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La madre de Asunta fue a comisaría en julio para denunciar un supuesto asalto

Rosario Porto llegó a informar a la policía que sufrió una agresión en su casa Los agentes le exigieron un parte médico y no formalizó la denuncia

Rosario Porto durante el interrogatorio ante el juez
Rosario Porto durante el interrogatorio ante el juez ÓSCAR CORRAL

Entre finales de junio y el mes de julio pasado, la vida se complicó mucho en el piso de Santiago que compartían la niña Asunta y su madre, Rosario Porto, ahora en prisión provisional imputada por homicidio. El extraño episodio que trascendió la semana pasada en el que Porto describía a un hombre bajo pero corpulento, vestido de negro y con guantes de látex, que se había colado en su casa supuestamente para robar, fue realmente denunciado por ella ante la policía hace dos meses y medio. Tal y como confirman fuentes policiales y adelantó  El Periódico de Catalunya, la principal sospechosa de la muerte de Asunta acudió a comisaría con un golpe en la cabeza e intentó formalizar una denuncia, pero el policía que la atendió le exigió un parte médico de lesiones y ella ya nunca volvió para completar el trámite.

En la noche del sábado 21 de septiembre, según el atestado relativo a la desaparición de la cría, Porto volvió a relatar ese capítulo: dijo que por descuido se había dejado las llaves de casa puestas, que cada una dormía en su habitación, y que sobre las 2.30 horas oyó a Asunta dar gritos. Entonces se levantó de la cama, vio al intruso “huyendo por el pasillo”, y “lo intentó agarrar con resultado infructuoso”. También dijo, esta vez, que el hombre no llegó a llevarse nada y que “no presentó denuncia” porque “no quería causarle ningún tipo de trauma a su hija”.

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Juan Guillán, el primer abogado que tuvo Rosario Porto tras su detención como presunta parricida y que renunció el viernes pasado después del interrogatorio del juez, explica que en el piso de la calle Doutor Teixeiro que compartían ella y su pequeña “hay una caja de seguridad que está, precisamente, en la habitación de Asunta”. Según le constaba a él, su exclienta se puso en contacto con la policía pero luego todo quedó en nada. “Tanto ella como la hija eran muy, muy despistadas: se dejaban las llaves puestas muchas veces”. Por aquellas fechas, el 16 de julio, según denunciaron sus profesoras privadas de música tras la incineración de la cría, Asunta llegó a clase con síntomas muy extraños. Estaba muy mareada, bajo los efectos de unas pastillas, no pudo asistir a la lección de lenguaje musical con los otros chicos, y contó a las docentes: “Mi madre me quiere matar”. Las profesoras se lo comunicaron al padre, Alfonso Basterra, que era quien iba siempre a recogerla.

Según el exletrado de Porto, que por la tarde fue a visitarla a la cárcel de Teixeiro (A Coruña) y entró acompañado de la nueva abogada de Basterra, Belén Hospido, la salud de la imputada cayó en picado poco antes. Guillán sitúa “a finales de junio” la hospitalización de Charo Porto. “Entró por el lupus, pero el diagnóstico se complicó mucho. Los médicos llegaron a creer que tenía un ictus. Luego pasó ocho días en el hospital”. De ahí salió con una fuerte medicación, y tras el capítulo del supuesto intento de robo y el episodio de la academia de música, la madre de Asunta marchó a la playa, a recuperarse con unos amigos mientras la niña quedaba a cargo de su padre. “Rosario quería que la cría siguiese relacionándose con su padre. Si seguían comiendo juntos y compartiendo momentos era solo por Asunta. Se sacrificaba por ella, para que no sufriese por la separación”, defiende Guillán.

El abogado fue a la cárcel con el objetivo de pasarle toda la documentación reunida hasta el momento al que será el nuevo representante legal de Porto. Varios letrados, algunos de ellos penalistas conocidos, venidos de fuera de Galicia, se interesaron por el caso y tramitaron pases de visita para ofrecer sus servicios a la imputada, ante la repercusión mediática que ha despertado este crimen en Compostela. Guillán aceptó la defensa, cuando recibió la llamada de Rosario Porto, porque era amigo de su padre y desde que este murió “le llevaba los papeles de la herencia”. De ahí que tenga absoluta constancia de que ella era la “heredera universal”: “No solo porque era hija única, sino porque sus padres estaban totalmente entregados, siempre atentos a sus deseos”. El amigo de la familia confirma que ahora Porto intentaba vender la casa de campo de Teo, porque “no iba por allí y costaba mantenerla”. Él mismo estableció contacto con algunas personas, por si estaban interesadas en comprar. Pero, con los tiempos que corren, dice, nadie quería el chalé.

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