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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Berlinguer y la cuestión moral

Lo importante parece ser proteger al exmonarca de problemas con la justicia y negar consultar a la ciudadanía

Joan Subirats

Para Marco y Abril Berlinguer.

El próximo miércoles, día 11, se cumplirán treinta años de la muerte en Padova (tras un emotivo mitin) de Enrico Berlinguer. El que fuera secretario general del entonces mayor y más influyente Partido Comunista en Europa Occidental, está hoy en Italia de plena actualidad. A partir de la iniciativa de distintos jóvenes que ni lo llegaron a conocer, se ha generado una web (www.enricoberlinguer.it) con miles y miles de seguidores y se prepara un masivo acto de homenaje en Roma en el día del aniversario de su muerte. El ayuntamiento de Roma ha decidido poner su nombre a una de las calles cercanas a la sede de entonces del PCI, y Walter Veltroni ha realizado un documental sobre su figura. Se han asimismo reeditado algunos de sus textos más relevantes, sobre todo los que tienen que ver con lo que se llamó “la cuestión moral”. En 1981 afirmaba: “Los partidos de hoy son sobre todo máquinas de poder y de clientelismo, con un escaso o erróneo conocimiento de la vida y de los problemas de la sociedad, de la gente; con pocas o vagas ideas, ideales o programas; con cero sentimientos y pasión civil (…) los partidos han ocupado el Estado y todas las instituciones (…) Todas las operaciones que las diferentes instituciones y sus dirigentes actuales realizan se hacen básicamente en función de los intereses del partido y del clan al que pertenecen. La cuestión moral en la Italia de hoy está íntimamente unida a esa ocupación del Estado”. Y remachaba: “la cuestión moral está planteada desde hace tiempo, pero actualmente se ha convertido en la cuestión política más importante y esencial ya que de su resolución depende la posibilidad de que se recupere la confianza en las instituciones, la gobernabilidad del país y el mantenimiento de la democracia”.

Otro aspecto que destaca en su trayectoria y que ha sido también puesto de relieve en estos días de recuperación de su figura, fue su gran defensa de la austeridad. Un término que hoy parece prohibido, dada la captura que del mismo han hecho las políticas impuestas por los organismos multilaterales y por la Unión Europea. Pero que tiene una fuerza evidente cuando lo relacionamos con las lógicas de decrecimiento, de sostenibilidad y de resiliencia. El presidente de Uruguay, José Múgica, afirmaba recientemente que el prefería hablar de sobriedad ya que la palabra austeridad había sido prostituida en Europa al relacionarla con el desempleo masivo, los recortes en servicios básicos o la creciente desigualdad. La austeridad era para Berlinguer una filosofía social, una manera de ser y de vivir frente al derroche consumista sin sentido de un capitalismo desbocado, Una forma de relacionar austeridad con justicia social e igualdad: “Una sociedad más austera puede ser una sociedad más justa, menos desigual, más realmente libre, democrática, más humana”.

Decía Norberto Bobbio de Berlinguer, pocos días después de su desaparición, que no tenía los rasgos negativos de tantos dirigentes políticos, como son, decía, la vanidad, el exhibicionismo, la arrogancia o la pura retórica. Estamos en momentos en que este tipo de reflexiones resultan plenamente actuales. Tanto en Italia como en España los casos de corrupción política, la captura del Estado por los grandes partidos o la brutal pérdida de confianza de la gente hacia las instituciones representativas, se han ahondado y recrudecido. Es oportuno constatar como las direcciones del PP y del PSOE han reaccionado a la sacudida que recibieron el 25M con la sensación que ahora más que nunca se necesitan mutuamente. La sinceridad de Rubalcaba en la rueda de prensa del 26 de mayo, reconociendo que la crisis del sistema político español era la crisis del bipartidismo y que lo mismo podía decirse al revés, ha quedado rápidamente amortiguada por la abdicación del Rey que ha provocado un prietas las filas por parte de expresidentes de gobierno (sean del color que sean), representantes de las grandes instituciones, medios de comunicación y grandes corporaciones económicas y financieras. De repente, lo más importante parece ser proteger al ex monarca de posibles problemas con la justicia, mientras se corta cualquier posibilidad de consulta directa a la ciudadanía que pudiera reforzar la legitimidad de un sistema que se autoreproduce y que busca la impunidad. Hay miedo a la gente. Y mientras, adornan con frases huecas lo que es una simple defensa del status quo. Del acuerdo entre élites poco podemos esperar, más que una lógica gatopardesca del tipo que todo cambie para que nada lo haga. De nuevo y de manera dramática, cuestión moral y cuestión política aparecen inextricablemente unidas. Esperemos que los espacios para una política inmoral, en el sentido de incoherente entre lo que predica y lo que practica, en el sentido de justificar cualquier comportamiento por razones de estado, sean cada vez más reducidos. Berlinguer vuelve a ser un referente moral.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política e investigador del IGOP de la UAB.

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