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transportes metropolitanos

Piedras en el camino del tranvía

San Fernando y Chiclana dudan de la viabilidad del proyecto que la Junta defiende para mejorar la movilidad en la bahía de Cádiz La Consejería de Fomento cree que se trata de un “boicot” de los Ayuntamientos del PP

Obras del tranvía en Chiclana de la Frontera (Cádiz).
Obras del tranvía en Chiclana de la Frontera (Cádiz).román ríos

Las vías escupen el agua en la calle Real. La lluvia provoca largos y estrechos ríos por San Fernando en los raíles por los que debería circular el tranvía. Hay losas levantadas y vallas como heridas visibles de un proyecto inacabado. La ciudad gaditana aguarda su tranvía pero esos nuevos riachuelos que forma la tormenta consolidan las dudas. El dueño de la juguetería Mame, Juan Manuel Abreu, se lo toma a risa y ha colocado una taquilla ficticia en su puerta. Vende billetes a ninguna parte. “No creo que nunca veamos el tranvía”, dice delante de su tienda vacía. La Junta de Andalucía, impulsora de la idea, no se resigna a pesar de lo que ya no duda en calificar como un “boicot” del PP contra el nuevo medio de transporte.

La Consejería de Fomento cree firmemente en que el tranvía de la bahía de Cádiz será una realidad. “Es una necesidad”, sostiene su delegado en Cádiz, Manuel Cárdenas. Informes autonómicos cifran en más de 60.000 los vehículos que se dirigen a Cádiz diariamente desde San Fernando. El servicio de autobuses se encuentra saturado de estudiantes, trabajadores y usuarios del hospital. Sobre esa base se ideó un proyecto que unirá Cádiz, San Fernando y Chiclana y que costará unos 225 millones de euros.

El tramo más avanzado es el que cruza San Fernando, el que recorre los tres kilómetros de la calle Real, la principal arteria de la ciudad, que pasó de ser la vía transversal para los coches a una calle semipeatonal. Contó con el aval del PA, que entonces gobernaba, y la Junta comprometió el dinero. La llegada del PP al Ayuntamiento frenó esa unanimidad. A los populares nunca les convenció el tranvía.

Hace unos días el alcalde, José Loaiza, junto al de Chiclana, Ernesto Marín, ambos del PP, desvelaron que Renfe, a pesar de los preacuerdos alcanzados bajo el mandato de Zapatero, no tenía intención de gestionar el tranvía como aguarda la Junta. Lo anunciaron como una crítica al Gobierno andaluz por avanzar en un proyecto sin atar cabos. Es decir, que tras siete años de obras no está claro lo principal, la empresa que se encargará de explotar el tranvía. Sin Renfe, la Junta tendrá que recurrir a un operador privado. El Gobierno andaluz no se resigna, confía en llegar a un acuerdo con la compañía y cree que el PP se ha retratado en su boicot al tranvía. “A todo lo que huele a tranvía le ponen trabas”, lamenta el delegado de la Junta en Cádiz, Fernando López Gil. “Lo que deberían haber hecho los alcaldes es pelear con Renfe para convencerle de que debe gestionar el tranvía”, les reprocha el consejero de Presidencia, Manuel Jiménez Barrios.

El proyecto de la Junta que unirá Cádiz, San Fernando y Chiclana costará unos 225 millones de euros

No es el único problema al que se enfrenta el tranvía. No hay visto bueno tampoco para la necesaria subestación eléctrica ni la empresa ferroviaria Adif ha dado su aprobación a que use las vías del tren en dirección a Cádiz. A eso se une la permisividad municipal con los coches en la calle Real, que favorece la rotura del suelo de granito por el que van las vías. En un informe, la Junta calcula que por esta calle ya semipeatonal circulan al día más de 2.000 vehículos, 200 de ellos camiones.

Queda algo más de un año para las elecciones locales pero PSOE e IU creen que el PP hará todo lo posible para que la previsión de que el primer tranvía en pruebas circule por la isla antes de esa cita no se cumpla.

Muchos vecinos han terminado aceptando esa calle Real semipeatonal, que incluso ha levantado el negocio hostelero, aunque no el resto de comercios. Abreu, el dueño de la juguetería Mame, fue uno de los pocos que, antes de que empezaran las obras, se manifestó en contra del tranvía. Fueron minoría. Ahora, ante las vías vacías, cree que el tiempo le ha dado la razón. Ha decidido quitar la taquilla ficticia que puso en Navidades. Esa en la que vende billetes imaginarios a ninguna parte. Después de abrirla como una broma, ha dejado de hacerle gracia.

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