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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mario Draghi y Martin Schultz

El pasado jueves, el Banco Central Europeo tomó una decisión importante y en buena parte inesperada: reducir un cuarto de punto el tipo de interés básico, dejándolo en un mínimo histórico. Es una medida que, si se complementa en los próximos meses con otras en la misma dirección, tanto de tipo monetario como crediticio, puede ayudar a una más rápida reactivación de la economía de bastantes países de la zona Euro. No voy a analizarla, pues ya se ha hecho por parte de expertos en estos temas. Quiero comentarla desde otro punto de vista, más político.

Durante los últimos tiempos, estábamos escuchando declaraciones de algunos gobiernos europeos, entre ellos el español, que anunciaban con optimismo una “salida de la crisis”. Incluso la Comisión Europea se sumaba, con más prudencia, a este coro. Yo pienso que era más un deseo que una realidad, y creo que la decisión del BCE puede dar a entender que desde el Banco se ven las cosas de una forma distinta. Se piensa que aún no se están haciendo suficientes esfuerzos para favorecer el crecimiento, e incluso se teme que hay peligro de deflación. Esta actuación discrepante tomada además, según se ha sabido, con la oposición del gobierno alemán, dice mucho de la independencia del BCE y, sobre todo, de su presidente. Draghi debe haber tomado esta decisión sin el consenso de algunos gobiernos, pensando más en el conjunto de los países de la zona euro que en los intereses de aquellos países que ya están en fase de recuperación. Es decir, la ha tomado desde una óptica europea, aunque en alguna parte suponga un cierto peligro de inflación. Confirma una vez más que de las instituciones de la UE, la más independiente y por ello, la más ‘europea’ es el BCE. No es de extrañar, ya que el Consejo Europeo lo forman los estados, la Comisión la eligen ellos mismos, y el Parlamento europeo, la única que eligen los ciudadanos, tiene unas competencias muy limitadas.

Por primera vez, la elección de los diputados tendrá influencia directa en determinar quién será el Presidente de la próxima Comisión

Quiero relacionar este comentario con la presencia reciente en Barcelona de Martin Schulz, el actual Presidente del Parlamento y que podría ser el próximo Presidente de la Comisión, si las listas que le apoyarán obtienen un resultado suficiente en las elecciones del Mayo de 2014. Esto se debe a que, por primera vez, la elección de los diputados tendrá influencia directa en determinar quién será el Presidente de la próxima Comisión, ya que se votará sabiendo a quien propone cada lista para tal cargo. Hay acuerdo en que las listas socialistas de todos los países de la UE propondrán a Martin Schulz.

Con esta perspectiva ha aumentado el interés del libro que el propio Schulz presentó en la Fundación RBA, y cuyo título es: Europa: la última oportunidad. En primer lugar, porque es interesante que una persona que tiene ahora un cargo institucional, comparta bastantes de las críticas que, desde una parte creciente de la ciudadanía hacemos al actual funcionamiento de la UE: poca democracia, demasiada burocracia, poca unidad, y poca sensibilidad social.

Se defiende de una parte de estas críticas, que considera exageradas, pero acepta en gran medida otras y las relaciona con el creciente interés de algunos gobiernos de recuperar competencias y dejar de lado a la Comisión. Es interesante la distinción que hace entre competencias burocráticas y competencias políticas, y defiende la posibilidad de devolver muchas de las primeras, pero aumentando las segundas. Quienes han leído o escuchado mis opiniones, desde hace años, saben que estoy plenamente de acuerdo con esta visión que podría tomar como lema: “Más unión política y más subsidiaridad”.

Es importante tener un Presidente de la Comisión que se sienta obligado a rendir cuentas a los ciudadanos

Lo que más me ha interesado del libro es el mensaje que se adivina en el título: ha llegado el momento de decidir si completamos la Unión, aunque algunos países se descuelguen, o reconocemos que no hay suficiente voluntad para ello y aceptamos una marcha atrás. La continuidad de la situación actual es mala, y se engañan aquellos que piensan que el proceso es irreversible. De ahí que, para él, los próximos años sean “la última oportunidad”.

Por descontado él defiende con múltiples argumentos la necesidad de avanzar. No hace falta que repita que tengo la misma opinión. Recuerdo con ilusión haber vivido los primeros años noventa, con Jaques Delors de Presidente, liderando un gran salto adelante que nos llevó al tratado de Maastricht y al euro. Y también recuerdo con decepción el fracaso del proyecto de Constitución debido a enfrentamientos (por temas internos, no europeos) en varios países, y por falta de liderazgo europeo.

Creo que las próximas elecciones son una ocasión que hay que aprovechar para tener un Presidente de la Comisión que se sienta obligado a rendir cuentas a los ciudadanos y no a los gobiernos nacionales, y que defienda ideas como las que Schulz expone. Aunque yo le apoyaré a él, no me atrevo a recomendar a nadie el sentido de su voto, pero sí que me atrevo a pedir que no se pierda la oportunidad. Tal vez no sea la última, pero es la que tenemos delante.

Joan Majó, ingeniero y ex ministro.

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