“Mi error es privado”, dijo Barral tras dedicarse 18 años a la política
Según los investigadores, Barral controlaba el viaje del tabaco: de EE UU a Gran Bretaña pasando por Omán y España
“He sido honrado y honesto en mi vida pública, mi error es privado. Pido perdón y me voy para que el nombre de Ribadumia no esté vinculado con actividades delictivas”. Con estas palabras se despedía el alcalde José Ramón Barral del sillón que había ocupado durante 18 años, primero como militante de Alianza Popular y luego arrasando en las elecciones de su pueblo con mayorías absolutas como candidato del PP.
Apenas una semana después de que agentes de Vigilancia Aduanera le atragantaran el desayuno y ocuparan su chalé para registrarlo y detenerle, Nené Barral caía en las redes de un negocio ilegal de las que nunca había logrado escapar, al menos como sospechoso. A nadie le extrañaba que el alcalde obsequiase a sus visitas con un cigarrillo de una conocida marca de rubio americano de contrabando que guardaba en un cajón de su mesa estilo castellano antiguo, a juego con todo el mobiliario de su despacho consistorial.
Desde que Barral asumió la alcaldía en 1983 —el año de la gran redada contra los contrabandistas de la ría de Arousa de la que quedó al margen— fue sorteando con éxito varias investigaciones policiales como una carrera de obstáculos a la que llegó a acostumbrarse. Cuando el tabaco que proveía la multinacional Reynolds ya no entraba en Galicia y la fama de Barral como presunto contrabandista ya era historia, el alcalde tuvo que abandonar, aunque resentido con su verdugo, el PP de José María Aznar. Con él también cesaba de sus cargos su hermano Feliciano, presidente de la ejecutiva local del PP y detenido en la misma operación.
Mientras casi todos los pocos tabaqueros que quedaban acabaron en los juzgados, el todavía alcalde logró superar su propia marca para seguir vendiendo supuestamente cajetillas y llevando una doble vida. Una vuelta de tuerca mucho más compleja que las estructuras de los barcos nodrizas y las planeadoras que ya habían quedado anticuadas recién estrenado el siglo XXI.
Según los investigadores, él mismo llevaba el control y el itinerario de los cargamentos. Salían de Estados Unidos, luego se embarcaban en el sultanato de Omán para simular que su origen era Senegal y después llegaban a España para ser vendidos en Gran Bretaña. Por si esto fuera poco, Barral también contaba con barcos que descargaban directamente en los puertos de Cork (Irlanda) y de Rotterdam (Holanda), y contenedores como el que segó su carrera política a los 63 años.
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