Coartadas para el inmovilismo
"No es firmeza, sino falta de inteligencia vanagloriarse de mantener la misma política contra el terrorismo que sin él"
En las últimas semanas hemos asistido una vez más al desencuentro entre la política vasca y española, como si se tratara de dos mundos que se ignoran entre sí. Mientras en Bilbao los verificadores del proceso de paz anunciaban el primer paso en el desarme de ETA ante una presencia extraordinaria de medios de comunicación y una repercusión considerable en el ámbito internacional, el Gobierno español callaba. Un silencio sostenido, roto solamente por la intervención de los grupos vascos durante el que debiera ser el debate por excelencia en la política española, el Debate del Estado de la Nación.
Con su silencio, el Gobierno español parece querer ignorar la evidente realidad: el fin de ETA. Como si le incomodara o le cogiera a contrapié. ¡Qué lejos quedan, y no solo en el tiempo, aquellos momentos que dignificaron la política como aquel en el que el presidente Zapatero buscaba el respaldo del Congreso para acometer valientemente un proceso de paz que frustró ETA, pero sin el cual no habríamos llegado hasta aquí! Y es que, a pesar de que parece no convenirle a un Gobierno temeroso a los cambios y que se mueve cómodo ante un enemigo que ya no existe, ETA anunció hace dos años el cese definitivo de su actividad armada, dejó de aprovisionarse económicamente y ha dado los primeros pasos para entregar las armas.
Pasos tímidos e insuficientes para la mayor parte del arco parlamentario. ¿Pero, acaso, hay algún final del terrorismo en el mundo que no haya sido el resultado de pasos tímidos e insuficientes que finalmente conformaron su último eslabón? Afortunadamente han quedado definitivamente superados aquellos dramáticos momentos en que cada vez que se detenía a un miembro de ETA, más de uno de sus correligionarios estaba dispuesto a coger las armas. Frente a esa realidad, ahora, los representantes de la banda armada muestran su disposición a entregarlas. La etapa más negra de nuestra historia ha acabado a pesar de que a algunos les resulte muy difícil hacer política sin ella.
¿Acaso hay algún final del terrorismo en el mundo que no haya sido el resultado de pasos tímidos e insuficientes "
No es firmeza, en mi opinión, sino falta de inteligencia vanagloriarse de mantener la misma política contra el terrorismo que sin él. Es del todo sensato y justo exigir del Gobierno un cambio en su política penitenciaria porque las razones que motivaron su existencia han desaparecido. No hay un frente de ETA en las cárceles para alimentar la lucha armada, frente al cual la dispersión era un instrumento para cortocircuitarlo, sino que hoy los presos de ETA han manifestado aquello que siempre se les exigió desde la política: el acatamiento a la ley existente para iniciar los pasos individuales hacia la reinserción.
Decía el Presidente Rajoy que no le debe nada a ETA, pero sí le debe a la sociedad en su conjunto una respuesta adecuada a la nueva realidad que se vive. Porque la sociedad merece terminar bien esta batalla ganada. Para algunos parece ser más fácil seguir hablando de "trampas", "terroristas" "líneas rojas para pactar con la izquierda abertzale " etcétera, esto es, utilizar un mar de argucias para no moverse.
Un claro ejemplo de ello es lo que está ocurriendo en la política navarra y, más concretamente, cómo se esgrime el fantasma de Bildu para frenar el cambio político. ¿Tendrán que seguir interviniendo los tribunales europeos para poner coto a los excesos? ¿Seguiremos dando oportunidades a una opinión publica internacional que asiste incrédula al espectáculo de unos verificadores del proceso de desarme de ETA llamados a declarar a la Audiencia Nacional en una situación sin precedentes que avergüenza e indigna a cuantos queremos cuanto antes que se complete el fin de ETA? Ha sido reconfortante desde mi punto de vista ver que el Gobierno vasco haya apoyado, sin dudar, la labor desarrollada por este equipo internacional, y merecería tener un respaldo político y social amplio para seguir llenando los espacios que deja un gobierno español irresponsable en esta cuestión. También la sociedad lo debe blindar, y si por algo debe estar dispuesta a movilizarse es por impedir que nadie alargue este proceso innecesariamente, y menos el Gobierno Español.
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