Sandra Ortega: Una heredera multimillonaria que conduce un utilitario
La cofundadora de Inditex, Rosalía Mera, deja una fortuna de 4.700 millones. Aun así, su primogénita, Sandra Ortega, sigue una vida alejada del lujo y la ostentación
Hasta el inesperado fallecimiento de su madre, no era demasiado sabido que es ella la primogénita del tercer hombre más rico del mundo. “Es una persona muy normal”. Si a alguien le definen así en esta época de exaltación de lo individual en la que despuntar es cuestión de vida o muerte, no parecen estarle haciendo un gran favor, pero en el caso de Sandra Ortega Mera el calificativo, unánime, es ponderativo. Si la hija de Amancio Ortega y Rosalía Mera ha recibido algún legado de sus padres, además del obvio, es la tendencia a la austeridad y el empeño en la discreción. Hasta el extremo de que las primeras imágenes de quien será en breve la mujer más rica de España —y a inevitable largo plazo, cuando herede a su padre, quizá la más rica del mundo— no se obtuvieron hasta hace unos días, en los actos fúnebres de su progenitora.
La mayor de los Ortega Mera nació el 19 julio de 1968 en A Coruña. Se crio en un dúplex del paseo de Ronda, en Riazor. En el piso de abajo residía el tío Antonio, y en el de arriba, los abuelos paternos. Solo tenía que cruzar la calle para ir tanto al colegio, las Esclavas del Sagrado Corazón, como a la playa. Alguna de las amigas que iban a jugar a su casa recuerda una habitación con un tobogán. En mayo de 1971 nació su hermano Marcos, con una profunda parálisis cerebral. A comienzos de los años ochenta, cuando Sandra tenía la edad a la que Rosalía Mera había comenzado a trabajar de dependienta, el matrimonio de sus padres comenzó a hacer agua. Ni siquiera las infancias felices lo son por completo. Ella decidió, por su cuenta, dejar el colegio religioso de enfrente de casa para estudiar tercero de BUP y COU en el instituto público Ramón Menéndez Pidal, del barrio de Zalaeta (conocido más tarde como Zaraeta, porque en él residían tanto Amancio Ortega como otros directivos de Inditex). Allí se hizo novia de un compañero de clase, Pablo Gómez, de extracción humilde, como se decía antes. Casi treinta años después, sigue siendo su compañero, ahora de matrimonio.
“Yo creo que Sandra tiene mucho mérito”, la valoraba Rosalía Mera a Iñaki Gabilondo en Canal+. “A veces, tener unos padres brillantes en algún sentido, conocidos, puede aplastar el qué ser, el cómo ser”. Debe ser meritorio llevar una vida normal cuando, primero, tus compañeras de clase, y después, todos los jóvenes de tu generación se visten con modelos creados por tus padres, comprados en tiendas que poseen en todas las ciudades de España. En 1986, el año en que Sandra Ortega se hizo mayor de edad, acababa de inscribirse en el registro de A Coruña una sociedad llamada Industrias de Diseño Textil, SA (Inditex), como cabecera de las empresas de la familia. Ese año sus padres se divorciaron. Ese 1986 nació también la Fundación Paideia Galiza, en la que Rosalía Mera, que desde el nacimiento de su hijo Marcos se había volcado en su cuidado y desarrollo, canalizó toda esa experiencia y la formación académica que fue adquiriendo en ese campo. Paideia se define como “un espacio abierto que abarca formación, intervención e investigación” dirigido a colectivos desfavorecidos. Desde que Sandra Ortega finalizó la carrera de Psicología en la Universidad de Santiago, allí es donde ha trabajado a diario, codo con codo, con su madre. Su proyecto preferido es Antear, un programa de preparación individualizada de jóvenes discapacitados para su inserción laboral.
En realidad, Sandra y Rosalía hacían todo codo con codo. No solo la hija era la primera y principal consejera de su madre. Vivían en casas anexas en la costa de Oleiros, frente a A Coruña. Pasaban juntas las vacaciones (este verano, en Menorca, donde las sorprendió el súbito malestar de la madre). Incluso Sandra reforzaba el parecido con Rosalía con unos cortes de pelo similares a los maternos, pero menos atrevidos. No es en lo único en lo que el carácter de la hija es menos lanzado. “Sus actuaciones son las de una persona progresista, pero no es tanto de manifestar su ideología como lo era Rosalía”, señala el productor de cine y televisión Pancho Casal, que tuvo como socia a Mera en Continental Producciones. De hecho, era Sandra la que aconsejaba a su madre restringir al máximo las apariciones en medios de comunicación.
