzado a rectificar.

Por su parte, el PSC más PSOE, más españolista y jacobino apostó sin vacilar por Pedro Sánchez (3.648 votos, el 37,3%)... y por Iceta, claro. No es superfluo recordar que la sempiterna diputada por Lleida y brazo derecho durante años de Pepe Borrell en Cataluña, Teresa Cunillera i Mestres, ha sido la coordinadora de campaña de Sánchez. Tampoco carecen de significación los apoyos que el madrileño recibió de Antonio Poveda (alcalde de Sant Joan Despí), de Carlos Ruiz (su colega de Viladecans), de los diputados o ex diputados al Congreso Joan Rangel, Juan Carlos Corcuera Plaza, Isabel López Chamosa, etcétera.

Como no podía ser de otro modo dadas sus destrezas, Miquel Iceta consiguió amarrar apoyos soberanistas, españolistas y mediopensionistas —es decir, partidarios ante todo de preservar el propio statu quo— hasta obtener un resultado decoroso. Una vez desembarazado del incordio de Avancem y de Joan Ignasi Elena, tampoco cabe la menor duda de que, en el formulario congreso de mañana, Iceta trenzará una ejecutiva de amplio consenso, tal y como auguran los fichajes de Àngel Ros y de Núria Parlon: no hay que dejar a rivales potenciales en condiciones de plantear una alternativa. Quedan pequeñas incógnitas, como qué sucederá con Antonio Balmón o Maurici Lucena, pero la gran cuestión es qué uso político hará el nuevo primer secretario de su flamante liderazgo y de su trabajada mayoría.

Por gentileza del editor, acabo de recibir el recentísimo libro Una falsa història del PSC (Curbet Edicions, Girona), del que es autor Arseni Gibert, militante fundacional del partido, en nombre del cual ha ocupado cargos institucionales —entre ellos, el de senador— a lo largo de las últimas tres décadas. Apenas he tenido tiempo de echar un vistazo a su prometedor contenido, pero recojo que el volumen “intenta describir la mutación de un partido potencialmente soberano a un partido subordinado, tan subordinado que se parece mucho a una neofederación catalana del PSOE”. Y bien, ¿se halla Miquel Iceta en condiciones, o tiene la voluntad, de revertir esta deriva? ¿Resulta ello posible, considerando que —cito otra vez a Gibert— “el PSOE no ha producido ningún alma PSC, como es lógico; el PSC sí ha producido abundantes almas PSOE”?

Digámoslo de otro modo. Gustará más o menos pero, desde el pasado domingo, el PSOE de Pedro Sánchez sabe, al menos en materia territorial, qué quiere: nada de referéndum en Cataluña, ni siquiera legal y consultivo; federalismo a la granadina y, mientras el PP no esté por la labor, paciencia y barajar.

Por su parte, ¿qué quiere el PSC de Iceta? De momento, su pregunta alternativa para el 9-N no ha cosechado ningún apoyo. ¿Pretende convertirse en el brazo político de la tercera vía empresarial? Tendría bastante gracia...

Joan B. Culla i Clarà es historiador

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