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OPINIÓN

Gipuzkoa en busca del Santo Grial

Entre todos habrá que buscar una fórmula sobre la recogida de basuras que no tiene porqué ser homogénea

En medio del desconcierto que reina en Gipuzkoa con el lamentable conflicto de los residuos, afloran estos días propuestas de modo espontáneo, una vez que el pueblo de Legazpi se posicionó con contundencia contra el Puerta a Puerta. Vaya por delante que cualquier intento de conformar puntos de encuentro representa, en mi opinión, una forma edificante de abordar este y cualquier otro problema, pero puede resultar ridículo si no se sustenta en estudios rigurosos que avalen su eficacia y viabilidad.

A la hora de escoger un modelo de recogida selectiva, deberíamos medir su eficacia en relación a su coste y a su aceptación social. Son tres pilares difíciles de enjuagar, pero difícilmente prosperará ningún sistema que resulte inasumible en términos económicos, engorroso en términos operativos o estéril en términos ambientales.

Por eso es importante tener bien presentes determinados criterios técnicos cuando se plantean nuevas fórmulas, en el bien entendido de que, frecuentemente, lo bueno suele estar reñido con lo mejor. Al hilo de la propuesta de incorporar un chip a los contenedores marrones para la materia orgánica, deberíamos hacernos algunas preguntas:

¿Cuál es la finalidad del chip? El chip identifica a los ciudadanos por la tarjeta que introducen para abrir el contenedor, lo que puede permitir el establecimiento de bonificaciones para quien deposite selectivamente la materia orgánica en él. Pero a partir de aquí surgen las primeras dudas: ¿Cómo se garantiza que a la apertura del contenedor le ha seguido el depósito de una bolsa? ¿Y su tamaño y peso? ¿Es esto indiferente? O, lo que es más importante, ¿Quién garantiza que el contenido de la bolsa obedece a la fracción orgánica? ¿El grado de bonificación en la tasa de la basura dependerá exclusivamente del número de aperturas del contenedor?

La segunda cuestión es la relativa a la obligatoriedad del reciclado. Algunas ordenanzas municipales como la donostiarra, establecen la obligatoriedad del reciclaje para todos los ciudadanos desde 2002, si bien esta cláusula no ha pasado de tener una función testimonial. ¿Es el chip una manera de afianzar ahora la obligatoriedad del reciclaje? En ese caso, y dado que esa obligatoriedad debería operar para todas las fracciones reciclables —papel/cartón, vidrio y envases— ¿Sería necesario que el chip se incoporara también al resto de contenedores? ¿Resultaría este sistema electrónico asumible para toda Gipuzkoa? Sinceramente, no pretendo oponerme a la propuesta, pero sí a que se convierta en el Santo Grial sin que se hayan medido concienzudamente sus efectos económicos en la sostenibilidad del servicio, así como las amplias rendijas que deja abiertas a la picaresca.

El barrio donostiarra de Amara fue, hace 4 años, el primero en experimentar en Gipuzkoa la implantación del quinto contenedor para poder depositar, de forma separada, la materia orgánica. Desde entonces, municipios como Zarautz han obtenido importantes aumentos de las tasas de reciclaje con la colaboración concienzuda de sus ciudadanos. Irún, Zumarraga, Eibar y Hondarribia también están en ello. Algunos lo harán con chip y otros a través de contenedores más baratos, robustos y sencillos, que se abren con una llave de plástico previamente repartida a los vecinos que la solicitan, quienes —¿por qué no?— podrían también merecer beneficios fiscales por ello.

Y ¿qué hay del resto de residuos urbanos no reciclables? En la actualidad esa es la fracción mayoritaria de entre todas, y quizás la que debiera merecer nuestra atención para lograr, a través de medidas disuasorias, que vaya mermando a favor de las fracciones reciclables. No en vano, esa es la fracción que colmata nuestros vertederos y la que más contribuye al grave problema que se nos avecina por falta de planificación integral.

Con todo, quizás podríamos extraer al menos una conclusión clara de todo este confuso embrollo: que la disponibilidad presupuestaria, las tipologías urbanas, la densidad poblacional, los consensos ciudadanos y otros muchos factores deberán tomarse en cuenta, pueblo a pueblo, para dar con la solución más apropiada, sin que necesariamente hayamos de descubrir una única fórmula homogénea en todos los municipios.

Denis Itxaso es secretario de Medio Ambiente del PSE-EE de Gipuzkoa

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