Antònia Font existe

Ella es ciertamente Antònia Font. Su nombre/marca nació en la crónica cultural en 1997 sobre discos que hablaban de dinosaurios, katiuskas y maravillas. Antònia Font es una y han sido cinco músicos que han construido melodías resistentes al uso y al éxito. Ha sido una referencia de Mallorca identificable en sus ecos mestizos, batida de metáforas y juegos poéticos amables.

Pero Antònia Font no se extingue porque existe en la realidad. Es una persona física, real, que prestó de manera incógnita su identidad para bautizar la banda y una compañía que evidencian otra vez la curiosidad continental hacia los exotismos isleños.

Antònia Font, esa musa, es una imagen velada tras el juego de interpretaciones del por qué de la elección. Es un título para una aventura coral que cuajó en fantasía. Era la guapa del patio del instituto y motivo de los flipes en las aulas. Antònia ha sobrevivido, anónima y ajena al homenaje y las complicidades de casi dos décadas.

Ella responde con quiebros a las preguntas sobre la coincidencia del nombre y apellido de su DNI con la referencia en los DVD, con el nombre de la banda.

Por cierto, Antònia Font tiene novio, otro músico y cantante excelente, folk, Delfí Mulet que acompaña a Biel Majoral y borda la versión oral de poema contra Franco que escribió Joan Brossa el mismo día de la muerte del dictador, el 20 N de 1975.

La exlíder de los alumnos pasó a ser profesora. Da clases en su pueblo, Llucmajor, donde su hermana mayor, Joana Font, fue otra líder social en el instituto. En el mismo pueblo donde la madre de ambas impulsó la original Obra Cultural que fue paraguas de dos generaciones de poetas, novelistas, fotógrafos, políticos: el recién extinto fotógrafo Toni Catany, el exescultor Toni Garau, los escritores Miquel Cardell, Miquel Bezares, Sebastià Alzamora. Todos ellos, además, prohijados por el profesor expolítico Damià Pons con su mano derecha local Matíes Garcías.