15 años con un tal Steve Jobs
Virreina Lab exhibe las fotos de Doug Menuez sobre los ‘años grises’ del gurú
Todo empezó en 1985 cuando Steve Jobs, fundador de Apple, fue despedido de la compañía que había creado por John Sculley, que él nombró director ejecutivo. Fue entonces cuando Doug Menuez, fotoperiodista crecido en The Washington Post, Newsweek, Life y USA Today, le pidió documentar los retos que le esperaban. Jobs accedió. Empezó así una relación de 15 años, durante los que Menuez captó unas 250.000 imágenes, convirtiéndose en la memoria visual de Jobs y de Silicon Valley. “Cuando Jobs me abrió su puerta, todos los demás le siguieron. Me contactaban pidiéndome hacer lo mismo que estaba haciendo por Steve. Eran los fundadores de Adobe, Amazon, Netscape y AOL. Hasta 70 empresas participaron en el proyecto”, recuerda Menuez. Eso puede verse ahora en la exposición en la Virreina Lab de Un genio audaz: la revolución digital en Silicon Valley 1985-2000, en el marco del ciclo Circuit 2013 dedicado a la fotografía documental.
La muestra, abierta hasta el 24 de septiembre, se compone de 50 fotografías y dos proyecciones: una reúne 250 diapositivas y la otra, entrevistas a antiguos colaboradores de Jobs, embrión de un documental que Menuez ultima. “Jobs cambió la forma de vivir el trabajo. Eliminó horarios y códigos, como el uniforme de traje y corbata, y permitió que los empleados trajeran sus niños y mascotas al despacho. El documental permitirá analizar todo lo que significó Silicon Valley en una perspectiva histórica”, explica Menuez, que se enfrentó a su trabajo como un antropólogo visual.
"Jobs eliminó horarios y códigos, como el uniforme de traje y corbata, y permitió que los empleados trajeran sus niños y mascotas al despacho"
Sus fotos en blanco y negro muestran las luces y sombras de una tribu secreta que alternó grandes éxitos con sonados fracasos. Las largas didascalias que acompañan las imágenes, escogidas por Menuez, relatan una historia silente hecha de sacrificios, suicidios, divorcios, agresiones y patologías nerviosas. “Cuando ideaban el Newton de Apple, pidieron a 30 programadores que escribieran un millón de líneas de código en un año. Era imposible, pero lo lograron. Pero los directivos decidieron cambiar de estrategia y ordenaron al equipo retomarlo desde el principio con otro año de plazo. Después de oírles, el joven desarrollador japonés Ko Isono se disparó en el corazón”, relata Menuez.
Quien tenga en mente el rostro demacrado de Jobs en su última aparición pública, poco antes de morir de cáncer, tendrá dificultad para reconocerle en el joven de pelo azabache y sonrisa irónica de las fotos. “Tenía una mente intuitiva y artística. Quería cambiar el mundo y no le importaba que la ciencia lo considerase imposible. Volvía loca a la gente hasta que lograban el milagro que les pedía”.
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