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LA CRÓNICA DE BALEARES
Crónica
Texto informativo con interpretación

Enemigos en es Baluard

La pintura de Rafel Joan es un desafío y provocación, un manifiesto de disidencia y ruptura social en el museo de Palma

Una colección de obras de Rafel Joan ennoblece el vientre blanco del centro de arte de Palma.
Una colección de obras de Rafel Joan ennoblece el vientre blanco del centro de arte de Palma.Tolo Ramon

El pintor Rafel Joan fue la excusa para el acontecimiento. Muchos artistas reales, extraños, bastantes enemigosdel museo llenaron es Baluard. El artista, complejo, ajeno a las apariencias sociales y de fotos, debutó a lo grande. Su misma presencia allí era un desafío, un manifiesto de disidencia y ruptura en un enclave tan amurallado.

Espigado y flaco, guarda semejanzas con personajes de la versión cinematográfica de la novela Moby Dick de Herman Melville que hizo John Huston, en 1956, mientras Joan estaba en el vientre de su madre. Es más un capitán Akab, un maduro Gregory Peck. Magarola le llaman en Felanitx. Habitó en Barcelona y vive en el campo, perdido en la isla, en Vilafranca.

Una colección de sus obras ennoblece el vientre blanco del centro de arte de Palma. Es una metáfora. El artista trabajó recluso en un mini cantera marés, fresca y apenas sin luz directa, en can Meravell. Es la misma mina que crearon a golpes el poeta Miquel Bauçà, su padre y su abuelo, para sacar piezas de arenisca —dinero— para cerrar su campo y construir su casa. Los Bauçà colonizaban la selva, reconquistaban su tierra. con una tumba antigua. Aniquilaron la selva, garriga.

La obra es pintura, ferro-ferro, por una trayectoria dura. O de piedra viva picada, hecha sin impulsos, reconocible por su coherencia e identificable por sus referencias y parentelas. Es autobiográfica y radical. De los interiores e introspecciones pasó a sobrevolar Mallorca. Y pintó en penumbra, de noche, con la tela extendida sobre el suelo.

Clásicos y rupturistas son los paisajes cenitales sin ninguna casa, autorretratos y miradas sobre Barcelona. Nítidos quedan sus bares, literatos y músicos, con Pere Pla, que cantó sus poetas en el aljibe del museo, otro evento de masas y golpe de timón en el programa.

Para traducir su mirada de pájaro en la búsqueda obsesiva para controlar la luz y la naturaleza sin imitarla, Rafel ha navegado en un ala delta auto giro —peligro real— para ver la piel de Mallorca, su mar antigua, desecada. Paisajes de campos minifundistas que dieron ajos y melones, una superficie de ocres y verdes escrita por los siglos y olvidos.

El habitante de Ibiza, poeta y comisario la muestra de Es Baluard Enrique Juncosa —su prosa nueva, en Los hedonistas— emparenta el ejercicio de los vuelos aéreos del pintor con los que hicieron algunos grandes los clásicos del siglo XX en el nacimiento de las primera líneas muertas hacia abstracción. En sus viajes, Rafel Joan ha ido de la metrópoli preolímpica al desierto africano, para pintarlos años. El poeta Guiem Soler, ausente del catálogo y desterrado con su libro en Portopetro, disfruta de dos joyas de la época.

El colega y contemporáneo Miquel Barceló proclama en el catálogo que “si tengo tres amigos uno es Rafel Joan”. Barceló efectúa un texto fichero de querencias, pintores privados, otra confesión en homenaje. Rafel Joan nunca jamás había realizado una muestra de este calado, retrospectiva. Ni tenía fotos de todas sus obras ni catálogos razonables. Ahora le editan un volumen grueso y digno. El resumen de lo vivido y pintado hasta ahora.

Otros de sus escritores vivos —murió Andreu Vidal, Blai Bonet o Miquel Bauçà— aportan sus memorias acríticas donde se funden con la obra y el pintor. Pulcro y sentido, José Carlos Llop explica su recuerdo sobre cuadros del artista, paisajes y ciudades y Arnau Pons, su amigo y compañero juvenil, profundiza y crea imágenes desde lo que oculta la pintura, las expediciones, sus trazos y vacíos, ellos mismos.

A la apertura de la muestra fueron centenares de personas. Muchas no habían estado nunca —adrede— allí. Su problema está en la raíz y trayectoria de la institución cuya primera piedra, en 2000, enterraron Mariano Rajoy (Ministro de Cultura), Maria Antònia Munar (presidenta del Consell de Mallorca), Juan Fageda (alcalde de Palma) y el creador, el editor Pedro Serra. Francesc Antich era presidente de Baleares y Damià Pons consejero de Cultura.

Es Baluard fue un depósito gigante para aguar navíos. Aún hay quien sigue negándose a acudir al contenedor incrustado en la muralla. Son gestos equívocos de rechazo cultural y personal por la esencia y control de la institución, ven un pecado original. Allí estaban —por Rafel Joan—, el escritor Biel Mesquida, el galerista Juan Antonio Horrach y la artista Susy Gómez, por aludir a tres que dejaron voz de rebeldía y veto contra el museo. Objeción verbal para justificar la ruptura de una abstinencia.

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