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Cooperar en busca del trabajo y la autoestima perdidos

Parados de más de 45 años crean una entidad para la gestión emocional del desempleo

Reunión de desempleados de DIGAM.
Reunión de desempleados de DIGAM. G. F. LOMBARDI

Apoyo mutuo entre parados para acompañarse tanto en el terreno emocional como en la búsqueda de empleo. Con este objetivo nace la asociación Dignidad y Grupo de Ayuda Mutua (DIGAM), impulsada por 15 desempleados de más de 45 años tras acudir durante dos meses a sesiones de apoyo psicológico coordinadas por un equipo de psicoanalistas. Su objetivo es dar respuesta a la situación de desamparo en la que se encuentran las personas maduras sin empleo: 88.900 en Cataluña según la última Encuesta de Población Activa.

Los integrantes de la asociación se definen como “la nueva generación de excluidos sociales”. Son personas que, después de trabajar durante más de 30 años, se han quedado sin trabajo. Algunos de ellos han agotado la prestación por desempleo o la renta mínima. “Somos la gente que pensaba ‘a mí esto no me va a pasar”, resume Inés, agente de viajes de 57 años que quedó en el paro tras el cierre del operador turístico Orizonia. “No hemos sido nunca clase acomodada pero tampoco éramos pobres”, resume José, que trabajó como comercial desde los 18 años.

Cuando se quedaron sin empleo, cada uno reaccionó de forma distinta. Pero todos se sentían desamparados, sin saber que hacer; padecían ansiedad y algunos incluso pasaron por un período de depresión. Entonces decidieron acudir al grupo de ayuda mutua propuesto por un grupo de psicoanalistas a CC OO. Una de las terapeutas que coordinaba los grupos, Daniela Aparicio, destaca el cambio que estos parados han experimentado tras el paso por el grupo de apoyo: “Cuando empezaron las sesiones se sentían víctimas pasivas; ahora, aunque están en paro, son personas activas”. José, uno de los integrantes de DIGAM, pone palabras a esta evolución: “Levantarse era muy duro, porque te sientes muy culpable por estar en paro. Ahora no cobro, pero me siento como si trabajase”.

La asociación se dirige a personas sin empleo mayores de 45 años (aunque también pueden acudir desempleados más jóvenes), con cargas familiares, parados de larga duración y con poca formación. Cuando un parado entra en la asociación, la palabra es el elemento fundamental: cuentan cómo se sienten y la experiencia que pueden aportar al proyecto. Además de la gestión emocional del paro, los miembros de la asociación realizan tareas de sensibilización social y formación, y quieren empezar a tejer una red de contactos con empresas y centros de búsqueda de empleo para conseguir oportunidades de trabajo. La entidad prevé autofinanciarse, pero también quiere buscar fondos públicos y privados (campañas de micromecenazgo y donaciones de particulares). Además, quieren contactar con otras asociaciones de parados para crear sinergias y dar a conocer la vertiente de trabajo emocional de DIGAM.

Todos los integrantes de la asociación, a pesar del bache emocional provocado por el desempleo, tienen ganas de hacer cosas. “Eso es algo que a la Administración muchas veces no le interesa; prefiere que te quedes dormido”, razona Laura, de 52 años. “En el SOC [Servicio de Ocupación de Cataluña] son sinceros: te dicen que con la edad que tienes, si no te mueves por tu cuenta será difícil que te proporcionen un empleo”, continúa. “Los servicios públicos de empleo están desbordados, terminas por sentirte como un expediente”, explica Inés. Como resume José, “se trata de que entre nosotros, de igual a igual, nos dotemos de las herramientas para fabricar una caña en lugar de esperar a que alguien nos dé el pescado”.

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