Reflexionar poco
Quedarse en casa es un derecho, pero debería preocupar que lo ejerzan tantos ciudadanos a la vez
El riesgo que tiene establecer una jornada de reflexión el día previo a unas elecciones es que igual a los ciudadanos les da por reflexionar. ¿Se imaginan que muchos militantes del PP y del PSOE, en vez de actuar como hinchas, les dieran por darles un tirón de orejas a sus líderes por lo rematadamente mal que están haciendo las cosas? ¿Y que un número importante de ellos, ante los casos de corrupción que afectan a miembros de sus partidos, decidieran que una cosa es acudir a las urnas con la nariz tapada y otra bien distinta vivir desde hace tiempo con la nariz tapada siempre?
Puesto a suponer, pongámonos en el lugar de una persona que ha perdido su trabajo por los recortes impuestos por Bruselas, la Troika o por vaya usted a saber por quién, levantarse mañana con su DNI para acudir a un colegio electoral y votar a unos señores que van a cobrar 8.000 euros al mes como representantes de un organismo que nos pedirá al día siguiente más sacrificios económicos. O pongámonos en el pellejo de un estudiante de Erasmus, un profesor universitario, un becado en investigación o un médico, a los que le han dejado sin la más mínima capacidad de desarrollar su trabajo con un cierto nivel de calidad, dirigirse a las urnas para optar por cualquier de los partidos que han sacrificado parte de nuestro Estado de Bienestar para poder rescatar a los grandes bancos.
Reflexionar no es más que considerar detenidamente algo. Y considerar detenidamente esta vacía campaña electoral no puede más que llevar a una conclusión, el de que las urnas terminarán estando tan vacías como el contenido de la campaña. Empezamos a asumir la abstención como una normalidad del sistema, pero hemos alcanzado un estadio todavía más preocupante: los ciudadanos huyendo de las urnas. Quedarse en casa es un derecho, pero debería preocupar que ese derecho lo ejerzan tantos ciudadanos a la vez. El próximo Parlamento Europeo se configurará con una abstención que rozará el 60% y tendrá como tercera fuerza política a partidos que rechazan la Unión Europea.
Con todos sus defectos, que son muchos, y con todos sus errores, que han sido sangrantes para el ciudadano en el caso de la crisis económica, prefiero no perder la esperanza en otra Europa posible: la de la vuelta al humanismo; la del ciudadano en el centro del universo; la de la ciencia, la ilustración y la cultura. Y la Europa de la solidaridad. Esa de la que nuestros líderes políticos en España deberían de aprender tanto. Por eso, a algunos de estos últimos, no les voy a dar el gusto de no acudir a votar. Y miran que ponen empeño para echarnos de las urnas.
@jmatencia
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