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TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Emoción ideológica

"Barcelona" utiliza a sus personajes para tratar sobre los bombardeos y no al revés

Una escena de "Barcelona", de Pere Riera, en el TNC
Una escena de "Barcelona", de Pere Riera, en el TNCDAVID RUANO

Cuenta Pere Riera que su idea inicial era juntar a Míriam Iscla y a Emma Vilarasau en una pieza que tenía intención de ubicar en una ciudad europea durante la II Guerra Mundial y que fue Sergi Belbel quien le convenció para que fuera la Barcelona de marzo de 1938 el trasfondo de la acción y los bombardeos de los fascistas sobre la ciudad, su banda sonora. Y así Barcelona nos sitúa en la casa señorial de los Vila, una familia republicana gobernada por Núria (Míriam Iscla), cuyo marido fue asesinado por los anarquistas, y formada por sus dos hijos (Anna Moliner y Carlos Cuevas), su suegro (Jordi Banacolocha) y una criada de confianza (Pepa López); un amigo pintor (Pep Planas) y el novio de la hija (Joan Carreras) completan los personajes que envuelven a la mestressa dando sentido a su afligida cotidianidad hasta que aparece Elena (Emma Vilarasau), su amiga del alma, una actriz de lo más mundana que vive en París y de la que hace cuatro años que no sabe nada. Efectivamente, la irrupción inesperada de esta en el primer acto suscita tal tensión entre ambas que nos hace creer que la resolución de la rivalidad que atenaza a las dos será el meollo de la obra.

BARCELONA

Texto y dirección: Pere Riera. Intérpretes: Míriam Iscla, Emma Vilarasau, Anna Moliner, Jordi Banacolocha, Pep Planas, Pepa López, Carlos Cuevas, Joan Carreras.

Teatre Nacional de Catalunya, Barcelona, 9 de mayo.

No sé si durante el proceso de documentación sobre los hechos históricos de la época Riera (1974) ha ido perdiendo interés por la trama entre las dos protagonistas en favor de una serie de datos sobre el contexto bélico, pero el caso es que Barcelona utiliza a sus personajes para tratar sobre los bombardeos y no al revés. No es un texto sobre las dos amigas en tiempos de guerra, pues ellas, y con ellas el resto, son el trasfondo de un discurso político-moral sobre las opciones personales e ideológicas ante la Guerra Civil. Núria personifica la resistencia republicana y la fe en la identidad catalana, mientras que Elena encarna la joie de vivre. Y eso es todo, amigos. Acaba el primer acto y no sabemos qué ha pasado entre ellas; acaba el segundo, y lo mismo. ¿Qué papel jugó el marido? ¿Tuvo la amiga un lío con él? ¿O lo tuvieron entre ellas como insinúa el tango que acaban bailando juntas? Para cuando se explican un poco, ya en el tercero, no conseguimos averiguar mucho más de lo que ya sabíamos: que una se quedó y la otra se fue. Y es que las dos posiciones, matizadas por las del resto de los personajes, se repiten a lo largo de una obra en la que lo único que pasa son las horas que discurren entre la mañana, la tarde y la noche (los tres actos en los que se divide), y que los personajes llenan con réplicas ocurrentes y dilatados numeritos musicales propiciados por la afición de la hija a la música y las tablas de la amiga sobre el escenario. Poca emoción, por tanto, en una relación que no se expone, a no ser que uno se conmueva con el patriotismo de La Santa Espina que los intérpretes cantan juntos.

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