El hombre que lo sabía casi todo
La dimisión como director general de Prisiones acaba con la carrera política de Xavier Martorell, tras el escándalo del espionaje de Método 3
“Todas aquellas actividades que he hecho siempre han sido a través de la petición de un superior mío”. La frase la pronunció Xavier Martorell el pasado 30 de mayo, cuando acudió al Parlament y negó con rotundidad haber encargado a la agencia Método 3 el espionaje de políticos catalanes de varios partidos o de jugadores del Barça en su época como director de seguridad del club. La oposición no le creyó y le pidió que se fuera, pero aquella licencia verbal de Martorell revela el escenario que se abre si acaba imputado por un juez después de haber arrojado la toalla como director general de Prisiones antes de que se lo pidiera el Parlament.
Su demostrada lealtad a Convergència durante tantos años, en especial al sector soberanista, garantiza que no tirará de la manta sobre la información que atesora de toda clase de políticos. Cosa distinta es que acabe en un fuego cruzado en los tribunales por las acusaciones entre directivos y exdirectivos del Barça. “Xavier Martorell no activará el ventilador, pero si lo hacen otros no se comerá más marrones de los necesarios”, explica alguien de su entorno más cercano. “Solo se defenderá por donde lo ataquen judicialmente”, remata. Nadie duda de que Martorell ha finiquitado su carrera política. Su única aspiración pasa ahora porque cuaje alguna salida profesional que busca desde que estalló el escándalo del espionaje hace más de tres meses. Aunque haya de poner tierra de por medio e instalarse en México, el país originario de su esposa y madre de sus dos hijos de 14 y 11 años.
Seguramente es la persona que más conoce la intimidad de los políticos catalanes de todas las tendencias, al margen de los jugadores del Barça y de otros ciudadanos de proyección pública. Nadie como Martorell ha estado ocho años en la Dirección General de Seguridad Ciudadana, ni ha tenido tanto poder en una época en que se estaba creando el cuerpo de los Mossos d’Esquadra a partir de lo que era una policía política más que otra cosa. El grupo de escoltas siempre fue una fuente inagotable de información, y si alguna aspiración tenía la policía catalana en aquella época era construir su propio archivo para hablarle de tú a tú a los otros cuerpos.
“Al hablar de Martorell lo más fácil es criticarlo mucho porque no tiene habilidad para las relaciones humanas, pero es difícil dejarlo de querer si se le conoce bien”, explica una de las personas más cercanas de su entorno. Quienes coincidieron con él como responsable policial se reafirman en la descalificación. “Es un prepotente, un hombre de partido que se creyó Dios porque lo dejaron hacer”, cuenta un dirigente sindical de los Mossos. A modo de ejemplo recuerda el trato despectivo que daba Martorell a los comisarios del cuerpo cuando almorzaba con ellos y les conminaba a explicar chistes a los postres.
Seguramente es quien mejor conoce la intimidad de los políticos y futbolistas
Como buen soberanista, él asegura que no ha hecho otra cosa que trabajar por Cataluña. “Siempre he servido a mi país durante 27 años en aquello que sé hacer”, dijo en el Parlament. Martorell acaba de cumplir los 50 y debutó con 23 en 1986 en el Ayuntamiento de Barcelona como técnico de prevención y seguridad. Después pasó por la Diputación. En 1995, con la carrera de Derecho ya acabada y con un máster en criminología, recaló en el Departamento de Gobernación. Allí fraguó su carrera como director de la policía entre 1996 y 2004, con Xavier Pomés como consejero.
De aquella época viene la relación padre-hijo que todavía perdura y que explica que Pomés haya sido uno de los pocos políticos que no le ha abandonado en estos meses, en que Martorell ha sufrido dos ingresos en el Hospital General de Cataluña. Uno a cuenta de la diabetes que sufre y que le provocó una parálisis facial y otro por un amago de infarto.
Con el cambio de Gobierno en Cataluña, Martorell creó su propia empresa, Provinen Seguridad, hasta que en 2007, sin dejar la compañía, regresó a la política como concejal de Seguridad Ciudadana y Relaciones Institucionales de Sant Cugat del Vallès, su ciudad. Allí no escondió su deseo de moverle la silla al entonces alcalde, Lluís Recoder, algo que para algunos explica los supuestos espionajes a concejales de Unió de ese Ayuntamiento para lograr su apoyo interno en el relevo a cambio del silencio sobre el contenido de los informes. Fracasó en el intento pero dejó muchas heridas, porque fue la actual alcaldesa de la ciudad, Mercè Conesa, la primera que pidió, y logró, que Martorell dejara la presidencia local de CDC cuando estalló el escándalo de Método 3.
“No activará el ventilador pero se comerá los marrones justos”
Estando todavía de concejal, Martorell compaginó el cargo con el de director de seguridad del Barça a partir de 2008. Allí vivió la época dorada de Pep Guardiola y el gran interés del entrenador por conocer si sus jugadores mantenían una disciplina horaria. De aquellos años datan el supuesto encargo a Método 3 de investigar al consejero Felip Puig, a la vicepresidenta de la Generalitat Joana Ortega o al propio expresidente José Montilla. La justicia deberá aclarar si se pagó o no con dinero del Barça y por encargo de quién.
El regreso de CiU a la Generalitat también supuso la vuelta de Martorell a Palau de la mano de Germà Gordó, secretario general de la Presidencia en el primer Gobierno de Artur Mas y que le nombró director general de Análisis y Prospectiva. Allí siguió haciendo informes, esta vez pagados con dinero público. El diputado de ICV Jaume Bosch lleva meses pidiendo que le dejen ver los documentos y hasta la fecha solo ha logrado saber que se encargó uno a una consultoría sobre las perspectivas de inversión y negocio en Cataluña.
Con el ascenso de Gordó a consejero de Justicia en el segundo Gobierno de Mas, Martorell acabó de director general de Prisiones, un cargo que no le motivaba nada pero que aceptó por lealtad a su mentor. Han sido unos meses breves pero convulsos, en los que también se han producido varias fugas de presos. Pero nada comparado con el escándalo de Método 3 que al final ha acabado con su carrera política.
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