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El barrio pasa olímpicamente

Canillejas, la zona más antigua del distrito de San Blas, junto al estadio de La Peineta, recibe con cierta indiferencia el tercer fracaso en la carrera por los Juegos durante sus fiestas patronales

Un anciano ante la pantalla gigante instalada en el parque de Canillejas.
Un anciano ante la pantalla gigante instalada en el parque de Canillejas. KIKE PARA

Canillejas limita al norte con la carretera de Barcelona y al este con un estadio en forma de peineta que le ha permitido soñar durante una década con ser el centro neurálgico de unos Juegos Olímpicos. Muchos pensaban que a la tercera sería la vencida, pero el recuerdo de los dos fracasos anteriores enfrió tanto los ánimos que ayer por la tarde apenas había ambiente en las calles. “Es que estamos hartos”, comenta Mario mientras espera una decisión junto a la pantalla instalada en el parque del barrio para seguir la votación durante las fiestas de la patrona. “Nos tienen gato”, sentencia.

Jesús y Miguela, criados en Canillejas y ahora vecinos de Las Rosas, el nuevo barrio al otro lado de La Peineta, comentan la desafección olímpica de ayer. “Ni una camiseta, ni un pin... nada, ningún ambiente”, relata ella. “Incluso había menos gente paseando por la zona de La Peineta que otros sábados”.

Canillejas, que el año pasado logró colocarse al fin en la denominación oficial del distrito, es el más castizo de los ocho barrios de San Blas-Canillejas. Antes de que Madrid lo engullese en 1949, había sido municipio durante siglos. Tantos, que la historia le ha dejado una coqueta iglesia mudéjar del XVI y una especie de bula del papa Gregorio XIII que concede el jubileo a quienes participen en las fiestas de Santa María la Blanca cada 8 de septiembre. La casualidad ha querido que este año junto a la indulgencia plenaria por los pecados cometidos, el barrio sufriese, con total estoicismo, la tercera derrota en la carrera olímpica.

Pero de la que estaba pendiente el barrio a las nueve de la noche era de la XXXIII Carrera Nocturna de Canillejas. Unos minutos antes de empezar a correr, Óscar y José se enteran por la prensa de que Madrid ha sido eliminada. “¿En serio? ¿Pero la votación no era a las diez y pico?”, dice José. “Pues nos has dejado chafados”, comenta su amigo. “Bueno, tampoco nos íbamos a librar de ir a trabajar el lunes”, se consuela.

La pantalla gigante instalada a pocos metros de la línea de salida no sirvió de gran cosa porque justo cuando se estaba produciendo la primera votación empezó a llover y hubo que taparla. “Luego cuando quisimos volver a enganchar la señal [de televisión] nos dijeron que ya no hacía falta, que dejásemos el logo” de Madrid 2020, explica uno de los técnicos.

Lo peor de la derrota es, a juicio de Paco y Mar, que se frustra su ilusión de volver a tener instalaciones deportivas de atletismo en el barrio. “Desmantelaron La Peineta cuando empezaron con el tema olímpico y ahora no hay en Madrid un solo local donde hacer un campeonato en pista cubierta”, señala Paco, cuyo hijo está ya compitiendo en la carrera nocturna. “Con los Juegos era la manera de recuperar” el estadio, tercia Mar, que presume del gran nivel que tiene el barrio en atletismo. “Por el club Suanzes han pasado corredores buenísimos”.

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Alejandro, que lleva ocho años de camarero en el bar La Peineta de Niza, asegura que en las dos anteriores ocasiones en que Madrid aspiraba a ser sede olímpica había más entusiasmo entre los vecinos. Relata que en el barrio no todos ven con buenos ojos que el estadio vaya a ser el campo del Atlético de Madrid, porque temen los eventuales disturbios que puedan producirse a la salida de los partidos.

En el local de al lado, El Zarzal, la única prueba de la existencia de Madrid 2020 es su logo junto a un retrato en tiza sobre pizarra del dueño con su perro, obra de la hija de Javier, que regenta el bar desde hace 16 años. “Esto es como el cuento de Pedro y el lobo. Que viene, que viene y…”, señala para ilustrar la actitud del barrio ante la posibilidad de acoger unos Juegos. Esta vez las conversaciones de los vecinos sobre las bondades e inconvenientes por la revalorización de pisos y locales en la zona han sido mucho menos frecuentes que en las anteriores ocasiones en que Madrid aspiraba a ser ciudad olímpica.

Él sueña con comprar el local de al lado, que hasta hace unos años fue una sucursal bancaria. Pero a primera hora de la tarde ve con escepticismo el (ya imposible) impacto en su negocio. Echa cuentas de lo que falta para los juegos: “Seis, siete años… nos ponemos en los 60, ¡al menos yo! Aún queda mucho carrete”.

Javier relata que “al principio” el bar le iba “muy bien. La Peineta me trajo aquí y no me equivoqué”. Le echó, dice, mucha ilusión y poco dinero, pero cuando el estadio dejó de tener actividad, en 2007, sus ingresos se redujeron drásticamente. “Solo al gimnasio venían casi 3.000 personas”. La crisis económica terminó de hundir sus ingresos. “Éramos cuatro trabajadores y ahora somos dos”. “Algunos parroquianos han prometido venir a tomar una copa si Madrid gana. Ya veremos porque como llueva…”. En la televisión la alcaldesa, Ana Botella, interviene en la presentación de la candidatura. "¿Pero está hablando inglés? ¡Ay, no aprendemos!”, se ríe.

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