Bodas de oro con Monteverdi

Pocas veces en un concierto se tiene la sensación de estar escuchando la mejor interpretación posible de una partitura. Sucedió el pasado viernes, en el Palau de la Música Catalana, ante la sublime versión de Vespro della Beata Vergine,de Claudio Monteverdi, bajo la dirección de John Eliot Gardiner. De hecho, ante la fantasía y riqueza de matices de su lectura, muchos tuvimos la certeza de que el veterano director británico ha alcanzado la gloria en la interpretación de esta cima de la música religiosa de todos los tiempos.

La relación Monterverdi-Gardiner es única: lleva medio siglo conviviendo con esta música a través de conciertos y grabaciones de referencia, cinco décadas de reflexión sobre cómo ordenar y dar vida propia a esta colección de piezas que resumen lo que era Monteverdi en 1610, año en que se publicó en Venecia el imponente volumen de música sacra italiana en honor de la Virgen María, y lo que sería después, como forjador de las señas de identidad del primer Barroco.

Gardiner ilustra, desde la sabiduría y la inspiración, el milagro musical que encierran las Vísperas: la transición del Renacimiento al Barroco, en un arco que conjuga la atmósfera espartana del canto gregoriano con las osadías técnicas de sus madrigales y el sentido del color y exuberante virtuosismo de sus óperas. Y para hacer posible su sueño de perfección, fundó en 1964 el Coro Monteverdi, que en este concierto del ciclo Palau 100 celebra precisamente sus bodas de oro cantando la música que le vió nacer. Si alguien decide anotar en un papel las virtudes que debe tener el coro ideal, obtendrá un fiel retrato de esta formación inglesa que ha encontrado por voluntad de Gardiner un sonido coral que suena lo menos inglés posible: lo tienen todo, desde la afinación exacta a la claridad en la articulación, la calidez del empaste, la flexibilidad y la plenitud en toda la gama dinámica.

El uso de diferentes espacios del Palau para recrear los efectos de eco, y los sutiles diálogos entre las voces solistas y los virtuosos English Baroque Soloists, a los que se sumó con éxito el coro infantil del Orfeó Català, propiciaron momentos de intensa espiritualidad, refinados efectos y clímax radiantes. Ante la grandeza de esta música, el silencio y la concentración del público durante 100 minutos, sin interrupción, fueron tan impresionantes como la explosión de júbilo al final del concierto.