Presión y respuestas
Para el Deportivo la victoria en Zaragoza es un tesoro, exprimido como llegó al partido por la victoria del Eibar
En una jornada que exigía respuestas tanto Lugo como Deportivo fueron capaces de alzar la voz y dejar claro que al menos tienen carácter para encarar sus objetivos. En una fase definitoria de la temporada, cuando los rivales por fin aprietan y es preciso perfilar una inflexión, los dos equipos gallegos no sólo alcanzaron rendimiento y resultado sino que recuperaron su mejor versión para hacerse fuertes y sentirse confiados. El Lugo lo hizo ante el Recreativo (al que superó 2-0), de nuevo audaz y atinado con la pelota, tanto como para a través de ella desactivar a un equipo del caudal ofensivo de los onubenses, paciente para desgastar y encontrar el refinamiento que le otorga Rennella, azuzado por la ración de banquillo que le recetó Quique Setién. Para el Deportivo la victoria (0-1) en Zaragoza es un tesoro, exprimido como llegó al partido por la victoria del Eibar en Miranda, una noticia dolorosa no sólo por los puntos que sumaba un rival directo sino por el dónde y el cómo.
Era el momento. Lo era para el Lugo, que llegó al fin de semana como paradigma de la locura en la que se ha instalado la Segunda División, equidistante entre la promoción y el descenso, a tres puntos de ambas estaciones. Pero su mirada no puede dejar de ser la de un modesto que además no marcaba dos goles en un partido desde mediados de noviembre, la de uno que además no está acostumbrado a pelear en la presión de las catacumbas. Desde que Setién llegó a Lugo el equipo jamás se ha visto obligado a plasmar su irrenunciable idea de fútbol bajo la presión de una mala clasificación. Ante el Recreativo puso en juego ese sosiego, que no es poca prenda, y más ante la perspectiva de un calendario nada amable. Nueve puntos más de los 33 que restan en juego más le llevarían a su meta. A partir de ahí ya es terreno para los sueños y conviene no olvidar que este equipo lleva pisándolos desde hace cuatro años.
Esperanzarse sí que es una obligación para el Deportivo, que descuenta puntos y jornadas para acercarse a la línea del ascenso. Y en esa ruta tiene ganado algo que semeja esencial: sabe que es lo que debe hacer. Cuando por una entendible codicia deportiva, por ambicionar dar un paso más al frente respecto a lo que es en busca de algo más próximo a lo que fue, el equipo olvidó apretarse el corsé defensivo, los resultados no le acompañaron. En Zaragoza volvió el Deportivo inescrutable para el rival, el que marca y guarda el botín, a veces con ese paso atrás que tanto inquieta, pero que acaba siendo un bálsamo porque el equipo sabe amurallarse y lograr que su área pase a ser de balonmano más que de fútbol, un terreno insondable para las pisadas del oponente. El Depor supera los problemas que le asolan en ataque, no sólo la impericia sino también las lesiones, con una zaga de nombres y hombres, con la confirmación de un Insua imperial y un sentido colectivo en defensa que jibariza a rivales sin talla o alterados como éste peor Zaragoza que se recuerda, al que prácticamente descartó ayer como rival en la clasificación final. Mirar hacia la histórica Romareda, semivacía, enfadada con el mundo y enfocando hacia el desastre de la Segunda B obliga a ponderar el trabajo realizado en los últimos meses en el Deportivo. El de todos, el de los futbolistas, el de quien los prepara, el de quienes planificaron desde el despacho y el de los que le han puesto pilas al juguete para que siga ilusionando.
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