Trama clásica sobre ritmo latino
La partitura de Pepe Rivero es, con diferencia, lo mejor de la velada y lo que mejor funciona Las luces son uno de los elementos fallidos
Abrió el festival esta propuesta tan ecléctica como apropiada al periodo estival, y ha sido un préstamo hermanado al festival Clazz. Es un concepto de difícil equilibrio entre un clásico muy conocido, West side story, y los bailes urbanos más actuales (hip-hop, danza acrobática y contemporánea, b-boying); entre las raíces latinas (tango) y los ritmos afrocubanos (mambo, cha-cha-chá, rumba); entre el jazz y una composición más elevada; hasta se acude a la cuadratura de los bailes de salón.
NY Story
Coreografía: Dani Pannullo. Música: Pepe Rivero. Vestuario: Moisés Nieto. Luces: Lola Barroso. Dani Pannullo Dancetheatre y Pepe Rivero & Touch of Clazz. Auditorio San Lorenzo de El Escorial. 22 de junio.
En la ficha musical no se citan a los otros autores que Pepe Rivero toma prestados para armar su partitura que es, con diferencia, lo mejor de la velada y lo que mejor funciona: desde clásicos como Chopin a compositores norteamericanos del siglo XX. Tal como no se incluye la capital referencia a Jerome Robbins y al guión de Arthur Laurents (inspirado en el Romeo y Julieta de Shakespeare).
Están esquemáticamente en boceto los Jets (en origen, blancos locales) y los Sharks (puertorriqueños mestizos, sugieren ser ahora cubanos), las bandas callejeras de la tragedia urbana, hoy un clásico. Y se canta a María, la protagonista. Pero todo esto se diluye en una sucesión de números independientes, dinámicos pero con poca coherencia expositiva.
Está claro que cada bailarín ha traído puesto su número estrella, y muestra sus habilidades, pero eso no contribuye a un hilado fino, a una consecución necesaria, a una dramaturgia. Olalla Cereijo, Julián Gómez y Graciel Lisboa bordan lo suyo, lo mismo que David Vento y su pericia con el aro. David Montes cantó muy bien.
Las luces son uno de los elementos fallidos; aunque la literatura aportada nos habla del “ambiente de un club cubano previo a la revolución en el Nueva York de aquel tiempo”, el teatro es el teatro, y la penumbra no ayuda. Todo es muy oscuro y colorista, con un cromatismo exagerado que sí evoca con más o menos acierto la iluminación pedestre del cabaré. Hay fragmentos muy virtuosos de los chicos que se quedan en difusas siluetas a contraluz y es una pena, pues también el vestuario funciona adecuadamente.
Y se echa en falta los atriles de pantalla (o biombo), tan típico de la jazz-band y de las grandes orquestas de los clubes neoyorkinos o habaneros. Estos atriles decorados y con monograma llegaron a ser una marca de identidad desde los años treinta hasta precisamente la época que quiere recrear este musical.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.