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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Amén

Ahora son los curas de Ruanda los que vienen a las comarcas catalanas a celebrar comuniones

Ramon Besa
“La iglesia católica, apostólica y romana de mi niñez tenía mucho más encanto”. Curas jugando al fútbol en 1957.
“La iglesia católica, apostólica y romana de mi niñez tenía mucho más encanto”. Curas jugando al fútbol en 1957. ramon masats

El año en que pusieron la Misa del Gallo a las 22.15 horas decidí que solo volvería a pisar la iglesia por una causa de fuerza mayor, por curiosidad o por escuchar a un coro cantar como suele pasar por Navidad. Aquel día me dije que si el cura podía cambiar el horario del oficio más solemne del año, ni que fuera para poder atender a tres parroquias en una misma noche, yo también elegiría a la carta mis apariciones en la casa de Dios. Las prioridades del sacerdote me sirvieron de excusa para saber que en asuntos de fe también había clases y existían los agravios comparativos, de manera que yo también podía ser selectivo a la hora de asistir a misa por la misma regla de tres que había dejado de pedir perdón cuando me di cuenta que el acto de confesión solo servía para poder volver a pecar al día siguiente. Así las cosas, opté por comparecer de mala gana en los funerales, aguardar fuera de la iglesia en las bodas y bautizos y asomar solo si era necesario cuando terciara una comunión.

Hace poco asistí precisamente a la comunión de la hija de un amigo y me di cuenta de que algunos feligreses continúan cabeceando durante la homilía con la que nos regañan los curas. Hay tiempo de sobras para darle muchas vueltas a las cosas. Yo también me quedé traspuesto y soñé que Aznar volvía a mandar después que le diera un ataque de responsabilidad, que Jordi Pujol había sido sometido a un consejo de guerra y que el presidente del Barça era nuevamente Núñez. Me desperté de golpe por el codazo de mi esposa y entonces reparé en que Aznar había salido entrevistado no hace mucho en Antena 3 y a Pujol le habían dedicado un programa en TV-3 mientras Núñez asistía en primera fila a la fiesta de homenaje que los veteranos del Barça dedicaron a Xavi. Y, por si quedaban dudas de que no habíamos vuelto al pasado, constaté que el sacerdote que bendecía a la hija de mi amigo era negro, venía de Ruanda y había aprendido el catalán, como ya me habían advertido, cosa que jamás vi en mi infancia.

Me cuentan que los feligreses costearon religiosamente el permiso de conducir del cura de la comunión de la niña de mi amigo

Observo últimamente a mucha gente que va de comunión (El Punt Avui informa que el año pasado se celebraron 3.049 en el Obispado de Sant Feliu de Llobregat y 2.500 en el de Girona), me cuentan que la asistencia a misa ha aumentado en España un 2,1% respecto al año pasado (ha tenido cierta incidencia la militancia de la comunidad latinoamericana), y me pregunto si no habrá crecido también el número de seminaristas (había unos 1.300 en 2012) después de la campaña que la Conferencia Episcopal hizo con un eslogan más terrenal que divino: "No te prometo un gran sueldo, te prometo trabajo fijo". No sé, por otra parte, la incidencia que tendrá la ley Wert, ahora que la nota de religión contará tanto como la de matemáticas para la media y las becas, a pesar de la oposición del 70% de los españoles, y desconozco también el efecto disuasorio de noticias publicadas por EL PAÍS como la de que la iglesia registrara 4.500 propiedades a su nombre, alguna como la Mezquita de Córdoba por 30 euros, después de la reforma de la ley hipotecaria.

El boom inmobiliario español detectado a partir de 2003 contrasta con lo que ocurre en países como Holanda, donde muchas de las iglesias abandonadas por falta de parroquianos han sido recicladas como librerías, hoteles o bares. Yo todavía recuerdo la cena que compartí con unos amigos el verano pasado en el altar de una iglesia de Los Ángeles convertida en un buen restaurante japonés. No es que sea ateo o agnóstico sino que reniego de la iglesia de hoy, de muchos de sus curas y obispos, de los políticos que van con la cruz como espada. Me cuento entre los que agradecen gestos de humildad y proximidad, como los del papa Francisco, porque me reconcilian con mi infancia y después con los tiempos de estudio, cuando se pactaba con la parroquia y el seminario y no con los curas, el mayor de los poderes fácticos del pueblo junto con el secretario. Yo nunca tuve temor de Dios.

A cambio de ser monaguillo, aprendí a cantar caramelles, a leer en público y a montar el pesebre. Podía ir de excursión una vez al año y cada domingo ponían una película en el cine parroquial. Todavía conservo como dios manda la estilográfica que me regalaron por mi primera comunión. Le sacaba rentabilidad al sacrificio. Y cuando me aceptaron en régimen de media pensión en el seminario para cursar quinto y sexto de bachillerato, me explicaron en qué consistía el estudio a partir de la concentración, la meditación y la austeridad. Me lo enseñaron casi todo lo que sé en la vida. Mossen Esmerats dedicaba los últimos diez minutos de la clase de latín y griego a contar la batalla de Troya; mossen Esteve nos divertía con la historia del Arte; mossen Serrallonga nos daba francés con la pasión de un poeta; y jamás hubo mejor profesor de literatura ni tutor que mossen Subirana.

Varios amigos me hablaron entonces de la campaña volem bisbes catalans y de la Caputxinada en pleno franquismo y ahora de vez en cuando todavía se leen artículos como el de Salvador Cardús (La Vanguardia 21 marzo 2012) en que se reivindica aquella iglesia catalana de sotabosc, comprometida con el país y que causaba admiración en mucha gente. Yo soy devoto de figuras como la de Pere Casaldàgila porque me evocan a aquellos misioneros con vocación de servicio que iban y venían de África y América Latina. Ahora son los curas de Ruanda los que vienen a las comarcas catalanas para celebrar comuniones como la de la hija de mi amigo, al que no le quedó más remedio que regresar a la iglesia porque su niña quería tener una fiesta tan pomposa y ostentosa como la de sus amigas. Los pequeños quieren hoy aparentar y acaparar regalos mientras a los parroquianos no les queda más remedio que financiar a los curas si quieren oír misa.

Me cuentan que los feligreses costearon religiosamente el permiso de conducir del cura de la comunión de la niña de mi amigo que no deja de ser un multiempleado eclesiástico. Así se evitaban acompañarle en coche cada domingo al pueblo de al lado y además elegían primero el horario de misa. Todavía recuerdan como el anterior se llevó el micrófono y el hábito financiado con el dinero del pueblo cuando fue trasladado de parroquia.

La iglesia católica, apostólica y romana de mi niñez tenía mucho más encanto que la impuesta hoy en un Estado aconfesional. Ya ni siquiera la misa del gallo es misa ni canta el gallo porque la ponen a las 22.15 horas.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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