_
_
_
_
_

Algo suena bien en Gràcia

La programación musical de las calles es parte fundamental de la fiestas del barrio A pesar del civismo, los decorados pierden en accesibilidad este año

Un grupo de jóvenes disfruta uno de los conciertos de la fiesta mayor de Gràcia
Un grupo de jóvenes disfruta uno de los conciertos de la fiesta mayor de GràciaCONSUELO BAUTISTA

Pasadas las 11 de la noche del jueves, Ultraplayback subió al escenario de la calle de Mozart en Gràcia. Debajo de los globos aerostáticos y otros artefactos voladores hechos de material reciclado, el sexteto de electropop logró que nadie se quedara quieto. Es que la música siempre es el alma de una fiesta. Y en el caso de los festejos de Gràcia, es también el alma de las calles, o sea de los vecinos que organizan el evento. La programación musical refleja no solo sus gustos, sino también el tipo de público que quieren captar, la manera de concebir esta semana de celebración y el presupuesto que poseen. Las dos primeras noches de la fiesta han confirmado la tendencia de los últimos años: atrás quedaron las escenas de peleas entre policías y borrachos. El civismo ha arraigado.

A la hora de diseñar sus carteles musicales, la mayoría de calles busca contentar a todos los vecinos y plantea una selección de estilos muy diferentes: reina la música negra del funk, jazz, soul y blues junto a la típica rumba catalana, el pop-rock y obviamente, las habaneras. En general se quiere satisfacer a un público variado, aunque algunas calles intentan evitar la masiva afluencia de jóvenes, como en Fraternitat del Baix: “Organizamos los conciertos para la gente que ayuda en el montaje del evento, de mediana edad y mayor”, afirma la vocal de junta Maria Peñarroya.

Una calle puede pagar entre 200 y 2.000 euros por una banda

“Ni punk, ni funk, ni jazz. Solo queremos música tradicional que no traiga a personas conflictivas, borrachos y peleas”, insisten Sergi y Susana Font de la calle Verdi del Mig. Añoran la fiesta mayor de hace diez años, “cuando podías cenar al aire libre y los niños podían jugar afuera”. Aunque sus seis grupos programados toquen música popular catalana, la comisión de fiestas sabe que la afluencia bajo su decoración de papel azul marino no bajará a causa de la elección musical. Según Sergi Argenton de la calle Progrés “no se puede diferenciar al público: es igual si toca un grupo de abuelos o de jóvenes, las calles estarán igual de llenas. Un criterio más valido para que haya o no masificación es si el grupo es muy conocido o no”. Por eso apuestan por promocionar a más de 11 grupos, casi todos locales y no famosos, a los que pagan entre 200 y 400 euros por actuación. Por el contrario la calle Puigmarti invierte hasta 2.000 euros en algunos grupos más reconocidos como los Milkers y plantea menos conciertos: “Pagamos porque sabemos que con ellos en la barra se van a hacer hasta 5.000 euros de caja”, admite Daniel Canals. Las calles se decantan por dos esquemas: o pocos grupos, renombrados y pagados hasta 3.000 euros o muchos artistas, más desconocidos y con menos caché, como sucede en la calle Mozart, donde tocan más de 15 grupos. Allí los miembros de la comisión rondan los 30 años y la música (electropop, italodisco, reggae, electrónica...) refleja su generación.

Este año, la franja horaria de los conciertos se ha reducido para intentar crear un ambiente tranquilo que no provoque conflictos con los vecinos: desde las 23 horas hasta las 2 de la madrugada y el fin de semana hasta las 3.30 horas. También desde la Fundación Fiesta Mayor y el Ayuntamiento se ha trabajado para instalar un 25% más de limitadores de sonido este año. “También los que trabajan el día siguiente tiene derecho a descansar” afirma Albert Gil de la calle Llibertat, que este año programa música sólo los tres primeros días. El Ayuntamiento y la Fundación también han dado su apoyo a algunos de los espacios musicales más clásicos, como el concierto de órgano de la parroquia de Santa María de Gràcia o La plaza del Swing, que se celebra en la plaza del Diamante, que corre a cargo del Orfeó Gracienc.

Las fiestas comenzaron ayer por la noche sus días de más afluencia, pero las primeras dos noches se saldaron sin episodios de vandalismo graves en las decoraciones. Desde el Ayuntamiento esperan que se siga en la misma línea de años anteriores, donde los visitantes de las calles y las plazas se van por su propio pie cuando el “rodillo” conformado por los operarios de limpieza, la Guardia Urbana y los Mossos d'Esquadra comienza a recorrer las vías de Gràcia para dejarlas a punto para el día siguiente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Una de las quejas, sin embargo, ha sido la de las grandes aglomeraciones, especialmente en calles como Fraternitat y Progrés, donde la complejidad de los decorados (La Granja y el Parque Jurásico) ha obligado a que vecinos intenten ordenar el tránsito de las personas, poniéndole sentido a la circulación. “Para una persona mayor es imposible pasar por aquí, incluso a primera hora de la tarde”, se quejaba Olga Reig, una abuela venida de Mataró a ver las decoraciones. Muchos se cargan de paciencia y hacen la cola. Y, casi siempre, la música en el fondo ayuda a hacer más fácil la espera.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_