Senta pudo con todos

Al entrar al Palau, nadie sabía quien era Ingela Brimberg, soprano sueca escogida por el director francés Marc Minkowski para interpretar a Senta, protagonista femenina de El holandés errante. Ya en su emocionante balada de salida despejó cualquier duda sobre su capacidad para superar los retos que presenta la primera gran heroína del repertorio wagneriano. Impresionó con una voz extensa, resistente, con agudos penetrantes y potente sentido dramático. Sonó como un trueno, mantuvo la voz firme y expresiva hasta el final y fue literalmente aclamada por el público: Senta pudo con todo y con todos – el resto de solistas, coro y orquesta- erigiéndose en la gran triunfadora de la primera interpretación en Barcelona de una ópera de Wagner con criterios históricos e instrumentos de época, dirigida con devoción y pasión por un arrollador Marc Minkowski.

Aunque Palau 100 no consiguió llenar la sala en el último concierto de su temporada, cabe hablar de velada histórica en una ciudad de gran tradición wagneriana. Minkowski devuelve a la orquesta los colores, matices y dinámicas de los tiempos de Wagner. Llevó a un ritmo febril a Le Musiciens du Louvre Grenoble, deleitándose en la personalidad tímbrica de las fuentes históricas, pero sin obsesiones filológicas: ni antiguo, ni moderno, Wagner sonó a puro Wagner.

Comparados con Senta, el resto de solistas se mantuvo en otra esfera. El bajo-barítono francés Vicent le Texier fue un Holandés desbordado por la tesitura de un personaje que pide más nobleza y rotundidad vocal. Fue el único punto débil de un buen equipo en el que destacó, por frescura y arrogancia vocal, el joven bajo finlandés Mika Kares (Donald). Quedó algo corto de medios el tenor estadounidense Eric Cutler (Georg); convenció con sus ligeros medios el tenor francés Bernard Richter (Timonel) y cumplió la mezzo estadounidense Helele Scheiderman (Mary).

La rotundidad del Coro de Cámara Filarmónico de Estonia dejó claro que para dar brillo a la escritura coral wagneriana no hacen falta grandes masas: diez tenores y nueve bajos se bastaron para dar máxima potencia a los célebres coros de marineros de una ópera que huele a mar nada más abrirse la partitura. Y en la plantilla femenina, diez sopranos y siete contraltos dieron vitalidad a los cantos festivos.

Lo de anunciar la versión de Paris de 1841, con cambios en el libreto de lugar y nombres de algunos personajes, fue tan irrelevante en una versión de concierto como el hecho de colocar un detalle ornamental en el escenario, en recuerdo de los Festivales Wagner de hace un siglo, para después taparlo parcialmente con la pantalla de subtitulado.