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ROCK | M-Clan
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Festín de guitarras

Tarque y sus chicos rockeros ponen de largo su nuevo álbum, 'Arenas movedizas', presumiendo de cuerdas vocales y metálicas en la sala Shoko

Estreno y curiosidad por partida doble. Los murcianos M-Clan, rockeros con pedigrí y sexenios como quedan pocos, ponían anoche de largo su nuevo álbum, Arenas movedizas. Y escogieron una nueva sala de conciertos (Shoko, en la calle Toledo), lo que parece un milagro en este Madrid pacato que zancadillea cuanto huela a música sin esmoquin. Tarque y sus chicos llegaron sin sección de metales, así que orillaron el soul y se concedieron un indisimulado festín de guitarras. Y la Shoko sonó bien a partir del segundo tema, noticia alentadora tras tantas noches de cacofonías.

M-Clan dosificó el último disco (solo regular, porque le fallan las canciones) y se marcó un repertorio para iniciados, con Maxi ha vuelto y Usar y tirar como sorprendentes trallazos inaugurales. Era una manera de marcar el territorio stoniano, con las dos guitarras rabiosas y chuletas, predispuestas a eso que ahora llaman postureo. Llegarían más momentos estimulantes: Escucha mi voz (balada intensa, plegaria al corazón que se desvanece), Perdido en la ciudad, la excelente Roto por dentro. Y, sobre todo, la hoy necesaria ‘Las calles están ardiendo’, para la que el cantante pidió “gritar con todos nuestros huevos”. Por si alguno, allá afuera, quería darse por aludido.

Los años han servido para que Carlos Tarque se supere como acaparador de miradas. Instalado en una madurez pletórica, cada vez más entrecano y más hiperactivo, Carlos salta, brinca, se retuerce, azota la pandereta como quien salda cuentas con un enemigo e interpreta Para no ver el final haciendo equilibrios sobre la valla del público. Juguetea con los músicos y ejerce el mando en modo alcalino, sabedor de que M-Clan sería inviable sin esa voz rota y pantanosa ante la que Rod Stewart parece un cantante lírico.

Tarque y Ricardo Ruipérez no se andan con medianías. Por sus cuerdas, vocales o metálicas, se adivinan ecos de Led Zeppelin, Allman Brothers, Black Crowes, Paul Rodgers, The Who. Gente de fiar: ellos y sus mayores. Ojalá que por largos años.

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