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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘La caníbal’, nutrirse de palabras

La librería nace en Barcelona como lugar de encuentro y herramienta de lectura, debate y vida

Mercè Ibarz

Mal podría haberse imaginado el insigne Edmund Burke (1729- 1797), teórico de lo sublime y lo bello, padre del liberalismo conservador británico, que una de sus reflexiones sobre la Revolución Francesa daría nombre a esta librería, La caníbal, especializada en libros para el debate crítico. Antes que ser devorados por el marasmo del capital, mejor comérselo a dentelladas y transformar lo dominante con libros y conversación, intercambiando experiencias y palabras, usando el dinero a favor de la vida. De eso va La caníbal. Esta misma tarde, jueves 13 de febrero, primer acto. Empieza la aventura, en el 314 de la calle Nàpols.

Aún no está abierta, pero ya se ha puesto a disposición del debate y la ironía. La escritora Andrea Valdés y el artista David Bestué presentan hoy (a las 19.30 h) un nuevo número de su publicación autoeditada La línea sin fin. Es el cuarto volumen de una historia que arranca con un muchacho que se sale de un cuadro en 1873 para huir de la crítica de arte y que llegará en los dos próximos números hasta la rebelión transgénica de 2030. Una revisión sardónica de acontecimientos. El fascículo que se presenta hoy está dedicado a la Cataluña pujolista…

No es una paradoja, al contrario, que el caos en el mundo del libro se traduzca en nuevas librerías y propuestas, la crisis también tiene este efecto. Nada de brotes verdes, el austericidio sigue para la mayoría de nosotros pero estos libreras y libreros son un signo de que algo profundo se mueve entre quienes están alrededor de los 40 y los que les siguen (otro caso es el teatro). Los nombres de sus librerías recientes en Barcelona traducen un humor y una inteligencia imprescindibles y significativos: La impossible (Eixample, síntesis de la clásica combinación de lucidez y coraje), NoLlegiu (Poblenou, otra muestra de imaginación paradójica de gran estilo), La Memòria (Gràcia, nombre que leo en clave de humor ante tanto alzheimer galopante de los cerebros que nos piensan) y, ahora, La caníbal.

Una necesidad permanente de nutrirse, de explotar el hambre de alternativas que permitan ampliar el horizonte y creer de nuevo en lo colectivo, no dejarse comer sino retroalimentarse. Así traduzco el nombre de la librería mientras las Caníbal me explican su proyecto. Son una cooperativa de tres socias (dos mujeres y un hombre, han decidido hablar en femenino plural) que provienen del arte contemporáneo y se presentan como trabajadoras culturales. Gentes competentes y preparadas, entre los 39 y los 43 años, que se han hartado de la precariedad y se niegan a ser llamadas emprendedoras. Lo suyo, afirman, fieras, es auto-ocupación.

Amanda Cuesta, Julia Montilla y Jesús Arpal han sido siempre autónomos, no han capitalizado el paro porque no han tenido nunca subsidio cuando se han quedado sin trabajo

Amanda Cuesta, Julia Montilla y Jesús Arpal han sido siempre autónomos, no han capitalizado el paro porque no han tenido nunca subsidio cuando se han quedado sin trabajo, y aquí han puesto sus propios recursos. En sus ocupaciones anteriores, también han sido libreros o se han autoeditado. De Julia Montilla tengo viva su exposición en la Miró a propósito de nuestras fantasmagorías de raíz religiosa, Amanda Cuesta fue comisaria entre otras exposiciones de Quinquis de los 80 en el CCCB, y Jesús Arpal es artista y ha sido librero de Anti, en Bilbao.

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Construir la propia vida, de eso se trata. Trabajar en colectivo, apoyándose mutuamente, no ser tan frágil como lo ha procurado este inicio de siglo, huir del infantilismo alimentado por el ámbito institucional, ese Estado que en lo cultural ha sido siempre precario para los jóvenes y ahora es insostenible.

Los estudiosos los llaman precariado cognitivo, los precarios del conocimiento superlativo, una fórmula para hablar de una nueva clase social. Gente muy preparada y formada que no tiene un sitio de trabajo. Tiene curro de vez en cuando, solo eso, y ahora ni eso. El término surgió ya en los 80 para hablar de los artistas jóvenes y las condiciones exigidas por el mercado a su trabajo y creación: flexibilidad y disponibilidad extremas, a toda hora, una vocación que lo justificara todo aunque nunca se cobraran todas las horas ni toda la obra.

La Associació Solidària Contra l'Atur (ASCA), de largo recorrido, ha facilitado un muy buen crédito a La caníbal, equilibrado, la cuarta parte. Lo cuento aquí porque es casi desconocida esta labor suya, que lleva a cabo junto a la fundación Seira. Además de financiar, ASCA ofrece formación y asesoramiento. La caníbal ha contado con un tutor, Miguel Vila, su ángel de la guardia. Frente a los préstamos de la banca, que rayan la usura (un 8%), la de esta línea cooperativista es aire puro.

Y así nace una nueva librería. Se suma a otras cooperativas libreras como La ciutat invisible (Sants), La pantera rossa (Zaragoza), La hormiga atómica (Iruña) o Synusia (Terrassa). La caníbal inaugura este domingo, a la hora del vermut, para darse a conocer en un barrio de densa red social y que puedan acudir tantas gentes que han de conciliar un montón de horarios: de las doce a las cuatro de la tarde, en Nàpols 314.

Mercè Ibarz es escritora.

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