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crítica | danza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un interior ansiosamente vacío

La singular adaptación de la bailarina y coreógrafa Lesley Telford es seria, amarga, muy concentrada y satisfactoria por su madurez

Dentro de la VIII Muestra de la Red de Teatros Alternativos, una singular adaptación de la bailarina y coreógrafa canadiense sobre una obra propia que ya estrenó en el Madrid en Danza 2012 y en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

Sentenciaba Eduardo Haro Tecglen, decano insustituible de nuestra crítica teatral, que no había teatro pequeño que mermara la grandeza de un actor; esta verdad puede, sin demasiada presión, extrapolarse al terreno de la danza moderna (en el ballet académico la consustancialidad de la vastedad planimétrica es otra cosa). Telford juega con el espacio y los planos habitacionales de la sala DT, que aun vacíos, son transformados por la presencia de ella misma y de sus bailarines de apoyo. La inspiración literaria de Gaston Bachelard es quizás ahora más presente: hay una metáfora visual de cambio de paisaje, de vulneración de lo construido.

Paredes de papel

Coreografía, baile y vestuario: Lesley Telford; escenografía e instalación: Yoko Seyama; música: Hilary Hahn, Haischka y otros; luces: José Helguera. Con Dimo Kirilov y Fernando Carrión. DT Espacio Escénico. 10 de diciembre.

No puede saberse si es intencional esta vez, pero las hileras de casitas de cartón a lo Magritte eran menos regulares que en Alcalá. De hecho, la obra es otra, aun con su cierto desajuste inquietante.

El público es obligado a deambular, la megafonía a tiempo alterno da un relato levemente descriptivo y un piano atmosférico presiona más que acompaña. Esa estructura cambiante hace otra obra sobre los mismos elementos. Al parecer, hay un propósito muy diseñado de comunicar disociación y vacío, formas salpicadas de un pasado que el espectador no maneja. Es una danza seria, amarga, muy concentrada y satisfactoria por su madurez. Así es probable que el experimento llegue a buen puerto por la maleabilidad de los artistas, su poso técnico y su vocabulario a veces silábico y otras desmesurado en su ruptura.

La cita culta del sonido del papel contra el micrófono (referencia literal a Cage y luego a Brower), es acertada y contundente. El público estaba compuesto por esa elite distante y de un cierto aire displicente del ballet moderno que no suele bajar al terreno mortal de lo alternativo, y es mérito de Telford haberlos imantado hasta un sitio que tiene bastantes cosas que ofrecer.

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