Fabra no logra ser un líder
Es un lugar común señalar su poquedad y su dependencia de la secretaria autonómica Esther Pastor y del secretario del PP Serafín Castellano
Pronto se cumplirán los dos años y medio de la llegada de Alberto Fabra a la presidencia de la Generalitat. Las preguntas que cabría hacerse son: ¿En estos casi 30 meses la Comunidad Valenciana está mejor o peor? ¿La institución ha ganado prestigio, lo ha mantenido, o más bien lo ha perdido? Me temo que las respuestas no son positivas para el president.Es verdad que heredó una situación política y económica muy grave; pero su mandato ha evolucionado de lo esperanzador a lo tragicómico y corre el riesgo, serio y real, de acabar siendo la rechifla general si no pone pronto remedio al desmadre en que se han convertido el Gobierno y el partido que preside. Su ausencia de liderazgo es de tal calibre que es un lugar común señalar su poquedad y su dependencia de la secretaria autonómica de presidencia, Esther Pastor, y del secretario general del PP, Serafín Castellano. Una pareja a la que se ha unido la actual directora general de Comunicación, Lola Johnson. Un trío que ha desestabilizado el Consell con sus celos, recelos y desconfianzas sobre el vicepresidente, José Ciscar, y la consejera de Educación y Cultura, María José Català, los dos políticos con mejor valoración dentro del Gobierno autonómico.
Cabe suponer que esta labor de zapa y de desestabilización cuenta con el conocimiento y la autorización del propio Fabra. Pensar que se ha actuado a sus espaldas es imposible. Si así fuera, la conclusión sería que el president está secuestrado políticamente por una camarilla de irresponsables, en la que desempeñaría un papel fundamental Castellano, convertido en un pirómano social y en un alborotador en el PP.
La algarada a cuenta de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), iniciada por el consejero de Gobernación a la que se sumaron, tan alegre como irresponsablemente el presidente Fabra y Jorge Bellver, portavoz del grupo parlamentario popular en las Cortes Valencianas, y que aprovechó Johnson para meterle un dedo en el ojo a la consejera de Educación, ha sido uno de los mayores despropósitos políticos del PP. No es este el espacio para recordar la secuencia de los hechos. Baste decir con que se empezó amenazando con cerrar la AVL y se ha acabado pasándole la patata caliente al Consell Jurídic Consultiu. Por el camino lo que ha quedado ha sido otro intento de desestabilizar la Acadèmia para alcanzar un beneficio partidista, la torpe y mentirosa cortina de humo con que cubrir la incapacidad política de un Gobierno para solucionar los problemas reales, la fallida recuperación del anticatalanismo y una lista de víctimas en el propio PP, entre las cuales se encuentran los promotores del dislate. Coincido con Jesús Civera en que Castellano y Johnson han quedado muy marcados al recuperar una estrategia política que no se corresponde con la época actual. Ambos deberían reciclarse, pertenecen a un PP viejo, desconectado de la realidad de la calle.
Fabra debe plantearse muy seriamente qué hacer. El ministro García Margallo le emplazó en una cena en Valladolid, ante testigos, a tirar del carro para ganar las elecciones o dejar paso a otro. Fue algo más que una advertencia porque en los sondeos de que dispone Génova pintan bastos para el PP. Una macroencuesta de 20.000 entrevistas para toda España apunta que el PSPV de Ximo Puig ya está por encima del PP en votos y escaños. Y los datos que maneja la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, señalan que gana las elecciones, pero pierde la alcaldía. Como le pasó a Clementina Ródenas en 1991.
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