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Terry Eagleton: “Marx prefería escribir de Balzac que de economía”

Eagleton llega a Pontevedra para explicar al público ‘Por qué Marx tenía razón’

Terry Eagleton durante su conferencia en Pontevedra
Terry Eagleton durante su conferencia en Pontevedra

Llegó Terry Eagleton (Salford, Inglaterra, 1943) a Pontevedra esta semana para explicar al público de la Semana de Filosofía ‘Por qué Marx tenía razón’, conferencia que tomó el título de su ensayo homónimo de 2011. Con la crisis financiera mundial en plena descarga, la obra encontró a una audiencia más dispuesta a prestar atención al desmontaje de los estereotipos sobre la figura del filósofo alemán. Ni era un defensor acérrimo del estado, ni negaba al individuo ni “soñaba con un futuro en el que todos vistiesen monos de trabajo con el número de la Seguridad Social estampado en la espalda”, escribió el pensador, afincado en Irlanda, de donde es originaria su familia, desde hace 20 años. “Marx lamentaba tener que dedicarse tanto a la economía, él lo que quería era escribir sobre Balzac”, recordó al público. Dos días después atiende a EL PAÍS.

Pregunta. Dice usted que Marx le da importancia al amor.

Respuesta. Marx busca un equivalente político al amor, que en el plano individual es un pacto recíproco en que el desarrollo de uno es la condición para el del otro. Marx se pregunta qué hay del ‘amor político’, las instituciones necesarias para que el desarrollo libre del individuo sea la condición para el de todos. Es la ética comunista.

P. Se ha perdido la etiqueta de marxista en política. Hasta los partidos comunistas la disfrazan.

El mal nombre del marxismo viene en buena medida por Stalin. Se sigue arrastrando eso y cuando las nuevas generaciones se enfrentan al capitalismo no suelen hacerlo como marxistas. Pero no importa tanto. Lo que me interesa es la forma en que resisten a este sistema. Aunque creo que del marxismo, que ha sido la crítica más predominante del capitalismo, aún hay mucho que aprender.

P. ¿La muerte de Tony Benn marcará el fin del ala izquierda del Partido Laborista en el Reino Unido?

R. No lo sé. Benn representaba una tradición muy importante y honorable del socialismo dentro del Partido Laborista, que por otra parte nunca ha sido un partido fundamentalmente socialista sino socialdemócrata, pero que atraía a socialistas como Benn no tanto por su política como por sus raíces en el movimiento obrero y la clase trabajadora. Pero quién sabe qué pasará. La historia aún no ha terminado, pese a lo que dijesen los intelectuales occidentales en el año 2000. Se había ganado la Guerra Fría, no había grandes problemas… Y van dos aviones y se estrellan contra el World Trace Center, estallan la primavera árabe, entramos en una crisis económica masiva. No hay que apresurarse a decir que todo ha terminado.

P. ¿Qué opina de la independencia de Escocia?

Mi familia era irlandesa, así que desde pequeño he tenido cierta querencia por el republicanismo. Pero el nacionalismo es una de los fenómenos políticos más contradictorios de la era contemporánea. Primero porque es muy reciente, no tiene más de dos siglos, y segundo porque incluye cosas tan opuestas como echar a EE UU de Vietnam y Hitler. Hay una corriente constructiva en el nacionalismo y otra muy poco iluminada, así que hay que tener cuidado antes de evaluar cada caso. En el caso de Escocia, no sabría decir. Si contribuye a afianzar la democracia, entonces bien. Lo que no acepto es la doctrina romántica del derecho al estado por pertenecer a una etnia, que es una idea que ha provocó un caos enorme en la Historia. Las colonias oprimidas por el poder colonial también tienen derecho a rebelarse, por otra parte.

P. Usted vive en Irlanda, que ha sido uno de los casos más representativos de auge capitalista antes del desplome. ¿Cómo ve la situación ahora?

R. Cuando me fui a vivir allí eran los tiempos del ‘tigre celta’, de una riqueza con fundamentos muy endebles que al final colapsó, lo que era de esperar. Pero llegados a este punto el debate al que se enfrentan naciones pequeñas como Irlanda, o quizás Galicia, es decidir qué tipo de sociedad quieren ser. Si el objetivo de Irlanda es ser como Suiza, otro país capitalista anónimo más, sin rostro, o si puede encontrar algo en su historia de pobreza, de lucha contra la opresión colonial, que le dé una identidad distinta.

P. ¿Quién va ganando el debate?

R. Probablemente los modernizadores que quieren desentenderse de la tradición. En cierto modo tienen razón, a su manera, porque la tradición contiene elementos revolucionarios en los que a veces la izquierda no repara. El pasado provee de recursos para el futuro, mientras que el capitalismo moderno es amnésico, todo lo que pasó hace más de diez minutos se considera Historia antigua.

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