Morriña en el paladar
La opinión de los diplomáticos da buenas pistas sobre dónde encontrar los mejores locales de cocina internacional. Hemos preguntado a cinco, uno por continente
En Madrid no hay ni un solo restaurante 100% vietnamita. No solo porque no se sirve carne de perro, considerada un manjar en el norte del país asiático, sino también porque es imposible importar algunas de las exóticas verduras y frutas con las que se cocina en Vietnam. Hung Nguyen Ngoc, segundo secretario de la embajada de este país oriental, lo ha comprobado. Ha visitado cada uno de los restaurantes de la capital que presumían ser vietnamitas, pero ninguno le ha hecho sentir como en casa. "Me muero de ganas de desayunar phò, una sopa con fideos de arroz muy típica en mi país. Solo lo encontré en el restaurante Viet Nam (Huertas, 4), pero faltaban algunas verduras que le dan ese toque especial con sabor a hogar. Hasta que no vuelva a casa no comeré uno igual, estoy seguro de eso", suspira Nguyen Ngoc recordando ese plato que le transporta a su Vietnam natal.
Los que hayan vivido fuera de su país de origen entenderán el sentimiento: ni la tortilla de patatas, ni la paella, ni el gazpacho saben igual en el extranjero. Y se echan muchísimo de menos. Sin embargo, algunos restaurantes consiguen que los expatriados se sientan un poquito más cerca de casa y, de paso, que los amantes de la cocina internacional viajen sin necesidad de tomar un avión.
Indagamos en la gastronomía de cinco países, cada uno de un continente, y desvelamos, a través de sus diplomáticos, dónde comer auténticos platos típicos de Vietnam, Brasil, Suecia, Marruecos y Australia en la capital.
Multiculturalidad en el plato
Madrid es una ciudad con una gran cantidad de oferta gastronómica. De hecho, solo en la ciudad, hay más de 1.600 restaurantes de comida internacional, según la web 11870 [un portal en el que los participantes añaden sus comercios y servicios preferidos]. La china, la italiana, la mexicana, la árabe y la india son las que más abundan. Sin embargo, es difícil encontrar otras nacionalidades más exóticas y lejanas. Es el caso de la comida australiana.
En el número nueve de la plaza de las Comendadoras se encuentra el café Federal, uno de los pocos australianos de Madrid y el local de referencia del segundo secretario de la Embajada Australiana, Christopher Ellinger. Los sábados no se pierde el típico brunch, famoso en los países anglosajones. "Aquí hacen el café como a nosotros nos gusta. Simple, sin florituras", dice Ellinger dándole un bocado a su tostada de huevos revueltos. "Cuando entro tengo la sensación de estar en Melbourne. Además, tienen la cocina abierta a todas horas". Todos los que le acompañan toman el famoso café australiano y comen tostadas untadas con Veggimite, una pasta salada, oscura y amarga hecha con extracto de levadura que se inventó en las antípodas hace más de 50 años.
Ellinger asegura que la cocina australiana se caracteriza por ser ecológica, local y multicultural. "La gastronomía es 40% de otros países y 20% aborigen", señala al tiempo que dice que esta última, conocida como Bush Tucker, se está poniendo cada vez más de moda en la alta cocina de su país. Esto se traduce en productos como el cocodrilo, el avestruz, las larvas o el canguro, aunque en el café Federal solo se encontrará este último tipo de carne. "El canguro lo hemos empezado a comer por fuerza mayor. ¡Hay demasiados en Australia!", exclama este diplomático, que reconoce que lo único que de verdad echa de menos en Madrid es tener su propia Barbacoa. "Allí todo el mundo tiene una. Es lo más nacional de nuestra gastronomía", ríe.
Manjares agridulces de oriente
A más de 10.000 kilómetros del país oceánico se encuentra Marruecos. Allí la cocina es agridulce. Las especias se fusionan con la fruta, la carne y el pescado, creando platos delicados en aromas, sabores y colores. Es tan conocida en España que no es difícil dar con un restaurante marroquí en la capital, aunque sí lo es encontrar uno verdaderamente autóctono.
