Testigos del hundimiento
Trabajadores históricos relatan cómo se degradó el ente público tras dos décadas de gestión
“Cuando trabajé en Tómbola sentí rabia, asco e indignación. Pero estaba satisfecho. Mi plano era bueno”. Albert Staromiejski, cámara de 49 años, resume el sentimiento de una parte de los 1.660 empleados de Ràdio Televisió Valenciana (RTVV). Una extraña combinación de desafección y orgullo. Aterrizó en Burjassot durante la fundación del ente audiovisual, en 1989. Y presenció como la cadena creada para difundir el valenciano y vertebrar la autonomía se transfiguraba en un coloso con pies de barro, que inspiraba tesis doctorales sobre manipulación.
Staromiejski fue el primer empleado expedientado en 24 años por denunciar los abusos informativos de RTVV. Sus jefes no entendieron que protestara durante las masclatedes en la Intifalla. Ni que mantuviera, casi a diario, el mismo diálogo con el editor de turno.
— ¿Por qué emitimos noticias falsas?
— Albert, ¿todavía no te has enterado para quién trabajamos?
Él no pertenece a ningún sindicato. Y sostiene que siempre fue crítico con los directivos. Al contrario que algunos compañeros que esta semana se enfundaron por primera vez la camiseta roja contra el cierre. Pero que agacharon la cabeza cuando se aprobó el ERE, cuando se silenciaba la tragedia del metro de Valencia o cuando se destaparon los presuntos abusos sexuales del ex número dos del ente, Vicente Sanz. "Defiendo lo público, no mi nómina", apunta este cámara de mirada fija mientras aporrea con ímpetu una paella con el lema ExPPolio. Staromiejski, con un salario de 1.400 euros, se siente orgulloso de su trabajo en formatos como El Show de Joan Monleón, Parle vosté o Babalá.
Por los pasillos del centro de producción de programas Burjassot circula una maledicencia sobre el exjefe técnico Luis Sabater, de 63 años. Antiguo trabajador de TVE, Sabater recaló en la televisión valenciana con Amadeu Fabregat, primer director general nombrado por el Ejecutivo del socialista Joan Lerma. Y salió con Lola Johnson, designada por Francisco Camps. “Luis ha sobrevivido porque es el único que sabe por donde van los cables en el edificio”, explica un extrabajador. Cierto o no, Sabater es una institución. Nadie cuestiona los conocimientos de este hombre que se prejubiló por desavenencias con Vicente Sanz. Sabater, que cobraba 3.000 euros mensuales, habla con una franqueza aplastante de “recomendaciones” en tribunales de oposiciones, de enchufes a falleras, concejales del PP y sobrinos del Consell. Y de comisarios políticos. Este técnico figura como imputado en el caso Gürtel por un presunto delito de malversación. Firmó el informe que permitió la adjudicación por 7,4 millones a la empresa de la trama, Teconsa, de las pantallas de la visita del Papa a Valencia, en julio de 2006. “Me dijeron que eran órdenes de arriba”, afirma.
El productor Jorge Carretero tiene 52 años. Se revuelve cuando repasa cómo saltó de la euforia al llanto en un mes. En mayo recibió una felicitación de la exdirectora general, Rosa Vidal, por su trabajo en Societat Anónima, un formato costumbrista cuya audiencia cuadriplicaba la media de la cadena. Un mes después fue despedido. La televisión argumentó que “no era idóneo” para el puesto por el que percibía 1.880 euros mensuales. Carretero pasó seis días en el hospital por la conmoción.
Desde que aterrizó en Burjassot, en 1990, tras obtener el número tres en una oposición con 1.300 aspirantes, Carretero ha presenciado el “expolio” de la televisión. “La producción propia fue impecable. La ajena [contratación a empresas] fue un foco de choriceo para favorecer a amigos”, señala apuntando a los directores designados por el PP. Coincide en lo esencial con María José Armada, operadora de equipos, de 43 años, que trabajó en el vertedero de cotilleos, Tómbola, y recibió instrucciones para incluir planos cortos en marchas multitudinarias contra el PP. “Zaplana marcó el declive y Camps fue el despropósito”, valora.
La locutora Reis Juan evita los eufemismos para retratar la “persecución” y el clima de sospecha que asoló Ràdio 9 tras la victoria del PP. Uno de los episodios más graves, asegura, fueron las listas negras de depuración ideológica diseñadas por el exdirector Anacleto Rodríguez. Juan dice que la dirección le prohibió incluir un corte del exministro socialista Ernest Lluch. Fue cuando ETA le asesinó, en 2000. El político reflexionaba sobre la relación entre Cataluña y Valencia. “Estuve siete horas en la redacción sin hacer nada como protesta”, cuenta la locutora de Alcoi, de 50 años. Ella salva de la “incompetencia de todos los jefes” a la periodista Rosa Solbes. “El resto aterrizó en la empresa sin saber de radio”, zanja indignada esta testigo del hundimiento.
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