Las mil historias de Tarzán
El crítico ferrolano Eduardo Galán publica un divertido libro plagado de anécdotas sobre el rey de la selva
En una sesión de tarde del desaparecido cine Cinema de Ferrol de mediados de los sesenta, un niño llamado Eduardo Galán descubrió en la gran pantalla un personaje que lo marcaría para siempre. Era Tarzán, un tipo musculoso que vivía en la selva, solo cubierto con un taparrabos, que se desplazaba en las lianas de los árboles como quien viaja en taxi y que emitía una suerte de grito inclasificable. Muchos años después, Eduardo Galán (Ferrol, 1957), se convertiría en crítico de cine pero, como a muchos niños de su generación, no dejó de perseguirlo aquel mito de infancia. “En aquel mundo de griterío de las sesiones infantiles, Tarzán nos parecía un personaje apasionante”, rememora Galán, que confiesa que empezó a trabajar en el libro “hace unos treinta años con una máquina de escribir, usando muchos archivos, revistas, carteles y muy poco internet”.
Tres décadas después ha finalizado el libro “Tarzán, héroe de celuloide y papel” (Editorial T&B), que hoy miércoles presenta a las 20.00 horas en la bulliciosa librería Cronopios de Santiago de Compostela. “Quise dotar el libro de sentido del humor y no tomármelo muy en serio para no sentirme ridículo en las primeras veinte páginas”, confiesa el autor que cita la referencia del escritor Terenci Moix como el primer autor español que se dedicó a estudiar el personaje. De cualquier forma, Galán matiza que “es el primer estudio en castellano sobre Tarzán porque ni siquiera hay traducciones de otras lenguas”.
Hace dos años, el personaje creado por Edgar Rice Burroughs cumplió cien años y el próximo año se cumplirá también el centenario de su irrupción en las pantallas de cine. “Tarzán es un mito realmente potente, pero es también el último héroe analógico”, afirma Eduardo Galán con la autoridad de quien ha dedicado años de su vida a estudiar este mito en películas, series de televisión, comics e incluso obras de teatro y música, siempre combinado con su faceta de crítico y programador de cine en TVG.
En su trabajo ha analizado desde los actores que encarnaron al mito procedentes del atletismo o la natación, hasta los tarzanes con los pectorales inflados de anabolizantes. Hubo muchos tarzanes a lo largo de la historia, pero solo un Tarzán ha perdurado como icono: Johny Weissmuller. Galán lo describe con esta sentencia: “Tarzán es Weissmuller como Bela Lugosi es drácula”. Otros actores encarnaron al personaje como Lex Baker o Gordon Scott, pero ninguno con su gran popularidad. “En el libro hablo de tarzanes de todo tipo, de la India, de Turquía y hasta del Tarzán porno de Rocco Siffredi, seguramente el más patético de la historia y eso que los ha habido impresentables”, desgrana el crítico ferrolano aplicando las claves de estilo de este libro que destila acidez, humor, nostalgia del cine de barrio e irreductible pasión cinéfila.
A lo largo de casi 350 páginas el autor destripa el mito, empezando por las vicisitudes familiares de su “hipotética” familia, que van desde Jane, de la que nos quedó otro bello icono, Maureen O´Sullivan, pasando por Boy o la incombustible mona Chita. De este grupo se cuentan jugosas anécdotas en el libro. Desde la incógnita de cómo Tarzán no tiene barba y está siempre tan aseado viviendo en la selva o por qué no procrea al lado de una belleza de mujer que, como mínimo, lo debería inquietar. “Había un código de censura y si no estaban casados no podían tener hijos ni en la selva, por eso idearon a Boy, el hijo de Tarzán, que aparece en la selva caído del cielo”, explica con gracia Eduardo Galán.
Y en medio de todo este casto lío, emerge la pobre mona Chita, que esconde otra historia fascinante. “Chita era en realidad un macho que se llamaba Jiggs. Hubo dos de la misma familia, padre e hijo, uno murió en el año 36 y otro recientemente. Vivió unos 80 años y está considerado el chimpancé en cautividad más longevo del mundo” relata con precisión cronológica. Hace unos años, la considerada como Chita incluso fue homenajeada por el Festival de Peñíscola, “aunque había dudas que fuese la real”, apunta Galán. Pero la historia no acaba ahí, sino que en el libro se cuenta como el propio Johny Weissmuller llegó a vivir con los dos chimpancés al mismo tiempo en su casa, por lo que se deduce muy metido en el papel. Además de vivir en su casa como si fuese la selva, Weissmuller pasó por otra curiosa situación. En su máxima cota de popularidad, no paraba de recibir invitaciones a fiestas donde la gente le pedía que hiciese el popular grito. Obviamente el actor no sabía reproducirlo porque el grito era una compleja mezcla de sonidos trabajados en un estudio. A pesar de ello, no se achicó y decidió aprenderlo. “Lo pasaba mal y decidió practicar hasta conseguir un grito que lo llega a hacer finalmente en alguna película y apenas se diferencia del original”, apunta el autor de “Tarzán, héroe de celuloide y papel”, toda una jungla de anécdotas para un público de varias generaciones. Si Tarzán sigue estando vigente y siendo un mito atractivo, Galán sentencia el porqué: “En el fondo todos envidiamos la vida de Tarzán: ser libres, vivir en una casa en un árbol sin hipoteca y dedicarse al dolce far niente”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.