Abdellah Dghoughi, encargado de Asuntos Culturales en la Embajada de Marruecos en España, lo sabe bien. Lleva años trabajando lejos de su país. De embajada en embajada ha ido conociendo el mundo y descubriendo los mejores restaurantes marroquíes de las ciudades que lo acogían con la intención de sentirse un poco más cerca de casa. No tardó en decidir cuál sería su restaurante marroquí de referencia en la capital: el Al-Mounia (Recoletos, 5). La primera vez que lo visitó sintió que no había abandonado Marruecos. El cus-cus, el tajin y la deliciosa bastela [un pastelillo de hojaldre, carne, canela y miel] le ayudaron a olvidar por unos instantes que estaba en otro en país. "Han sabido captar nuestra gastronomía casera y delicada", dice Dghoughi, que presume que su gastronomía es la única en la región del Magreb que no ha recibido la influencia de la cocina turca, lo que la diferencia del resto de países árabes.
La desconocida comida sueca
Mucho más al norte y de regreso a Europa se encuentra una de las cocinas más desconocidas del mundo: la sueca. En el país escandinavo no solo se come salmón y albóndigas, sino que su oferta gastronómica es rica y sus cocineros de los mejores del mundo. Cecilia Julin, embajadora de Suecia en España, sostiene que en su país existe una gran tradición culinaria donde la fusión y las mezclas están empezando a ganar terreno. "Eso sí, siempre usando productos suecos tradicionales", cuenta. Las frutas del bosque, el reno, el alce, el caviar, el salmón y el arenque son los productos más tradicionales y usados en el país escandinavo.
Hace unos años, Madrid contaba con dos restaurantes suecos, pero cerraron hace unos meses. "La buena noticia es que ha aterrizado uno nuevo en Aravaca", se alegra la embajadora. El Guito's (Blanca de Castilla, 5) sigue la filosofía gastronómica sueca: comida casera, fresca y, preferiblemente, hecha con productos locales. Julin anima a la gente a probar los platos de su país y apunta que la embajada organiza un buffet sueco cada pocos meses para dar a conocer sus platos más relevantes. "Casi todo el mundo cree que son aburridos y sin sabor, pero se equivocan. Quien lo prueba repite", sentencia.
La samba hecha sabor
"La carne secada al sol aderezada con mantequilla líquida de botella". Pedro Miguel da Costa e Silva, Ministro Consejero de la Embajada de Brasil, sueña con este plato imposible de encontrar en España. En el restaurante brasileño Rubaiyat (Juan Ramón Jiménez, 37) no tienen este humilde manjar que tanto echa de menos el diplomático. "Pero tienen otras muchas cosas que adoro de Brasil", se anima. En la mesa no falta de nada. Hay pan de queso, coxinha de galinha [una especie de croqueta rellena de pollo y especias], farofa [harina de yuca] con plátano, pastel de gambas y ¡hasta caipiriña! Un banquete inacabable al que se le añade la picaña y una merluza que parece salida del paraíso.
"Cuando echo de menos Brasil vengo aquí. Sé que todos hablan portugués y la comida es prácticamente igual que en mi país", asegura da Costa con una sonrisa. "Además, los sábados tienen feijoada [un guiso cuya base son los frijoles negros]. Es como estar momentáneamente en casa", suspira y le da un sorbo a su caipiriña.
Da Costa está orgulloso de la cocina brasileña, a pesar de que todavía es algo desconocida más allá de sus fronteras. Defiende que es variada, flexible, abundante y con toques indígenas que no se han perdido con los años. "Aunque tomemos prestado ingredientes y platos de otros países conseguimos hacerlos nuestro. Ahí está la pizza de palmito y tomate o el quindim, un pastel parecido a los dulces de convento que sustituye la almendra por coco", dice mientras se lleva a la boca una cucharada de ese postre cremoso y delicioso.
Al terminar de comer, los diplomáticos vuelven al trabajo con una ligera sensación de nostalgia. Es el efecto que tiene la cocina. Es mucho más que sabor. Es hogar, es familia y ellos, por unos momentos, han estado de vuelta en casa.
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