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Miquel Barceló Perelló, cronista de la destrucción de la España islámica

Fallece el historiador mallorquín, que fue también narrador, traductor y poeta

Miquel Barceló en 1999.
Miquel Barceló en 1999.CARLES RIBAS

El cáncer que le acechaba, pertinaz, desde 1970 derrotó ayer, finalmente, a quien se llamó un “historiador de exterminios”, Miquel Barceló Perelló (Felanitx, 1939). Era catedrático retirado de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y escritor. Estaba especializado en Al Andalus y en concreto en la destrucción de la llamada España musulmana.

Al tema dedicó media vida y decenas de trabajos, entre ellos Arqueología medieval en las afueras del medievalismo, El sol que salió por Occidente o Musulmans i Catalunya. Creó una escuela de investigadores y proyectó una nueva mirada sobre la sociedad andalusí, su organización y posterior extermino, tras las conquistas cristianas. Rastreó los sistemas hidráulicos desde el Yemen original hasta Medina Azahara, y en las Baleares, valle a valle.

Miquel Barceló falleció en Portocolom, en Felanitx, en la isla de Mallorca, donde se había retirado, solitario, a su casa ante el mar, con la intención confesa de ver pasar las nubes, leer y escribir. Ha muerto en una mañana de viento y frío invernal. De ese “mal malo”, como dicen en su pueblo, que escoró su voz y su carrera de profesor de la Universidad de Nueva York, en 1970. En los últimos años, seriamente enfermo, inerme, enfrentado a secuelas dolorosas del cáncer de garganta, publicó dos libros de narraciones breves en catalán: el celebrado El Terme de Manacor y Trenc d’alba. Compiló en El país llamado deseo una década de artículos en EL PAÍS. Acabó una novela sobre la imposición de la dictadura. Toda su escritura fue muy austera y conceptual. Articuló un sistema narrativo incandescente, extraño en la literatura en catalán, con ecos de oralidad y de clásicos antiguos. También tradujo a su apreciado Joseph Conrad.

Amigo de Jaime Gil de Biedma (era su “sobrino Miguel”), de Carlos Barral y de Juan Marsé; alumno de José Manuel Blecua y de Martí de Riquer, Miquel Barceló fue un poeta fugaz en castellano y catalán y maestro de los que le siguieron y de aquellos que pretendieron ignorarle. En la Universidad de Baleares (UIB) le vetaron, en dos épocas y con un “pequeño aquelarre” —lo calificó él— del Departamento de Historia.

Singular intelectual y polemista, hace cuatro décadas hizo estallar en Mallorca el debate sobre lo que ocurrió en 1229 con la conquista del rey Jaume I.

El último trabajo que dirigió fue la investigación de lo que calificó “la excavación de un episodio escrito”, el del hallazgo de los restos de los últimos musulmanes fugitivos del conquistador del siglo XIII, que se llevaron las llaves de su casas. La cueva refugio intacta con todo su contenido se localizó junto al estudio de Artà de su compadre y paisano el otro Miquel Barceló, el pintor. Los restos constataron una página del Llibre dels fets del rey Jaume, que el estudioso consideraba el primer libro de memorias de Europa.

El historiador emplazó al pintor a ilustrar un trabajo sobre la colonización de América que tituló Materia de destrucció, sobre el relato de Bartolomé de las Casas. La obra nació en fascículos en revistas, dispersa, con el título Loquella barbarica.

Barceló escribió un muy personal retrato del pintor en su pueblo, Felanitx, texto que sirvió para la exposición de cerámica del artista en el Palacio de los Papas en Aviñón. El investigador aportó otra narración Mort de Poble para un proyecto que el artista gestó con un viejo amigo, el editor Xavier Folch. Tiene título, M.B., y trata del poeta Miquel Bauçà, del pintor Miquel Barceló y del historiador Miquel Barceló. Ayer el artista lamentó la extinción del estudioso.

Recluido en la dedicación a revisar sus trabajos, a leer dos diarios, a seguir al Barça y atender a pocas visitas, Miquel Barceló anticipó meses atrás su adiós. Envió por e-mail la grabación de una canción popular turca Bir demet yasemin (Un ramo de jazmines), cantada por John Berberian, a quien escuchó en Nueva York en 1969. Y al que reencontró, anciano, en un “lacónico lamento mortuorio, fantástico”. Esa fue la banda sonora de su adiós. La misma canción que regaló el investigador a su amiga Maria del Mar Bonet con quien preparó su versión de la obra del mallorquín-musulmanizado Anselm Turmeda Cobles per a la divisió del Regne de Mallorca.

Miquel Barceló rogó que en su obituario se dejaran de lado leyendas y anécdotas. Se casó con la investigadora Reis Fontanals, con quien tuvo dos hijas, y más tarde con la profesora Helena Kirchner, madre de una niña de 15 años. El lunes recibirá una despedida civil en su pueblo, su mundo de voces, pausas, relatos y silencios, Felanitx. Miraba, vigilante, el mar desierto, como las casas, menos la suya. A veces contaba que una pintora dibujaba en el litoral y él la observaba tras el cristal y el tiempo “en una ecuación de espejos”.

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