4 y medio
Un mes después: se acercaba la hora de la verdad, el rodaje, el momento de contar mentiras para decir la verdad.
La primera vez que golpeé una pelota vasca pensé que me había roto más de un hueso de la mano. En el mismo instante en el que mi articulación contactó con la superficie granítica todas las señales de alarma de mi cerebro se dispararon. Peligro, dolor, corre...
Menos mal que no fue así. Estaba en una reunión con el entrenador que habíamos contratado para enseñar a Carmelo y Juanjo, dos de los protagonistas de mi película en la que los personajes jugaban a pelota. Cerramos el entrenamiento y quedamos en un frontón, sí, en Madrid, cerca de Parla. Calentamiento y acción, comienza el juego y el dolor tras el primer peloteo. Dos horas después: “Joder, en la TV parecía menos duro, los vascos estáis locos”. Un mes después: se acercaba la hora de la verdad, el rodaje, el momento de contar mentiras para decir la verdad. No me duele reconocer, más bien al contrario, que la parte peor rodada en mi filme es la de la pelota.
El tiempo y un buen análisis por mi parte de los errores, me llevan a aprovechar estas lineas para asegurarles que si llega una segunda oportunidad, estaré a la altura.
Entonces contratamos a dos pelotaris profesionales para hacer de dobles, los caracterizamos, con barba incluida, y a rodar de espaldas. Montar esas imágenes sería imposible. La diferencia en el físico entre actores y pelotaris era abismal. Desde el anclaje de la camiseta a los cuerpos, los movimientos millones de veces más pulidos e inimitables... El trabajo en la sala de montaje no evitó que fuera difícil de creer. Total, inservible.
Alguna ocasión he tenido para gozar en la plaza de la Trinidad de un buen partido, a pesar de no conocer muchos tecnicismos y mecanismos de este noble juego. Confieso que me tiene enamorado, su potencia, incertidumbre y espectáculo le dan un gran presente y mejor futuro. Tiene un margen de crecimiento y expansión mundial.
Ver a Olaizola II y a Martínez de Irujo en alguna de las ultimas finales es canela fina, o como dirían ellos, una espectacular bolea.
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