La caída del muñidor de la calle Nicaragua
Zaragoza era temido en su época de secretario de Organización del PSC
“Zaragoza es víctima de la imagen que él ha creado, porque, aunque no lo parezca, tiene entrañas”. Durante 11 años, el exsecretario de organización del PSC suscitó tantos odios como simpatías fuera y dentro del partido. La frase de un dirigente socialista sintetiza esa etapa del ahora diputado en el Congreso José Zaragoza, que el pasado miércoles dimitió de la ejecutiva del PSOE por el espionaje político.
Zaragoza llevó el timón del socialismo catalán a las cotas más altas de poder, pero también a una caída sin precedentes. Su ascenso es el de una generación que se hizo con las riendas del PSC en el congreso de 1994 tras forjarse durante años en la comarca del Baix Llobregat, el que fue cinturón rojo de Barcelona y que aún se mantiene como granero de votos.
De ese territorio procede José Montilla, alcalde de Cornellà durante 19 años y que gobernó el PSC de 2000 a 2011. También en esa comarca creció políticamente Carme Chacón, teniente de alcalde de Esplugues de 1999 a 2003 y a la que Zaragoza descubrió. Y Antonio Balmón, ahora número dos del PSC, que sustituyó a Montilla en la alcaldía al ser este nombrado ministro.
Hijo de una familia de agricultores de Molins de Rei, donde nació en 1961, la conciencia política de Zaragoza se inició cuando estudiaba en el instituto Lluís de Recasens. Entonces ya aconsejaba a sus compañeros que abandonasen el comunismo, la ideología dominante en las aulas, y les recordaba la ruptura que provocó Largo Caballero en el PSOE en 1924.
“Es víctima de su imagen.
Devorador insaciable de novelas, el PSC ha sido la vida de Zaragoza, coinciden detractores y defensores. No pasó del bachillerato y desde joven se dedicó y logró extender el partido a donde había ganado el PSUC, el histórico partido de los comunistas catalanes.
Excepto unos años como concejal, nunca ocupó cargos públicos, hasta que en las pasadas generales fue elegido diputado al quedarse sin empleo tras la renovación de la dirección del PSC. “Ha hecho y deshecho en el partido a su antojo, ha promocionado a los fieles y ha matado a los críticos”, explica un exdiputado autonómico que fue relegado de las listas.
Desde la sala de máquinas de la calle de Nicaragua, sede del PSC, Zaragoza diseñó estrategias y campañas electorales, en ocasiones agresivas, y tejió una organización territorial más fiel que leal, lo que explica la elección de Pere Navarro como líder del partido. Los años del tripartito acabaron en desencuentro con Montilla, que desoyó los consejos de Zaragoza de reducir la presencia en la Generalitat de los consejeros del sector más nacionalista del PSC.
Los años del tripartito
“Chilla y amenaza, es autoritario. Eso no lo puede negar nadie”, dice un exdiputado que lo sufrió. “Es introvertido y tiene una faceta humana desconocida. Es tan sentido como frío”, apunta un amigo de hace 35 años. Él insiste en que no ha hecho nada “ilegal” y dicen quienes le conocen que tiene el ánimo destrozado por el mal que puede haber provocado a la imagen del PSC por el caso del espionaje. Alejado de la primera línea de batalla, sigue acudiendo a la sede central del PSC, la que siempre ha sido su casa.
“Hace unos años, esto del espionaje hubiera sido una tontería, pero ahora tiene un coste político innegable”, afirma otro dirigente del PSC que conoce muy bien a Zaragoza. “Durante años hizo amigos y enemigos acérrimos que ahora le pasan factura”, remacha.
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