_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nos la han clavado

En Calatrava confluyen genio, exceso, banalidad y chapuza

El arquitecto Santiago Calatrava, anticipador de la Valencia del siglo XXI, según algunos, ha demandado a Esquerra Unida del País Valencià, a la que reclama una indemnización de 600.000 euros —este hombre parece que no mueve un dedo por menos— y exige el cierre de la web de esta coalición, calatravatelaclava.com, origen de la queja. El ministerio fiscal no está por la labor y el juez resolverá uno de estos días sobre las mentadas peticiones. Mientras, el lector curioso puede consultar la referida página y comprobar si en ella se injuria, insulta o atenta contra el honor del eminente ingeniero y artista, que lo es y de qué manera. Muy al contrario, le sorprenderá el rigor, la amenidad, el respeto personal e incluso el diseño de ese espacio digital, digno del su universal y criticado protagonista.

Nosotros, al filo de esta web, hemos evocado la aparición o reaparición por estos pagos de este ilustre paisano a finales de los 80, cuyo renombre estaba solo al alcance de sus colegas más enterados. El museo de la entonces Ciudad de las Ciencias fue como su tarjeta de presentación, un alarde creativo que nos deslumbró por la novedad de los materiales empleados, dimensiones e insólita audacia de su trazado. Siglos después y a ras del suelo nos permitía revivir las sensaciones que embargarían a los fieles que acudían a las catedrales góticas, aunque con más luminosidad y ningún eco divino ahora. Pero esta no era la primera obra del señero arquitecto en la ciudad. Antes se había enredado en la construcción del todavía inacabado puente 9 d’Octubre, donde ya surgieron desavenencias en punto a sobrecostes y plazos de ejecución. Una constante que se ha prolongado a lo largo de su fecunda obra.

Y eso es lo que relata la cuestionada web que glosamos, y que con menos cifras han relatado antes el acreditado especialista Llàtzer Moix (Arquitectura milagrosa, Anagrama) y no pocos reportajes periodísticos, críticos o laudatorios, pero por lo general huérfanos de esa información obstinadamente ocultada junto a otras circunstancias y sucesos asimismo silenciados. Nos referimos al precio final y detallado que los valencianos hemos pagado por esta apoteosis arquitectónica donde confluyen el genio, el exceso, la banalidad y la chapuza, unos componentes que en distintas dosis condimentan nuestro talante mediterráneo, un punto fallero.

Comprendemos que nuestro singular paisano se haya sentido herido por lo que considera una vulneración de su privacidad, avezado como está a gestionar de tapadillo sus relaciones con la Generalitat, su dócil cliente. Ambos han procedido como Juan Palomo, se lo guisaban y comían sin darle tres cuartos al pregonero. Resulta obvio que el arquitecto es muy dueño de sus silencios, pero no así el Gobierno que administra los dineros públicos. Este debe rendir cuentas y sacudirse toda sospecha, pero también es sabido que el PP padece una pertinaz alergia a la transparencia, que es un síndrome de su renuencia a la democracia. De ahí su cerrazón que, junto a los sobrecostes y precios desmadrados, han acabado por clavárnosla a tope a los ciudadanos rasos, legitimados para tirar respetuosamente de la manta.

Y una adenda. El diputado de Compromís Joan Baldoví ha vuelto a montar un numerito grotesco en el debate sobre el estado de la nación. Si trata de hacerse notar, lo ha conseguido. Ya se sabe que puede hacer el payaso, pero no enhebrar un mínimo discurso. Callado gana mucho.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_