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“Se ha logrado que la sustitución del gallego por el castellano sea menor”

El nuevo presidente de la Real Academia Galega considera que el futuro del gallego será "lo que la sociedad quiera"

Xesús Alonso Montero, recién elegido presidente de la RAG
Xesús Alonso Montero, recién elegido presidente de la RAGXURXO LOBATO

Es el primer día de actividad de Xesús Alonso Montero en la sede de la rúa Tabernas y es difícil encontrar un hueco en su agenda. Tanto, que después del saludo inicial en si despacho, la conversación comienza delante de un par de pizzas en un bistró cercano. Pero Alonso Montero no estrena presidencia contestando entrevistas, enterándose dónde tomar algo frugal cerca de la Academia, o teniendo después una larga sesión con el nuevo secretario, Henrique Monteagudo, sobre los preparativos del 17 de Maio. La jornada anterior tuvo un acto en Pontevedra y otro en Ferrol, con las habituales preguntas de los medios sobre la Academia. “Llegué a casa a la una de la madrugada, acabé de cenar algo a la una y media, me dieron las dos leyendo la biografía de Carrillo de Paul Preston y tuve que levantarme a las ocho para coger el tren de las 9.40 para estar aquí a las 12”. Acabará echando de menos el Audi, pero no saco el tema.

Pregunta. Su estreno como presidente de la Academia coincidió con el 40º aniversario de su Informe —dramático— sobre la lengua gallega. ¿Se cumplieron aquellas negras expectativas para el idioma?

Respuesta. El informe situó el debate sobre el problema del idioma donde había que situarlo. Ramón Piñeiro, Marino Dónega, la gente de Galaxia, estaban orgullosos de que se habían publicado 10 libros más que el año anterior. En 1946 no se publicó ninguno. En 1950, uno. En 1963, cuando se instituyó el Día das Letras, creo que 69. Un idioma no se salva porque se editen 69 libros, que los leían unas 400 personas. Además, aquella gente comprometida con el idioma lo escribían, pero no lo hablaban cotidianamente. Carvalho Calero nunca lo habló con su mujer y sus dos hijas en casa, donde Franco no podía prohibírselo. Otero Pedrayo hablaba en castellano con su madre delante de los jornaleros que no sabían otra cosa que gallego. Lo que introdujo el gallego entre los intelectuales donde no se hablaba fue el marxismo. Los estudiantes de clase acomodada que iban a estudiar a Santiago a mediados de los 60, habían aprendido algo de gallego en la aldea, u oyéndolo a la criada, y volvían hablándolo de una forma patética, pero mejor cada vez que volvían de vacaciones.

P. Sin embargo el marxismo mayoritario a mediados de los 60, el PCE, era muy refractario. Hubo casos de críticas a sindicalistas por intervenir en gallego.

R. Sí, el PCE nunca estuvo en esa sensibilidad, estaban educados en los criterios del llamado internacionalismo proletario. Fueron entrando.

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P. Volviendo al pronóstico del informe…

R. Desde que comenzamos a hablar desaparecieron tres o cuatro idiomas en la Amazonia. Un idioma que no se enseña en la escuela, que no tiene televisión, que no tiene prensa, que no se utiliza en el Parlamento, que no lo habla la gente prestigiosa, está condenado. Lo que había era que subvertir la situación, y lo que yo pedía es lo que hoy tenemos: la presencia en el sistema educativo, que haya literatura de kiosco y telenovelas. Ahora todo esto lo tenemos con creces, y lo cierto es que seguimos…

P. …perdiendo hablantes.

R. Sí, eso es muy grave. Pero hoy toda la población menor de 45 años sabe leerlo y escribirlo, y tiene conocimientos literarios de cierta importancia, que entonces era inconcebible ¿Qué se consiguió? Que el proceso de sustitución lingüística fuese menor. Si siguiese la dictadura, o el centralismo, quizás la Academia estuviese clausurada. Y que el idioma, incluso en los sectores más reticentes, tenga menos desprestigio y en algunos ámbitos tenga más prestigio.

