Cartier-Bresson o el fotoperiodismo
La Fundación Mapfre expone 500 obras del fotógrafo más importante del siglo XX
Solía decir que para él la cámara era como un cuaderno de apuntes, un instrumento de la intuición, la dueña del instante. Con esa determinación, Henri Cartier-Bresson, (1908-2004) el fotógrafo más famoso y venerado de la historia de la fotografía, retrató casi todos los grandes acontecimientos del siglo XX allá donde se estaban produciendo armado con su mítica Leica y una clara preferencia por los personajes anónimos que soportan las decisiones de los poderosos.
Pero la trayectoria del creador de la agencia Magnum va mucho más allá de la caza del instante. La Fundación Mapfre abre mañana al público la mayor retrospectiva dedicada al artista, cuando se cumple una década de su muerte. Coproducida con la Fundación Cartier-Bresson y el Centro Pompidou parisino donde se ha podido ver este invierno, la exposición muestra más de 500 fotografías junto a cuadros y películas que realizó a lo largo de más de 60 años de intensa actividad y que proceden de una veintena de instituciones internacionales.
Comisariada por Clément Chéroux, conservador del Pompidou, la exposición que se extiende por las dos plantas del edificio invita a contemplar la obra de un artista conocido como “el ojo del siglo XX”, por ser un testigo esencial de la convulsa historia, pero por primera vez se ha querido poner de manifiesto la inmensa riqueza de su obra y la diversidad de una trayectoria que transita desde la estética surrealista hasta el fotorreporterismo o el intimismo de los últimos años de su vida. Se ha querido ir, en palabras del comisario, más allá del concepto del instante decisivo que le hizo famoso en todo el mundo.
Los trabajos recuerdan
a su admirado
Paul Cézanne
Siguiendo un orden cronológico y temático, el recorrido está articulado en torno a tres ejes. El primero es el periodo comprendido entre 1926 y 1935, cuando se relaciona con el movimiento surrealista, sus comienzos fotográficos y sus grandes viajes por todo el mundo. El segundo eje está integrado por los trabajos más impregnados de militancia y va desde su regreso de un viaje a los Estados Unidos, en 1936 hasta que vuelve a Nueva York, en 1946. El último eje del recorrido parte de la creación de la agencia Magnum Photos, en 1947 y se extiende hasta principios de la década de los setenta, cuando abandona definitivamente el reportaje. Todas las imágenes son copias de la época y combinan sus obras más icónicas junto a fotografías menos conocidas.
La primera sorpresa está en el comienzo del recorrido con una docena de pinturas y dibujos realizados por un joven Cartier-Bresson. Hijo de una familia adinerada, en su etapa de adolescente estudia dibujo en la academia del pintor André Lhote. Allí aprende composición y empieza a relacionarse con los surrealistas y a ensayar con collages con su amigo Max Ernst. Enmarcados o pegados sobre cuadernos, los trabajos que se exhiben recuerdan a Cézanne, uno de sus artistas más admirados. Es también en esta edad temprana cuando descubre las fotografías de Eugène Atget y sus series fotográficas sobre el viejo París y participa en reuniones en torno a André Breton. De ahí surgirán series como las de los personajes con los ojos cerrados, los cuerpos deformes o los objetos empaquetados.
El compromiso y la militancia política le vienen de la mano de sus amigos surrealistas: simpatiza con el comunismo, rechaza el colonialismo, se compromete en la defensa de la República española y pone su cámara al servicio de cambiar la vida de las personas. Ese compromiso se refuerza ante los violentos disturbios organizados en febrero de 1934 en París por las ligas de extrema derecha, que en ese momento se interpretan como una señal del riesgo de ascenso de los fascismos europeos en Francia. Sus viajes a México y Estados Unidos, entre 1934 y 1935, la mayor parte de las personas con quienes mantiene relación están muy comprometidas con la lucha revolucionaria y cuando vuelve a París en 1936, decide empezar a trabajar para la prensa comunista.
De estos años son sus fotografías más conocidas para el espectador. En Francia, España y México retrata a mendigos que muestran terribles condiciones de vida.
La exposición viene del Centro Pompidou, donde se vio en invierno
En esa intención de dar presencia a los olvidados realiza su célebre reportaje dedicado a la coronación del rey Jorge VI. Enviado en mayo de 1937, por el diario comunista Ce Soir, las imágenes que envía no muestran al nuevo rey, sino los rostros de la gente del pueblo que ve pasar la comitiva real; un planteamiento revolucionario con el que Cartier-Bresson quiere dar presencia a aquellos que han sido desplazados por el sistema capitalista y lo que está proponiendo es una inversión de quienes tienen que detentar el poder.
Muy conocidas son también los reportajes dedicados a las primeras vacaciones pagadas que consiguen los trabajadores franceses bajo el gobierno de Léon Blum, una medida que supuso el descubrimiento del tiempo libre. Para la revista comunista Regards fotografía el disfrute de las salidas al campo, las meriendas a orillas del río o el simple placer de holgazanear al sol.
Durante esta época, Cartier Bresson simultánea el reporterismo con el cine, un arte cuyos rudimentos había aprendido en Nueva York. Con Jean Renoir trabaja de ayudante en varios proyectos, pero es en España precisamente donde realiza uno de sus trabajos más celebrados y emotivos. Bajo el título Victoria de la vida, un documental de 40 minutos muestra los efectos de los bombardeos sobre Madrid y la instalación de un hospital de campaña próximo a la línea del frente o la rehabilitación de los heridos en la retaguardia.
En febrero de 1947, convertido en una celebridad dentro del mundo de la Fotografía, el MoMA le dedica su primera gran retrospectiva y unos meses después, junto a un grupo de reporteros (Robert Capa, David Seymour, George Rodger y William Vandivert) funda la agencia Magnum, un referente mundial en el fotoperiodismo de calidad. Para Magnum cubre ya los grandes acontecimientos de la segunda mitad del siglo XX: Los funerales de Gandhi (1947), El fin del Kuomintang, (1948), Rusia tras la muerte de Stalin, (1954), Retratos por encargo a los grandes intelectuales y artistas (Matisse, Picasso, Bonnard, Braque Rouault), Cuba tras la Crisis de los Misiles, (1963), Vive la France, a partir del mayo del 68 (1968-1970)
Ya en la década de los setenta, Cartier-Bresson dejó de hacer reportajes y empezó a desvincularse de la agencia, aunque seguía sin separarse de su Leica. Los últimos tiempos los pasó dedicado al dibujo que tanto amaba y a la contemplación de pinturas en su adorado Louvre. “La fotografía es una acción inmediata; el dibujo, una meditación”, escribió en uno de sus últimos textos.
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