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La lucha interna aboca a La Seda al concurso con un pasivo de 928 millones

La incapacidad para refinanciar un crédito de 235 millones provoca la decisión

Dani Cordero

La carrera contrareloj de La Seda de Barcelona para evitar el concurso de acreedores ha acabado en vano. El grupo químico se vio obligado este lunes a presentarlo de forma voluntaria tras constatar su incapacidad para refinanciar un crédito sindicado de 235 millones de euros y lograr la liquidez necesaria para mantener su actividad de fabricación de PET y envases. El desgaste de los últimos meses de negociaciones entre accionistas y acreedores ha provocado también que la compañía quede descabezada: José Luis Morlanes, que había asumido las funciones de presidente ejecutivo tras la retirada de Carlos Moreira hace dos meses, dejará el cargo, según explicaron fuentes de la empresa. Fiel a su historia, La Seda volverá a celebrar junta de accionistas el próximo 26 de junio en un escenario de incertidumbre absoluta.

Los números de la compañía explican buena parte de la decisión tomada por el consejo de administración. La Seda perdió el año pasado 199,43 millones de euros y se va a concurso con una deuda acumulada de 928 millones de euros en el primer trimestre, de los que 646 millones es deuda financiera. Pero la espoleta que ha acabado provocando la declaración de suspensión de pagos ha sido la enconada lucha que mantenían por el control de La Seda el grupo portugués BA Vidro y el fondo buitre estadounidense Anchorage, que ha bloqueado la firma de la refinanciación del crédito sindicado, la primera emergencia que tenía que cubrir la compañía para seguir con cierta normalidad su actividad, que mueva una cifra de negocios de 1.174 millones de euros.

BA Vidro, principal accionista con el 20% del capital, había presentado un plan para ampliar capital e inyectar 40 millones de euros con ciertas condiciones a su favor, pero su propuesta fue descartada por el consejo de administración, que consideraba que el calendario juagaba en su contra. Anchorage, titular del 37% del crédito sindicado tras haber comprado pequeños paquetes de deuda con grandes descuentos, tenía otro plan basado en dar liquidez por 100 millones de euros —mediante inyección de capital y créditos— siempre y cuando su deuda se convirtiera en capital para acabar convertido en el primer accionista, con un 27% del capital tras haber diluido las participaciones actuales.

El plan de Anchorage es el que ha defendido hasta el último momento Morlanes, pero sin éxito. Para que saliera adelante necesitaba que lo apoyaran los titulares del 75% del volumen del crédito sindicado. Y solo se ha asegurado el 66% a causa de la oposición de otros dos importantes acreedores: Caixa Geral y Banco Comercial Portugués, próximos a BA Vidro. Ambos se han negado a votar la propuesta de refinanciación.

Ante el silencio de ambas entidades, la dirección de La Seda ha ido ampliando el plazo final para que los acreedores pudieran votar a favor o en contra de su propuesta. El plazo inicial era el 14 de mayo pero desde entonces el plazo se ha ido dilatando tanto como el silencio de la banca portuguesa. Hasta este lunes, cuando Morlanes decidió tirar la toalla. La matriz de La Seda presenta concurso junto a doce de sus filiales y se plantea el mismo horizonte para las filiales de Marruecos y Turquía.

En cierta forma, BA Vidro gana, ya que era su opción preferida. De hecho, su principal representante en el consejo de administración y presidente hasta el pasado abril, Carlos Moreira, ya puso sobre la mesa una propuesta de concurso el pasado 11 de abril. En aquel caso, y posteriormente, fue Morlanes quien se opuso porque veía opciones en la propuesta de Anchorage, que, a sus ojos, llevaba bajo el brazo el plan más factible por las necesidades de dinero y de tiempo que acuciaban a La Seda. Y también, como este lunes aseguraba el comunicado remitido a la CNMV, porque suponía unas menores pérdidas para accionistas y acreedores. El lunes no cambió de opinión; solo abandonó.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 

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