P. ¿Qué pasará con el gallego en el futuro inmediato?

R. Lo que la sociedad quiera. Hay gente que lo habla y no lo querría hablar, gente que no lo habla y lo defiende, otros que no lo hablan y les gustaría, unos cuantos que no lo pueden ver…Si se pregunta si hay que mantener el gallego nadie dice que no, pero nadie levanta un dedo. Las grandes manifestaciones se harán por la sanidad, por la educación, por las preferentes… Si mañana hay un decreto muy lesivo contra el gallego, de Feijóo o de quien sea, no hay que pensar que cientos de miles de personas irían detrás de la bandera del idioma.

P. Bueno, sí fueron.

R. Pero no cientos de miles. Lo que quiero decir es que hay sectores muy amplios de la población que no sienten ese compromiso con el idioma como algo propio, y no lo van a tener de la noche a la mañana, eso lo sabemos todos. Pero sí se puede llamar a sus conciencias para que asuman que una sociedad es más rica si asume sus raíces.

P. Entre los comprometidos con el gallego hay sectores que aseguran que la pérdida de hablantes y de prestigio tienen que ver con la elección de la normativa, no confluyente con la portuguesa.

R. Yo vengo predicando el “no lusismo” desde que tengo uso de razón filológica. Respeto esa posición pero yo me muevo en la sociolingüística de Galicia, en donde ahora y hace años, hay ámbitos muy grandes que no se han comprometido en absoluto con el idioma. El día que a esa gente se le proponga un modelo lingüístico próximo o muy próximo al portugués, en lugar de una norma hecha a partir del gallego hablado, la desafección sería grande. Lingüísticamente es un planteamiento interesante, sociolingüísticamente no saben en qué país viven.

P. Las dos candidaturas a la presidencia hicieron llamamientos contra el riesgo de fractura en la RAG, después de una votación tan apretada. ¿Lo sigue habiendo?

R. No tengo una varita mágica para que desde hoy haya un clima no solo de concordia sino de entusiasmo y entiendo que los que apoyaron la candidatura que no ganó no estén contentos, pero por encima de todo están los objetivos de la Academia, y por encima de la Academia está la causa de la lengua gallega. Yo sería inicuo si pensase que no van a trabajar por ese objetivo.

P. Se habló de estrategias políticas, o más bien partidistas, en la polémica de la RAG. Incluso Xosé Manuel Beiras, que es el portavoz de AGE, en cuya campaña participaron tanto Ferrín como usted, consideró una “operación insidiosa” el cambio de dirección.

R. Beiras lo dijo en su afán de quedar bien con Ferrín, pero está equivocado, como lo prueba que en el plenario en el que \[Ferrín\] dimitió todos le rogamos que no lo hiciese. Tenía a todos los académicos con él.

P. ¿Cuáles son las asignaturas pendientes de la Academia?

R. Estoy redactando una carta a los 60 académicos correspondientes para incorporarlos a la actividad de la RAG, para que sepan que no solo tienen un diploma, sino una tarea que hacer, si pueden. Otra tarea pendiente es que la presencia de las mujeres sea mayor. Estoy satisfecho de que, por primera vez, el 40% de la directiva sean mujeres. También creo que además de escritores y filólogos, tendría que haber más académicos procedentes de otros sectores.

P. ¿Y los proyectos inmediatos?

R. Sumaremos a las actuales secciones de Lengua, Literatura e Historia una cuarta, la de Comunicación, y después crearemos un seminario de Norma, y adscrito a él un consultorio que, en breve, mediante la web o por otros sistemas, permitirá resolver dudas sobre el idioma.

P. ¿Para cuándo el diccionario definitivo? Porque el que está en la web no lo es.

R. Ese fue uno de los debates en la campaña y en la votación. El compromiso de todos es que el diccionario tiene que estar cuanto antes, también en papel. Y la gramática, cuya elaboración está muy adelantada.

P. Lo de “cuanto antes” figura en las hemerotecas…

R. Sí, pero esta vez hay que tomarlo ad pedem litteræ.

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