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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La batalla del PSC por Barcelona

Los socialistas conciben la recuperación de la alcaldía de Barcelona como el primer paso para rehacerse

Enric Company

Con el escenario político ocupado casi totalmente por el absorbente debate nacionalista, parece como si no hubiera otros asuntos de interés. Pero está claro que no es así. Incluso la televisión de la Generalitat lo plantea en términos más que alarmantes: 270.000 empleos perdidos en cinco años en el sector industrial en Cataluña. Al mismo tiempo, pasan como si nada, como si fuera lo más normal, cosas tan lamentables como que un Gobierno se convierta en promotor de la ludopatía lanzando nuevas rifas y rebajando del 55% al 10% la fiscalidad de los casinos e impulsando la construcción de su particular Las Vegas junto a Port Aventura. ¿Será así, la salida de la crisis económica? ¿Este es el futuro que le espera a la sociedad catalana bajo la gobernación de CiU y ERC? ¿Es este el modelo de moral económica que se ofrece a la sociedad catalana, los casinos sustituyendo a las fábricas y las loterías a los impuestos?

Una de las circunstancias que han facilitado la preeminencia absoluta del debate nacionalista, aunque no la más importante, ha sido el hecho de que el Gobierno de Artur Mas haya podido contar con el apoyo de la que, rangos institucionales aparte, había sido durante las últimas décadas la segunda figura política de Cataluña, el alcalde de Barcelona. Cuando, en 2011, la izquierda perdió también la mayoría en el Ayuntamiento de la capital catalana y Xavier Trias alcanzó la alcaldía, desapareció toda posibilidad de contrapeso alguno a lo que decidiera la coalición gubernamental de CiU y ERC. Cuesta poco imaginar que el panorama sería muy otro si alguna figura con el peso político del alcalde de Barcelona se hubiera resistido a seguir la hoja de ruta de Artur Mas y Oriol Junqueras.

Esta es, por lo menos, la convicción de una parte del socialismo catalán. La parte que, acostumbrada durante decenios a hacer política desde potentes instituciones se encuentra ahora sin plataformas de poder a su alcance. La recuperación de la alcaldía de Barcelona ha pasado a ser para el PSC, más que una legítima ambición, una necesidad ineludible para conservar la categoría de alternativa al centroderecha dominante. Una condición para salir de la irrelevancia. Un primer paso imprescindible porque si el PSC no es capaz de ganar las elecciones municipales en la capital, ¿cómo puede pensar en ganar las del Parlament? ¿Cómo remover el alicaído ánimo del electorado socialista barcelonés?

Para alcanzar este primordial objetivo, los socialistas han decidido recurrir al modelo de las elecciones primarias utilizado por sus correligionarios franceses cuando designaron a François Hollande como su candidato a la presidencia de la República. Es decir, unas primarias de verdad, con aspirantes en igualdad de condiciones, en las que puedan votar todos los ciudadanos que lo deseen, aunque no sean afiliados ni figuren en el censo de simpatizantes. Este es también el modelo seguido por los socialistas italianos en Turín y Roma, del que surgieron los que actualmente son los alcaldes de estas ciudades.

El reciente caso de la ya presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, es un ejemplo bastante claro de elecciones primarias ful

El primer obstáculo a superar es el escepticismo ante una iniciativa con escasos antecedentes. Salvo la notable excepción de las ganadas en 1998 por Josep Borrell para ser el candidato de los socialistas a la presidencia del Gobierno de España, en las que se impuso al que entonces era el secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, las elecciones primarias celebradas hasta ahora por los partidos en España han sido, sobre todo, procesos controlados por la dirección de las respectivas organizaciones para dar lustre a su candidato. El reciente caso de la ya presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, es un ejemplo bastante claro de elecciones primarias ful, meramente publicitarias, en las que los aspirantes que se lanzan a competir con la designada por la dirección del partido saben de antemano que no podrán vencer al aparato.

Para organizar unas primarias realmente competitivas, a los aspirantes se les exigirá que cuenten con el aval firmado de mil ciudadanos, no afiliados al partido ni inscritos en el censo de simpatizantes. Es decir, que cuenten ya con una base social propia, un crédito político demostrable, una mínima capacidad de movilización de su entorno. Con este modelo anunció ya la semana pasada que se presentaría Carmen de Andrés, concejal del Ayuntamiento de Barcelona. También ha dicho que concurrirá el actual jefe del grupo municipal del PSC, Jordi Martí. La previsión es que compitan también figuras de la generación intermedia del PSC, como las diputadas autonómicas Rocío Martínez Sempere y Laia Bonet; Albert Soler, que fue secretario de Estado de Deportes en un Gobierno de Zapatero, y Jaume Collboni, el actual portavoz del partido.

El cálculo de los socialistas barceloneses es el siguiente: si seis o más candidatos aportan 1.000 avales distintos cada uno, que luego les votan en las primarias, si también acuden a votar los 3.000 afiliados y los otros tantos simpatizantes censados, las primarias pueden ser una movida que implique a unas 15.000 personas del entorno socialista. Lo más probable es que ninguno de los aspirantes supere el 50%, por lo que deba haber una segunda votación ya solo con los dos primeros. Es decir, entre una cosa y la otra, una campaña de cuatro semanas, quizá más de un mes, para un proceso que se pondrá en marcha a principios de 2014. Un primer paso para salir del agujero, mover a los propios.

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