El carisma de ‘pelopincho’
Un Jamie Cullum cada vez menos jazzístico aspira a seguir la estela de Winehouse y Martin
Una década larga después de mostrar por vez primera su carita de niño pillo, Jamie Cullum sigue dividiendo a la audiencia en dos partes (desiguales), los que le admiran y envidian y aquellos que, desde la ortodoxia jazzística, le tienen por farsante integral y apóstata peligroso. Para estos últimos tenemos una buena noticia. Por lo que nos avanzó anoche en la abarrotada Sala But, Momentum, el quinto disco del mozalbete, apenas ofrece una brizna de jazz y concentra sus mejores esfuerzos en el soul blanco y el pop contagiosísimo. Tal vez sea llegado el momento de renovar la clasificación de herejes.
Los recalcitrantes todavía encontrarán, eso sí, un poderoso agente alergénico. Y aunque Momentum no ve la luz hasta el día 20, aquí va el aviso para que se aprovisionen de antihistamínicos. El de Essex se ha atrevido con Love for $ale, el clásico de Cole Porter, solo que transformándolo en carne de club con un bajo pesado y maquinero. Puede que a su autor original le hubiese costado un serio disgusto, pero tal hipótesis resulta perfectamente indemostrable.
Lo demás no disimula el retrato de Cullum como un tipo ambicioso, expansivo, seductor (saludó a la audiencia madrileña como la mejor del globo terráqueo) y con ganas de reventar no ya salas de fiesta, sino grandes auditorios. Abrió con The same things, que aporta muchísima percusión y apenas cuatro notas del contrabajo en el estribillo, y se nos abalanzó en plancha con Everything you didn’t do, donde deja de parecerse a Harry Connick Jr. para hacernos creer que Chris Martin es un tipo menudito y se ha teñido de moreno. Con modulación final ascendente a capón y los reglamentarios Oooh ooooh oooh para hermanar a cuantos seres humanos sea posible.
Añadamos alguna que otra balada solvente y nos encontraremos ante el más poderoso artefacto discográfico del inglés.Rihanna le habría comprado de mil amores Save your soul (aunque, a la inversa, la ejemplar versión de Don’t stop the music sigue siendo superior); Sad sad world salpimenta el soul ligero con bases pregrabadas y la espléndida When I get famous subrayada con el saxo barítono, es ese tipo de juguete con el que nos derretiríamos si Amy Winehouse permaneciera aún entre los vivos. Jamie ejerce como el tipo saltarín que siempre fue, pero ya no necesita de tanto aspaviento para que nadie pierda de vista, embrujado, su carismática cabellera pelopincho
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