Liñares al alcalde de Lugo: “Un cacique es un gestor de la cercanía”
El exconcejal de Lugo expresó al alcalde su admiración por la forma de gobernar de Baltar
A finales de enero de 2012, con Rajoy instalado en el Gobierno, en pleno proceso de ceses de altos cargos socialistas, el presidente de la Confederación Miño-Sil, Francisco Fernández Liñares, recoge sus cosas. Ahora va muchas tardes a la finca de su chalé de A Ponte, en Lugo, que junto con su piso aparece descrito por los investigadores como lugar de encuentro con gente de Vendex. Telefonea a su mentor, Orozco. Liñares (el hilo del que empezó a tirar la juez en 2010 hasta desenrollar el grueso ovillo de la Pokémon), le cuenta que, como es una persona con “espíritu de paz” le “gusta”, por primera vez, ver las cosas “desde fuera”. Dice que “la cosa española” (la crisis) está “absolutamente mal”. Y filosofa: “Es algo del campo de la psiquiatría”, “de casi renunciar a ejercer el poder político en aras de un poder desconocido”. “No tiene explicación” que “la gente no pueda llevarse un salario a fin de mes”.
Se conoce que Garbancito (alias en la trama) tiene ganas de hablar. Sobre el partido, le comenta a Orozco que a él le “gustaba más Rubalcaba”, pero que la solución del PSOE “no pasa por ninguno”, sino por “una sociedad que madure, un aburrimiento”. Entonces “la gente votará a quien sea” salvo al Gobierno. Luego vuelve a su trance personal: planea quedarse en la Confederación, en la “pachurreira” oficina de Lugo. “Podíamos hacer una plaza en la Subdelegación”, añade, “pero ¿quién va allí teniendo algún espíritu laboral? No hay un papel que mover... No voy ni de subdelegado”.
“Rajoy está acojonado”
Volviendo a la crisis, Orozco, alcalde de la ciudad que describen los de Vendex como “la gallina de los huevos de oro”, comenta a Liñares que “la cosa está jodida”, que “dan ganas de escapar” del despacho. A lo que su amigo responde: “Me dijeron que Rajoy está acojonado”. “No me extraña”, sigue el regidor. La conversación se alarga, y recala de nuevo en el hacer político. Liñares pone como paradigma a Baltar padre, que acaba de abdicar a favor de su hijo. “En nuestro partido no hay muchas ganas de aprender”, pero “el profesor era Baltar”, “un fenómeno” que “merece mandar”. Y aprovecha para criticar a un rival de siempre, Besteiro, a “años luz” de Baltar, porque gobierna “a distancia” y se deja “chantajear” por el BNG. “El siglo pasado el caciquismo era un motivo de atraso, un abuso”, pero “la sociedad actual exige caciques modernos”. “Un cacique ahora sería un gestor de la cercanía”. Y los amigos se despiden:
Liñares. Vamos a gestionar la cercanía.
Orozco. Eso es, vale.
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