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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A ver quién es más rojo

Los socios del Gobierno tienen derecho a marcar sus diferencias ideológicas, pero sin pensar en las urnas, por ahora

En 100 días, Susana Díaz ha pasado de ser una joven promesa del socialismo sevillano a ser referente de su partido en todo el país.

Los analistas discuten si esa vertiginosa ascensión al estrellato político se debe a la orfandad del PSOE o a la pujanza de esta mujer nacida en Triana hace 39 años. Sea como fuere, el hecho es que la presidenta de la Junta de Andalucía, cargo en el que cumplirá 100 días el próximo lunes 16, se ha convertido en una figura relevante de la política nacional, con una gran influencia en su partido. Por ella misma, y por lo que tiene detrás: la comunidad más poblada del país y la que cuenta con mayor número de militantes socialistas.

Todo apunta a que este éxito instantáneo no se le ha subido a la cabeza. Que centra su futuro inmediato en Andalucía, “donde quiero estar”, decía en Abc hace unos días. Y añadía algo fundamental que necesita: “La confianza de los andaluces en las urnas, confianza que aún no he obtenido porque no me he presentado a unas elecciones”.

Demos pues por cerrado el capítulo de “Susana a Madrid” que querrían escribir algunos. Es aquí donde tiene que demostrar que, además de juventud, buen discurso, ideas claras y liderazgo, sabe gobernar. Y gobernar en tiempos de crisis, con las arcas semivacías y, atención, en coalición con otro partido.

La alianza PSOE-IU, forzada por el resultado de las urnas, parece que goza de buena salud, para disgusto de la derecha ansiosa de ocupar San Telmo. Pero de vez en cuando surgen latigazos verbales que apuntan a que los dos socios del Gobierno comienzan a mirar el calendario y a pensar en las próximas elecciones autonómicas. Peligro.

Sería peligroso que unos y otros perdieran los nervios y calcularan mal los tiempos. Sería catastrófico que la legislatura se interrumpiera antes de un tiempo prudencial, por el cálculo egoísta de uno u otro, con el señuelo de arañar un mayor porcentaje de votos.

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Adelantar unas elecciones que deberían celebrarse en marzo de 2016 solo por un interés partidista sería un grave error. Para Andalucía y también para el futuro de los líderes de los dos partidos de la coalición, la presidenta Díaz y Antonio Maíllo, coordinador regional de IU.

En ese sentido, parece prematuro que dirigentes de las dos formaciones comiencen a marcar territorio antes de tiempo. La oferta de Díaz de tender la mano al principal partido de la oposición no debe provocar celos en las filas de IU. Es lógico que el Gobierno intente consensuar con el PP algunas medidas para salir antes y mejor de la gravísima crisis que padece la comunidad.

El Gobierno de coalición tiene que demostrar, antes de ir a las urnas, que se puede gobernar con más sensibilidad hacia los más desfavorecidos. Y si por falta de dinero hay que recortar algunos servicios esenciales, como puede suceder a la hora de aprobar los presupuestos de 2014, debe justificarlo con claridad ante la ciudadanía.

Gobernar es mucho más que tomar decisiones. Gobernar es explicarlas, de manera convincente y sin eufemismos. Sin ambigüedades. Sin disfraces. Para mentiras, ya está el ministro Montoro, quien afirma que los salarios suben y los impuestos bajan desmintiendo los datos oficiales que salen de su ministerio.

Los socios del Gobierno tienen derecho, claro está, a marcar sus diferencias ideológicas. Pero deben hacerlo de manera respetuosa y sin pensar en las urnas (por ahora). Sería lamentable que iniciaran una carrera de “a ver quién es más rojo”, cuando aún no se ha cumplido ni la mitad de la legislatura. Ya llegará el momento.

Deberán hacerlo, además, sin perder las formas. Sin dejar cadáveres en el camino. Porque es muy probable que éste no sea el último Gobierno de coalición de la izquierda socialdemócrata y comunista en Andalucía. Al tiempo.

@JRomanOrozco

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