_
_
_
_
ROCK | los enemigos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los viejos amigos de siempre

El rock de Los Enemigos, crudo y canónico, permanece ajeno a cualquier tendencia coyuntural

¿Enemigos, dicen? No, hombre, no: Josele Santiago y sus cofrades son gente de fiar, viejos colegas de los que pueden pasar hasta la cocina sin miramiento protocolario alguno. La cocorota más lúcida e ilustre de Malasaña, Fino Oyonarte y demás compinches nunca perdieron el contacto ni la forma, y ayer se reencontraron con sus fieles del foro justo en el mismo sitio (La Riviera) donde, 11 años y 20 días atrás, habían entonado su teórico hasta siempre. Poco ha cambiado desde entonces, más allá de las devastaciones capilares, cutáneas y anímicas. A fin de cuentas, el rock urbano de Los Enemigos es tan crudo y canónico, tan alejado de salsas o cocciones, que permanece ajeno a cualquier tendencia coyuntural.

El cuarteto tira de largo y, aprovechando que hay donde escoger, se plantifica sobre las tablas con 30 canciones en el zurrón. No hay grandes discursos ni nostálgicas concesiones al sentimentalismo: Oyonarte agradece tímidamente la fidelidad a los recalcitrantes y Santiago se limita a advertir que la raspa simbólica de la banda “en su día era de boquerón y ahora parece de español”.

Si el rock siempre sirvió como revulsivo, más aún en tiempos de infamia. Por eso Los Enemigos nos zarandean de entrada con John Wayne', Brindis y Esta mañana he vuelto al barrio, y no bajan el pistón hasta el sexto tema, Na de na, con su insólita percusión de congas cubanas. El rock malasañero nunca fue amigo de los matices.

La versión de Señora, el clásico de Serrat, queda pintona, pero evidencia que hasta el Canon de Pachelbel acabaría sonando a Los Enemigos si pasara por las manos de estos cuatro hirsutos caballeros. Josele no apela tanto al detalle como al estallido de adrenalina y la hermandad cómplice.

Tanto en el llenazo de ayer como en la cita de esta noche se cuenta con la baza del abrazo multitudinario y el sorbo generoso. Son días en que el mini deja de ser unidad de medida para convertirse en abreviatura de mínimo común denominador.

Frente al repertorio en solitario de Santiago, más proclive a otros territorios, Los Enemigos admiten pocas variaciones: el puntito funk de Boquerón, el estupendo ritmo entrecortado de Me sobra carnaval, la gracieta sureña de An-Tonio, ese gran blues cheli que es Qué bien me lo paso, la voz solista de Fino (correcta, pero sin cazalla) en Razas de Caín. Josele puntea seguramente mejor que nunca y exhibe una voz de lija, pero bien colocada. Los reencuentros con los viejos amigos de siempre son así: suenan Septiembre o La cuenta atrás y, por un momento, se difuminan las debacles cotidianas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_