Daños colaterales de los Encants
El traslado ha llevado a la ruina a los comercios del tramo inferior de la calle Dos de Maig
El tramo inferior de la calle Dos de Maig tiene un aspecto desolador. Apenas unos pocos comercios han resistido el traslado de los Encants a su nuevo emplazamiento, en la parte sur de la plaza de las Glòries. Dominan las persianas bajadas y lo que hace solo siete meses era zona de paso de miles de personas es ahora una zona sin transeúntes. Los vecinos viven con más tranquilidad, pero esa calma ha condenado a decenas de locales a pie de calle. Algunos eran tiendas con actividades vinculadas con la feria; otros eran almacenes.
“Esta zona está muerta”, afirma una comerciante. En una de las esquinas de Dos de Maig con Consell de Cent destaca una fachada repleta de rótulos. Predomina la palabra outlet, fórmula de moda para atraer clientela. En Decoración Glorias no la habían utilizado nunca antes, hasta que la marcha de los Encants les ha forzado a ello. “Antes era una venta continua, ahora solo vienen los clientes asiduos; las ventas han caído entre un 80% y un 90%”, explica Luis Ruiz, el propietario. A sus 65 años tuvo la oportunidad de ir a los nuevos encantes, pero la inversión necesaria no lo hacía posible a su edad. Intenta ganar tiempo a la jubilación mientras espera que su mujer, de 62 años y también empleada en el negocio, pueda retirarse. “Me planteo cerrar”, dice, mientras se lamenta que con el cambio de ubicación “se haya fastidiado a todo el barrio”. “Igualmente era un barrio muy abandonado”, señala David Moyano, un anticuario de 39 años que no ha sufrido en sus carnes el traslado. A su establecimiento van comerciantes de antigüedades, sobre todo franceses.
Obras en Glòries
“Nuestra única esperanza ahora es que acaben las obras de la plaza de las Glòries”, comenta Ivonne Gómez, mientras recoge una mediana y prepara un trozo de tarta de chocolate que le acaban de pedir. Su cara denota cansancio. Hace seis años se entrampó en el traspaso de un bar, después de perder su empleo en una panadería. Desde entonces sirve tras la barra de su propio negocio. Aguantó el alto precio del alquiler. Aguantó la amenaza de la crisis. No sabe si podrá con la mudanza de los Encants. Asegura que ha perdido el 95% de la faena y que además el Ayuntamiento no ayuda. Hace años intenta poner una terraza, pero a la acera le faltan cuarenta centímetros para que la normativa municipal lo permita. “No cubro gastos y antes de endeudarnos, cerraremos”, asume. Justo enfrente otra bodega ya echó el cierre por la caída de actividad: esos cafés de los trabajadores de los Encants, los bocadillos del almuerzo, los refrigerios de la gente de paso...
Incluso el tramo superior de la calle se ha visto afectado. “Toda la gente que iba a los Encants usaba el autobús o bajaba en la estación de metro y pasaba por aquí”, explica Roser Pujol, la presidenta de la Associación de Comerciantes de Encants Nous.
El Ayuntamiento no previó el impacto que tendría el traslado y cuenta tan solo como dinamizador con el Plan de Impulso y Apoyo al Comercio de Barcelona, que “recoge entre sus programas un plan específico de promoción y dinamizaciôn del comercio”, señala el Consistorio a través de un correo electrónico. Este añade que “esta medida defiende y protege los intereses del comercio y lo ayuda a desarrollar su propio plan de dinamización”.
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