Recetar deporte ahorra en farmacia
Una jornada científica del servicio de Cardiología del hospital de Sant Pau pone de relieve que el ejercicio físico también es bueno para las arcas públicas
El deporte, además de ser altamente saludable, tiene el efecto añadido —y no por ello menos buscado en tiempos de recortes como los actuales— de ahorrar en el gasto farmacéutico. Esta fue la principal conclusión de una sesión técnica celebrada el jueves en el Aula Magna del hospital de Sant Pau para conmemorar la 25 edición de la Cursa Científica, que se celebró ayer, como cada año, cuando apunta la primavera por los jardines y entre los pabellones del antiguo hospital, el magnífico complejo modernista proyectado por Domènech i Montaner. Que tome nota la Administración del potencial de ahorro que puede suponer para las arcas públicas recetar la práctica generalizada de deportes, vino a decir Joan Cinca, jefe de Cardiología del hospital de Sant Pau, en la clausura de la jornada.
“El deporte reduce gratis la diabetes, la hipertensión y el colesterol”
En la actualidad, el objetivo de la Cursa —muy distinto del de sus inicios— es demostrar y concienciar a la población de que hacer ejercicio físico, sea cual sea la condición del practicante, no solo no está desaconsejado desde el punto de vista médico, sino que está indicado y es imprescindible en enfermos como los del corazón. Eso sí, con un único e inexcusable requisito para estas personas: practicar deporte dentro de sus limitaciones de y siempre bajo recomendación y control médico. Además, para quienes han padecido algún problema cardiovascular, saberse capaces de hacer ejercicio físico supone una potente inyección de autoestima.
De los 25 años de experiencias y trabajos científicos nacidos de la Cursa hablaron el jueves en el nuevo hospital de Sant Pau los doctores Ricard Serra Grima, especialista en fisiología cardiovascular, Jordi Ordóñez, jefe del servicio de Bioquímica del centro, e Ignasi Carrió, director del Medicina Nuclear del centro médico, los tres promotores del invento allá por el ya lejano 1988.
Caminar con el corazón
La 25ª edición de la Cursa Científica, patrocinada por la Fundación DIR y organizada por el servicio de Cardiología del hospital de Sant Pau, reunió ayer a dos centenares de participantes desde exatletas a aficionados y, lo más importante, personas con cardiopatías. Los jardines en obras del recinto histórico acogieron la prueba cuyo objetivo es demostrar que el deporte es una fuente de salud para toda edad y condición.
Serra Grima, el alma de la Cursa desde el primer día, explicó lo que en un principio fue la idea de tres médicos lanzados y con el punto de osadía necesario que proporciona la juventud: experimentar en una carrera de seis horas con un reducido grupo de una veintena de atletas ultramaratonianos para ver cómo se comportaba su organismo sometido a la dureza de un intenso trabajo físico y profundizar en los efectos del deporte sobre la salud. Transcurridos los primeros años, aquella idea inicial se transformó y dio paso a la actual: más corta —dos horas— y pedagógica. “Se trata de explicar que el ejercicio es bueno para todo el mundo, sea cual sea su situación”, precisó Serra Grima. Eso sí, antes los doctores Serra Ordóñez y Carrió habían cubierto sus objetivos científicos de demostrar las bondades del esfuerzo físico, debidamente publicadas en revistas científicas internacionales.
A Jordi Ordóñez le tocó explicar ante una variopinta audiencia, compuesta por veteranos participantes en la Cursa —muchos de ellos cardiópatas— y jóvenes médicos, los efectos de ejercicio físico sobre el metabolismo de los lípidos. Tan abstruso planteamiento para un profano lo sintetizó Ordóñez con la siguiente y clara afirmación: “La actividad física provoca una disminución de los niveles de azúcar (diabetes), colesterol e hipertensión”, tres de los factores de riesgo cardiovascular. Pero fue más allá al sostener sin ninguna duda: “La reducción de estos tres factores también se puede conseguir con medicinas, pero estas son carísimas y no son seguras por sus disfunciones y sus efectos secundarios no deseados”. Y concluyó su razonamiento, apoyado en su amplia experiencia técnica, con una contundente verdad científica que bien harían en tener en cuenta los gestores —léase recortadores— sanitarios: “El deporte te da gratis la reducción de los tres factores de riesgo y, además, de forma más eficiente que los fármacos”.
Ajram: “En el deporte hay que buscar objetivos razonables”
Mientras se sucedían las ponencias médicas, en un box del servicio de Cardiología, Josef Ajram, el mediático y multitatuado broker-triatleta, realizaba una prueba de esfuerzo pedaleando sin cesar, con el torso lleno de cables y con una enorme mascarilla de oxígeno que le daba un aspecto de personaje de película galáctica. Los potentes latidos de su corazón, la frecuencia y las curvas de sus sístoles y diástoles o su consumo de oxígeno eran retransmitidos en directo a la pantalla del Aula Magna.
Ya duchado, el utrafondista Ajram se incorporó a la sesión científica para aportar su versión, la del deportista. Explicó que en esto del ejercicio no hay que ser impaciente. “Hay que ir poco a poco, paso a paso y fijarse objetivos razonables”, lo que en boca de una persona que se mete entre pecho y espalda pruebas que duran tres días con maratonianas series de natación, ciclismo y carrera, sonaba, como poco, a contradictorio.
Para Ajram, el deporte por el deporte tiene poco sentido. “Me da miedo la prisa que tiene la gente. Estas personas de entre 40 y 45 años que quieren hacer en un año el deporte que no han hecho en 20”. “La gente”, dijo —y aquí enlazó con la filosofía de la jornada científica—, “tendría que hacer ejercicio por salud. Para ello, hay que controlar la alimentación y el cuerpo”. Y concluyó: “Hay falta de cultura deportiva. Hay que educar a la gente”.
Ordóñez, Serra y Carrión insistieron en que, a partir de los experimentos y los estudios con atletas de los primeros años de la Cursa, se puede asegurar científicamente que el ejercicio físico es seguro desde el punto de vista cardiovascular incluso en pacientes con cardiopatías isquémicas. “La Cursa nos ha permitido aprender mucho y traspasar estos conocimientos a la medicina diaria”, sentenciaron los tres especialistas.
La nutricionista del DIR Anna Grau, cuya fundación patrocinó la jornada y la Cursa, implícitamente incidió en una idea similar a la de Ordóñez y que, de forma indirecta, también contribuye a reducir la factura farmacéutica. “Una alimentación controlada es básica para corregir los factores de riesgo cardiovascular”, afirmó; es decir, con una buena alimentación se reduce peso, lo que significa menos medicina o menores dosis, lo que supone otra posible vía indirecta de ahorro en la factura farmacéutica.
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