San Cristóbal colorea su realidad
Los vecinos del sur de Madrid pintan un mural bajo un paso elevado que da acceso al barrio y recuperan un espacio abandonado
Aunque la realidad sea gris, los vecinos de San Cristóbal de los Ángeles han decidido pintarla de colores, los que tiñen los muros del paso elevado que dan la bienvenida a este barrio del distrito de Villaverde, al sur de Madrid. Decenas de residentes se han puesto este fin de semana el mono de trabajo y se han manchado las manos para crear un mural colectivo en los bajos del puente de la carretera de Andalucía (A-4), uno de los accesos al distrito. “Así sí que dan ganas de entrar”, asegura Isaac Vilaña, uno de los participantes.
Más de un año de trabajo ha precedido a la realización de este “milagro”, como lo califica Cristóbal Sánchez, director de programas sociales de la fundación especial Caja Madrid, que ha aportado 30.000 euros al proyecto. La idea inicial era recuperar uno de los espacios perdidos de San Cristóbal y tras varias opciones, los propios vecinos decidieron recuperar los bajos de un puente para convertirlo en una zona de actividades.
Los coches que pasaban ayer por la calzada que lo atraviesa reducían su velocidad para observar atentamente a los pintores que estaban manos a la obra con sus brochas, subidos a escaleras o andamios. “Lo importante de este proyecto no es solo que el resultado final sea tangible, sino que el proceso de creación también es genial”, apunta Sánchez.
Con un mono atado a la cintura y un refresco entre manos para reponer fuerzas, Juan López, de la asociación especializada en gestión cultural Basurama, observaba el mural casi finalizado. “Todo el barrio se ha involucrado; asociaciones, industrias, talleres… Esta zona era rechazada por todo el mundo y a partir de ahora será algo totalmente diferente”, señala. A continuación, el suelo se cementará para hacer de esta zona un espacio apto para utilizarlo con diversos fines.
El olor a pintura inundaba el ambiente y la música a todo volumen retumbaba bajo el puente para dar ánimos a los asistentes. Pero el aire de fiesta que reinaba no evitó que todos se tomaran esta acción muy en serio, porque se ha procurado que el resultado final sea muy profesional.
Allí estaba agachada con un pincel fino y cuidando los detalles Ana Medina, de Algeciras pero adoptada en Villaverde desde hace 32 años. “Me acuerdo de la época en que llegué en la que nos manifestamos para mejorar el barrio, así que no dudé cuando la hija de mi chico nos animó a que viniéramos”, explica.
Del diseño geométrico y colorista se ha encargado el grupo de artistas urbanos Boa Mistura, que en portugués quiere decir, buena mezcla. Su nombre representa la diversidad que compone la formación, así que viene al pelo para esta iniciativa en la que han participado casi todos los colectivos de San Cristóbal.
“Cuando el barrio sale en la prensa siempre es por cosas negativas. Con esto, también mostramos algo positivo”, indica Irma Sánchez, de Educación, Cultura y Solidaridad, una asociación que realiza acciones lúdicas y educativas en Villaverde, uno de los distritos con más problemas sociales y económicos de la ciudad.
“Yo soy del barrio y la idea de recuperar un espacio nos entusiasmó desde el primer momento”, reconoce mientras una niña se acerca preguntando qué tiene que hacer para participar. Sánchez le indica que todos los cubos de pintura y las brochas están en medio del área bajo el puente.
Todo ese material, más los andamios y las escaleras, ha sido cedido gratuitamente por negocios del barrio, la mayoría de ellos, instalados en el polígono Marconi, situado a escasos metros del mural.
Rafa Tormos trabaja en Productos Díez, que ha contribuido al proyecto con toda la pintura necesaria. “Para nosotros este puente es un nexo de unión entre el polígono, en el que muchos pasamos más horas que en casa, y el barrio”, explica ataviado con su mono de trabajo.
Marta, Esther e Isaac pusieron mucho empeño en que su columna quedara perfecta para que “cuando la gente no tenga nada que hacer, que venga aquí porque hay algo bonito que ver”. Los pequeños también son reivindicativos y piden que haya más actividades así en el barrio para los niños. Con las manos manchadas de pintura daban los últimos brochetazos a su parte del mural. Luego tocó lavárselas para comer la paella que se sirvió bajo el puente.
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