“No tengo ningún tipo de problema, ni moral ni ideológico, con respecto a la forma de vida que lleva. Nos reímos juntas, estamos más o menos de acuerdo, pero en aquello que no lo estamos es tremendamente respetuosa”, se aviene a decir una amiga de convicciones izquierdistas antes de negarse a ir más allá de que es “muy normal” y “completamente austera”. Sus tres hijos, un chico de 16 y dos niñas, de 12 y 10 años, tienen nombres gallegos, algo muy poco habitual en las clases altas de Galicia (ya puestos, también en las demás), y van a centros públicos de la zona. Su madre —su padre trabaja en Inditex y puede conciliar menos— no tiene reparos en ser directiva de las AMPA y pelear porque la comida no sea de catering o por la ampliación y la informatización de la biblioteca. “Siempre está participando en reuniones de la comunidad escolar, en la preparación de la semana cultural…, nada que ver con los otros ricos que hay”, señala Gelo García Seoane, que al frente de una candidatura independiente de izquierdas rige Oleiros, donde, efectivamente, residen muchos ricos. El alcalde aprecia especialmente de la familia Gómez Ortega “su integración cotidiana, que hagan la compra aquí…”. Tanto para ir a la compra como para ir a trabajar (Paideia, en el centro de A Coruña, está a unos ocho kilómetros), Sandra utiliza un utilitario Renault.
Pancho Casal cree que las actividades de la Fundación Paideia y las del Centro Mans, un vivero de empresas del sector de la creación y la tecnología, la hija seguirá la misma línea, “quizá en un tono más expansivo, porque Rosalía tenía todo muy de su mano, estaba en todos los detalles, y con equipos más fuertes; Paideia debería ser la fundación de referencia en servicios sociales”, asegura. A Sandra Ortega tampoco le vendrá de nuevas la gestión de los 4.700 millones de euros, más o menos, que se supone heredará de la fortuna de su madre —todavía no se ha abierto el testamento—, que se negocian desde el grupo Rosp Corunna.
Dos caras de un reino
Sandra Ortega Mera era, antes de la salida a Bolsa, la cuarta accionista de Inditex, aunque con un 1,99%, y no conservó ninguna acción después. Heredará el 5% que tenía su madre, la segunda accionista después de Amancio Ortega, pero todos los que la conocen la saben completamente ajena, de entrada por decisión propia, al planeta Inditex, excepto por el puesto de trabajo que allí tiene su marido.
Al contrario, no es ningún secreto que Ortega ha puesto las miras para la sucesión en su tercera hija, Marta Ortega Pérez. Hace ya diez años, el entonces presidente de Pescanova, Manuel Fernández Sousa, rival de Amancio Ortega en la organización de eventos hípicos, confesaba en el libro De cero a Zarasu interpretación: "Creo que lo que pretende es que le pueda suceder su hija Marta. Esa sería su ilusión, y para eso se está preparando Marta".
Claro que una cosa es tomar las riendas y otra la propiedad. Alguien que conoce el ámbito Inditex asegura que, si bien las dos hijas no han tenido trato entre ellas, “el padre tiene un sincero aprecio por ambas y, sobre todo, por no crear agravios futuros con un reparto manifiestamente desigual entre los tres hijos”.
“Sandra Ortega conoce al dedillo todas las inversiones, ha visitado todos los inmuebles, no parte de cero”, asegura un conocedor del funcionamiento de la sociedad. ¿Es compatible esa “normalidad” con ser consejera, de momento, de dos sicav (sociedades de inversión de capital variable), Soandre y Breixo, y ser accionista única de otra, Quembre? “En cuanto empezaron a criticar que las sicav solo tributaban el 1%, preguntaron si era cierto. Les contestaron que sí, como cualquier otro contribuyente que tenga un fondo de inversiones, que cotiza un 1%, pero pasa a tributar el porcentaje corriente si retira el capital. Eso las tranquilizó”. Días antes que Rosalía Mera, fallecieron Elisa Flores Riedwyll, una amiga eterna animadora infantil, y Jaime Cabanas, el pintor bohemio por excelencia de A Coruña. En el tanatorio, mientras las fuerzas vivas fluían como un río a darle el pésame a Amancio Ortega, Sandra le sonrió a Pancho Casal: “Menudos tres están ahí arriba vigilándonos”. Aquí abajo, Sandra ya no tendrá la figura de Rosalía Mera como escudo ante los ojos del mundo.
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